Yo lo que no entiendo y nunca entenderé es como a alguien que no esté directamente vinculado a una marca le importa un pepino si su vecino Fulanito lleva una copia de su reloj que le ha costado 50 veces menos.
El original será peor reloj por tener una o varias copias y/o homenajes? Tú hombría se verá afectada por ello? O se verá afectado ese status que quizá quieras proyectar?
Si mi vecino Fulanito es un enamorado del diseño de un submariner o Daytona y ese diseño le gusta más que cualquier otro, pero no se puede permitir gastar más de 200 euros, me voy a enfadar si se compra una copia? De verdad esa tontería puede afectarme o preocuparme?
Puede gustar más o menos. O puede no importarte lo más mínimo. Pero no puedo entender a aquellos que les afecta de manera tan pronunciada.
Léete a Veblen, la "Teoría de la clase ociosa", que trata de los "bienes de consumo ostensible". Son los bienes cuya función real es la de marcar paquete social, demostrar que se posee un estatus socioeconómico muy por encima de su entorno.
Los mandarines chinos no se cortaban jamás las uñas, que se convertían en un manojo de sacacorchos que impedían hasta pelar una uva. Con ello demostraban que tenían suficientes criados como para no necesitar hacer nada por si mismos. Ni limpiarse el culo.
En la sociedad occidental, hasta los años posteriores a la Gran Guerra, la palidez era el bien más preciado en un cuerpo humano. Todo aquel que luciese un buen bronceado era clasificado como un gañán que estaba obligado a trabajar al aire libre para poder vivir.
Desde el inicio de los tiempos, las sociedades han tendido a establecer reglas suntuarias, que marcaban qué clase socioeconómica podía poseer qué. El púrpura para los emperadores, el recamado en oro para los ricos, las espadas para los samuráis, los sombreros para los señores y las gorras para los obreros, los corsés con picos pardos para las putas... Cleopatra bebía perlas disueltas en vinagre, no por su sabor - a vinagre puro, que no creo que las perlas aportaran mucho - sino por su precio, al que nadie más podía llegar.
Y ahora las marcas. Si ninguno de los dos somos auténticos aficionados al asunto, si tú llevas un Rolex, y yo llevo una falsificación buena, indistinguible, aquí no pasa nada. No pasa nada, siempre y cuando nadie más que tú y yo sepamos que mi reloj es falso. Porque si se corre la voz de que el mío me ha costado la centésima parte que el tuyo, lo que hago es devaluar el precio del tuyo. O bien la gente pensará que el tuyo también es falso, o pensará que no son tan caros y que cualquiera puede tenerlos. En ambos casos, el prestigio de Rolex se ve dañado y eso les aleja de sus clientes potenciales. Del mismo modo que se potencia con las listas de espera en los concesionarios, y con que muchas veces se compren relojes de otras marcas en el mismo concesionario para avanzar en esas listas. "No sólo me puedo permitir pagar los precios de Rolex, sino que me puedo permitir comprar varios relojes caros para que me permitan comprarme el Rolex. Pa que os cosquéis de con quién estáis hablando, chatis".
Lo que no acabo de entender es el asunto ese que salió hace poco del alquiler de Rolex, eso puede tumbar todo el esfuerzo de la marca.
Cuenta la leyenda urbana que, en un reality show televisivo, uno de los concursantes, el más cutre, gañán y salchichero del lote (tuvo que esforzarse para destacar) aparecía en todos los planos luciendo polos de cierta marca comercial, así, como pa pijos (me hablaron de Tommy Hilfinger). Inmediatamente recibió una suculenta oferta del fabricante a cambio de no volver a aparecer con productos de esa marca, porque la devaluaba.
Se non é vero, é ben trovato.
Y todo se solucionaría si los rolexhabientes sociales que lo único que buscan es marcar estatus, se dejaran el reloj en casa y se ataran a la muñeca la factura de compra. Y así los auténticos aficionados a la marca podrían lucir los suyos sin problema.
Lo cual es bello e instructivo, que decía el otro.