Hace unos veinte años, estando en Albacete por motivos laborales, me detuve en una cuchillería. Pastor creo se llamaba. Tenía unas navajas preciosas, clásicas, en el escaparate. Entré a echar un vistazo y me preguntaron qué buscaba. Les dije que nada en concreto, que me habían llamado la atención las navajas clásicas que tenían expuestas.
Entonces, amablemente, se ofrecieron a enseñarme unas piezas de ”autor”, hechas a la antigua usanza, y donde no había dos iguales.
Fue verla y me enamoré al instante.
Nunca la he llevado encima, pero me parece un objeto muy bello.