Otra cosa es que te venga alguien desconocido por la calle, en una cola en una tienda ó en el transporte público y te empiece a hablar del reloj que llevas. Entonces sí que me mosqueo…
Te mosqueas con razón, y eso es lo triste: que donde podría surgir una deliciosa conversación improvisada uno bien puede temerse, y ya digo que con razón, intenciones más aviesas. Aunque supongo, solo puedo suponer porque ni soy coleccionista ni mis piezas son caras o especialmente ostentosas, que al final uno reconoce a los suyos: quiero decir, y espero que esto no suene clasista, que si se te acerca en una cola alguien educado, vestido con esmero y que lleva un reloj del "rango" de los tuyos (me tomo la licencia por haberse presentado tu colección con cierto detalle); las alarmas no serán las mismas que si quien se interesa por tu reloj viene con unas pintas de las que mi abuela decía "poco recomendables"... Que sí, que las apariencias son apariencias... pero, quien más quien menos, todos tendemos a juzgar, con o sin acierto, por ellas; y con frecuencia por ellas uno reconoce a los suyos.
Trato de extrapolar al mundo de las plumas, que es el mío, pero resulta complicado porque casi todo el mundo lleva algo en la muñeca mientras que plumíferos somos pocos; aparte de que una pluma, independientemente de su valor o precio, rara vez ser percibe como algo "robable" salvo que lleve la cumbre nevada. Cuando coincidimos dos plumíferos, o un plumífero con un "honesto curioso", es fácil que surja la conversación... pero claro, salvo que uno lleve la pluma en la oreja cual lápiz de carpintero, eso suele suceder en lugares muy determinados que ya de por sí sirven de filtro.
Dicho esto, a mí me agrada que me digan que llevo un reloj bonito, pero solamente me ha sucedido entre conocidos, ya digo que no tengo piezas que giren cuellos; ahora bien, si alguien me lo dijera yendo por la calle, un escalofrío sí sentiría.