De pequeño me encantaban los relojes. Pedí el primer reloj de "verdad" para un cumpleaños, un año antes de hacer la primera comunión, como era usual entonces, ante la sorpresa de mi familia, que esperaban regalarme un balón de futbol o algo así.
Luego, de adolescente, fui un desastre; destrozaba y perdia relojes con una rapidez pasmosa, lo que me llevó a olvidarme un poco de esa afición, recuperada hace unos años.
Mi otra afición de pequeño, los sellos de correos, no tiene que ver nada con elementos mecánicos, ni artesanales, con que fabrican relojes, estilográficas, etc, aunque sí que creo que se asemejan en el caracter de placidez y belleza que me transmitieron. Esa afición igual la recupero más adelante.