Según el aedo (Homero), los aqueos (griegos) y los teucros (troyanos) se arrojaban unos a otros broncíneas lanzas.
Estos hechos ocurrieron alrededor de 1.200 años antes de nuestra era.
Es, más o menos, a partir de este momento, que empieza usarse el hierro, un metal mucho más útil.
Después vendrían las aleaciones de hierro-carbono (acero), mejorando considerablemente las características del férreo metal.
Hoy, más de tres milenios después de la caída de la ciudad gobernada por el bueno de Príamo y defendida por Héctor, a alguien le ha parecido buena idea volver a utilizar el bronce.
Bromas aparte, es más pesado, es más blando, mancha, cambia de aspecto y hay gente a la que todo esto le parece atractivo. Así de maravilloso e irracional es el mundo de la horología.
Personalmente, por más que le Panerai Bronzo me parezca un reloj con carácter, no creo que nunca me anime a comprar un reloj de bronce.