Quizás a la cuestión haya que darle la vuelta.
Supongamos que Rolex equipara en algunos o muchos de sus modelos calibres ETA, suficientemente fiables para que funcionen muy bien, como es sabido.
Entonces…
¿Vendería Rolex MENOS por tener sus relojes calibres de este tipo en detrimento de manufactura propia, es decir, por tener sus relojes desde el punto de vista de la relojería estricta menos “empaque”, menos “mérito” o menos “calidad intrínseca”?
¿O vendería Rolex MENOS porque carecería de un elemento más sobre el que hacer una extensa política de marketing de la marca, haciendo mención de sus “soluciones exclusivas”?
¿Cómo ha conseguido Rolex llegar a vender un número tan importante de relojes y, al mismo tiempo, no perder el halo de “reloj exclusivo” y eludir el riesgo de banalizar o “proletalizar” (usado este término sin intención de ofender a nadie) su marca?
¿Cómo es posible que una marca que introduce procesos industriales y estandarización para proveer un sistema coherente y eficiente de ventas y atención post-venta puede simultáneamente mantener una política basada en la exclusividad compitiendo con otras marcas con estructuras mucho más “artesanas” y de producción más costosa y limitada?
Dando por hecho que el producto es de gran calidad, pero de ninguna manera puede afirmarse que esté posicionado en el segmento más avanzado respecto a ella..
¿Qué pasa con Rolex? ¿Es todo marketing? ¿Es una especie de “fraude masivo” en el que un gran número de gente “pica”? ¿Es que acaso muchos clientes compran porque saben de antemano que su SAT es eficiente y con precios, digamos, “razonables”? ¿Es que la gran mayoría de los compradores sabe siquiera el calibre que lleva o, incluso, que es manufactura propia?
O quizás es que…es una empresa que sabido asociar publicitariamente conceptos muy complejos en la conciencia de la gente. Lo que unos consideran “inmovilismo patente de Rolex respecto a sus productos”, ellos lo venden como “continuidad atemporal”. Y esto se pretende asociar NO a la exclusividad, sino al ÉXITO”.
La exclusividad, en sentido ortodoxo, no puede atribuirse a Rolex precisamente porque su puesta en escena en el mercado impide que tal marca sea exclusiva, al menos desde el punto de vista que lo son otras.
Pero hay algo que, por muchísima gente, es más codiciado que la exclusividad. Y eso es el éxito. El “éxito” lleva una connotación “minoritaria” pero NO excluyente. En principio, cualquiera que sepa como destacar en algo es acreedor al éxito. Si yo sé como asociar esa idea a una marca, puedo permitirme el lujo de producir en grandes cantidades –relativamente- sin cargarme la imagen que pretendo dar.
Fijaos tan sólo el tipo de publicidad que hace Rolex. NO es un tipo de publicidad presencial de “restregarte” la marca por todos lados, ni promover repetitividad. Por el contrario, alude a hechos del pasado, del presente y del futuro que siempre van asociados a una idea, explícita o subliminal.
Cada cual, lógicamente, arrima el “ascua a sus sardinas”. Y sé mucho más de empresas que de relojes. Evidentemente, Rolex es un fenómeno de relojería. Pero, desde mi punto de vista, es también –y en algunos aspectos más- un fenómeno empresarial complejo y muy bien fundamentado, que aúna una gama de productos muy correctos con una estrategia empresarial modélica.