JavierR
Forer@ Senior
Sin verificar
Os anuncio que voy a pensar en voz alta.
Estaba yo dilucidando cual iba a ser mi próximo reloj, cuando me ha venido uno de esos extraños delirios de cordura que muy de vez en cuando le llegan al ser humano. ¿Mecánico puro o quarzo?
No es una pregunta cualquiera. Si, sé que es la típica pregunta que puede formularse cualquiera que quiera iniciarse en el apasionante mundo de la relogería, y habrá respuestas para todo. Los más clásicos, y también los nuevos frikis, responderán que automático. Incluso habrá alguno que dirá de cuerda.
Pero en vez de responder a esta estúpida pregunta, voy a tratar de entender porqué me he realizado esa pregunta. ¿Qué le puede pasar por la cabeza a un ser humano para preferir un reloj de tecnología de la primera mitad del siglo pasado? ¿Cuales son las ventajas y desventajas? ¿Qué hay detrás de esta elección?
Razonadamente, ninguna. Los relojes mecánicos son más imprecisos, más delicados, más caros, y no aportan ninguna ventaja técnica real. En mi mano ha habido un Casio F-91W, de los que valen 9,95€ en cualquier relogería, y rivaliza de tú a tú en prestaciones con un Rolex de 6.000 euros. En 6 meses, 1,5 minutos se ha adelantado, lo que sale a 15 segundos mes. Además viene equipado con alarma, cronógrafo, luz, calendario casi perpetuo (solo le faltan los bisiestos), no necesita ajustes y la pila dura 10 años.
No es un reloj bonito, pero a buen menester hay miles de modelos similares en tecnología pero con una estética similar al Rolex, que valen 100 euros.
Y lo que es peor, hay relojes con tecnología superior al Rolex que valen esos mismos 100 euros.
La respuesta no puede encontrarse de ninguna forma en la razón. Tampoco puede buscarse en la estética. La respuesta solo puede explicarse de una forma: pasión.
Pero no es la misma pasión con la que amamos o entramos en la batalla de las guerras. Es otro tipo de pasión más relacionada con la locura y la adicción a sentimientos sin sentido. Buscamos en esa pequeña maquinaria, con esas delicadas piezas calibradas una y otra vez (cuando no hay necesidad por existir alternativas más fáciles como el quarzo) la maldita felicidad.
No todas las personas son iguales. Unos quieren encontrar su felicidad mediante el falso prestigio que da poseer joyas o maquinas de supuesto valor. Otros se agarran a un clavo ardiendo aludiendo a la increible cantidad de trabajo que estas máquinas dan a los relojeros e ingenieros. ¿Qué sentido tiene cualquiera de esas dos cosas?
Tiene el sentido de que somos seres humanos con mucho tiempo libre y muchas ganas de llegar a algún sitio que no sabemos bien que es ni dónde está. En nuestra cabecita, y solo en ella, nos marcamos un camino y una ruta, y nos lanzamos inconscientemente, como animales que anhelan cada vez más, a la persecución de una realidad irreal.
Esto es una enfermadad si. Pero no creais que somos los únicos. Todos tienen sus tonterías (futbol, coches, chicas, ordenadores...). Y, ay pobre de nosotros, nos justificamos poniendo de ejemplo a los demás, y los demás en nosotros, y así en un ciclo infinito que no parece tener fin.
En definitiva, ¿cuarzo o mecánico? ¡Y qué más da! Dentro de 100 años todos calvos.
Estaba yo dilucidando cual iba a ser mi próximo reloj, cuando me ha venido uno de esos extraños delirios de cordura que muy de vez en cuando le llegan al ser humano. ¿Mecánico puro o quarzo?
No es una pregunta cualquiera. Si, sé que es la típica pregunta que puede formularse cualquiera que quiera iniciarse en el apasionante mundo de la relogería, y habrá respuestas para todo. Los más clásicos, y también los nuevos frikis, responderán que automático. Incluso habrá alguno que dirá de cuerda.
Pero en vez de responder a esta estúpida pregunta, voy a tratar de entender porqué me he realizado esa pregunta. ¿Qué le puede pasar por la cabeza a un ser humano para preferir un reloj de tecnología de la primera mitad del siglo pasado? ¿Cuales son las ventajas y desventajas? ¿Qué hay detrás de esta elección?
Razonadamente, ninguna. Los relojes mecánicos son más imprecisos, más delicados, más caros, y no aportan ninguna ventaja técnica real. En mi mano ha habido un Casio F-91W, de los que valen 9,95€ en cualquier relogería, y rivaliza de tú a tú en prestaciones con un Rolex de 6.000 euros. En 6 meses, 1,5 minutos se ha adelantado, lo que sale a 15 segundos mes. Además viene equipado con alarma, cronógrafo, luz, calendario casi perpetuo (solo le faltan los bisiestos), no necesita ajustes y la pila dura 10 años.
No es un reloj bonito, pero a buen menester hay miles de modelos similares en tecnología pero con una estética similar al Rolex, que valen 100 euros.
Y lo que es peor, hay relojes con tecnología superior al Rolex que valen esos mismos 100 euros.
La respuesta no puede encontrarse de ninguna forma en la razón. Tampoco puede buscarse en la estética. La respuesta solo puede explicarse de una forma: pasión.
Pero no es la misma pasión con la que amamos o entramos en la batalla de las guerras. Es otro tipo de pasión más relacionada con la locura y la adicción a sentimientos sin sentido. Buscamos en esa pequeña maquinaria, con esas delicadas piezas calibradas una y otra vez (cuando no hay necesidad por existir alternativas más fáciles como el quarzo) la maldita felicidad.
No todas las personas son iguales. Unos quieren encontrar su felicidad mediante el falso prestigio que da poseer joyas o maquinas de supuesto valor. Otros se agarran a un clavo ardiendo aludiendo a la increible cantidad de trabajo que estas máquinas dan a los relojeros e ingenieros. ¿Qué sentido tiene cualquiera de esas dos cosas?
Tiene el sentido de que somos seres humanos con mucho tiempo libre y muchas ganas de llegar a algún sitio que no sabemos bien que es ni dónde está. En nuestra cabecita, y solo en ella, nos marcamos un camino y una ruta, y nos lanzamos inconscientemente, como animales que anhelan cada vez más, a la persecución de una realidad irreal.
Esto es una enfermadad si. Pero no creais que somos los únicos. Todos tienen sus tonterías (futbol, coches, chicas, ordenadores...). Y, ay pobre de nosotros, nos justificamos poniendo de ejemplo a los demás, y los demás en nosotros, y así en un ciclo infinito que no parece tener fin.
En definitiva, ¿cuarzo o mecánico? ¡Y qué más da! Dentro de 100 años todos calvos.