14 de marzo de 2023
Intento recordar cuándo fue a primera vez que oí hablar de Fangio, pero creo que ya estaba en mi cabeza cuando vine a este mundo. El más grande, el caballero de la F1. Si, seguro, nacemos con la figura de Fangio en nuestro cerebro.
Nurburgring 1957: “La hazaña”.
Ya era cuatro veces campeón del mundo y se estaba jugando su 5º título en el “infierno verde”. Fangio se había ido de Ferrari la temporada anterior por decisión propia y se enfrentaba con su Maserati a la todopoderosa Scuderia con los malogrados Collins y Hawthorn, dos grandes del automovilismo, como pilotos estrella. Aunque en clasificación Fangio fue más rápido, sabía que en carrera sus Pirelli no aguantarían la distancia completa. Debía hacer una parada a medio recorrido, a diferencia de los Englebert de sus rivales que aguantarían toda la carrera. Entró al pit en la décimo segunda vuelta con una ventaja de 28 segundos, menos renta de la deseada, pero todavía era posible pelear por la victoria. En boxes, la mala suerte en forma de tuerca suelta alargó su parada hasta salir con 48 segundos de desventaja. La carrera estaba perdida.
Según su propio relato, a pesar de la necesidad de recuperar tiempo, tiene la sangre fría de calentar los delicados Pirelli en la primera vuelta para no destrozarlos y se lanza a tumba abierta a partir de la segunda. Conduce por encima del límite e incluso consigue mejorar su tiempo de la pole position en… 8 segundos, dejándolo en un récord escalofriante para la época, 9 minutos 17 segundos. A dos vueltas del final, adelanta a Collins, en la última, como si de una película de suspense se tratara, a Hawthorn al que vence en meta por unos escasos 3 segundos.
Una vez en el podio, ambos ingleses presentan sus respetos al argentino, sonríen, se abrazan y le reconocen como el mejor, ha remontado de manera inverosímil.
Horas después, impresionado por la hazaña, Bernard Cahier, el más afamado periodista y fotógrafo de la época, visita a Fangio en la habitación del hotel. Lo encuentra extenuado, en penumbra, realmente agotado. Fangio le confiesa, para la historia, que nunca había conducido como lo hizo ese día. Había sobrepasado el límite y lejos de estar emocionado, temblaba al pensar lo que hubiera podido ocurrir. Tenía 46 años y sabía que jamás podría superar lo que había hecho ese 4 de agosto de 1957. Esa fue su última victoria, y también su último título de campeón.
Reims 1958. “El respeto de sus rivales”.
Antes de su retirada, Fangio quería ver por última vez Reims el lugar donde su carrera europea había comenzado en 1948. El circuito francés, básicamente un triangulo con tres largas rectas, era un martirio para su Maserati que plantaba cara a los Ferrari en agilidad pero no en potencia, así que sin poder hacer nada para evitarlo, iba a ser doblado por su amigo y rival Hawthorn. Sorprendentemente, este levanta el pie y se queda detrás del Maserati durante las últimas vueltas, hasta cruzar la meta. Más tarde le preguntaron por qué había reducido su ritmo, a lo que contestó: “No se dobla a Fangio”: Demoledor.
Ferrari. "Me voy"
Anteriormente, en 1956 Fangio había fichado por Ferrari, pero entre él y Enzo nunca hubo buena sintonía. La Scudería ya dominaba el paddock y sus pilotos eran auténticas estrellas, condes como Von Trips, marqueses como De Portago, educados en los mejores colegios británicos como Collins y Hawthorn, miembros de la alta sociedad italiana como Musso o Castellotti. Frente a ellos, Juan Manuel tenía una forma de ser muy distinta, más encerrado en la mecánica, en la estrategia, en el pilotaje. A pesar de la falta de sintonía, Enzo Ferrari lo quería con él y juntos fueron campeones en 1957. Luego les abandonó. ¡Era imposible, nadie lo había hecho antes!, es Ferrari quien abre la puerta a sus pilotos.
No con D. Juan Manuel Fangio.
El mejor de los mejores.
Buen Speedytuesday compañeros.