Como buen acaparador, tengo 3 cajas de relojes. En la caja A están los que considero mejores, no solo por calidad, sino también por la sensación que transmiten al llevarlos en la muñeca. Son aquellos famosos intangibles que tanto valoramos por aquí.
La caja B cuenta con piezas algo más sencillas y que, a pesar de gustarme mucho, podría prescindir si se diera el caso.
Y por fin la caja C. Es la caja de los caprichos, del quiero y no puedo, de las CRIs de Aliexpress, del engaña bobos, del querer acallar la codicia y pensar que con cien euritos sentiré lo mismo que con las piezas que replican/tributan de varios miles.
¡Ay, señor, señor! En esa caja están los Pagani, Steeldive y alguno más que emulan a los famosos Submariner, Speedy, Zulu time, etc, etc.
¿Y todo para qué? Porque al final nunca salen o los uso en casa.
El otro día, mi hijo me hizo abrir los ojos. "Papá, si tienes relojes de calidad ¿para qué narices compras cosas chinas?
Yo no le respondí, pero sabía la respuesta.
Es la euforia del momento, el polvo rápido, el lingotazo de garrafón y el cigarrillo de picadura.
A mí, los relojes chinos me gustan, no lo voy a negar. Creo que por lo que cuestan ofrecen muchísimo. Lo que es de cazurro (y hablo por mí, que nadie se ofenda) es ceder a la tentación cuando ya tienes en tu poder relojes suizos, japoneses, alemanes e incluso españoles que son de una calidad indiscutible y qué, esos sí, te remueven las cosquillitas.
No tengo remedio y sé que, aunque ahora los venda o regale (la verdad es que no me importa lo uno ni lo otro) más adelante volveré a caer. Y es que el ser humano es el único aficionado que tropieza dos veces con la misma página de internet.
Aquí una muestra, pero hay más.
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