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Reflexiones en voz alta.

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The Beater Man
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El ser humano tiene una capacidad innata de combinar utilidad con estética hasta el punto de que la segunda supera con creces a la primera llegando hasta límites insospechados. Si el homo sapiens se ha convertido en quien es, para lo bueno y para lo malo, es precisamente por ese desarrollo del intelecto que ha hecho que nuestra especie prevalezca sobre las demás que habitan en este planeta. Y unida a la inteligencia está nuestra capacidad artística que nos lleva a ver lo bello en un objeto que no debería de tener más importancia que su simple función efectiva.

Y así sucede, por ejemplo, con los relojes.

No es mi intención hacer una cronología histórica sobre sus orígenes porque para eso ya hay compañeros muy versados en el tema. Sin embargo, me gustaría reflexionar en la idea de cómo un utensilio que nació para medir la hora se ha convertido en objeto de culto impregnado en nuestra sociedad y símbolo de clase social, añadiendo además rasgos de personalidad, actividades diarias o aficiones.

La inmensa mayoría de los que pululamos por este foro somos buenos aficionados, algunos coleccionistas, otros acaparadores de relojes sin mayor pretensión que poseer aquellas piezas que se nos antojan. La realidad es que poca gente necesita más de un reloj para su día a día, con la excepción de ciertas actividades extremas como submarinismo o alpinismo en alta montaña donde se requieren ciertos parámetros que nos resultan útiles.

Pero entonces, ¿Qué nos impulsa a seguir comprando?

Una respuesta bien plausible podría ser que somos el resultado de un estilo de vida capitalista en el que priva la cantidad por encima de la calidad.

Sin embargo, mi reflexión va por otros derroteros.

Esa capacidad para admirar la belleza de la que hablaba al comienzo bien podría ser la fuente inagotable que nos impulsa a ver más allá del simple objeto práctico y disfrutar deleitándonos con una simple mirada de una sensación que para cada uno de nosotros será diferente.

Valorar si algo nos gusta o no es un concepto individual, ya que la belleza se basa en las percepciones y como tales están sujetas a un proceso químico en nuestro cerebro que hace que nos sintamos atraídos por tal o no.

El David de Miguel Ángel es el prototipo de la belleza masculina en la Grecia clásica, pero muchos podrían decir que no hay para tanto.

Miró está considerado como un pintor vanguardista que expresa un universo personal con una simplicidad pasmosa. Sin embargo, he oído decir infinidad de veces que eso lo hace cualquiera.

Bach está considerado como el máximo exponente del barroco y símbolo de la complejidad en la música clásica. No obstante, algunos entendidos lo descartan en favor de otros compositores más asequibles.

Cuando alguien contempla un reloj, percibe una cantidad de estímulos que pueden diferir notablemente de los que otra persona reciba. Un dial limpio puede parecer sublime para unos y aburrido para otros. Los colores contribuirán a potenciar la atracción o rechazo, e incluso las modas pueden variar nuestras opiniones sobre los gustos adquiridos y de repente gustarnos un dial púrpura que antes considerábamos chillón.

¿Qué decir del tamaño? Ese es uno de los temas más recurrentes en muchas conversaciones, donde dependiendo de la época se ha pasado desde medidas pequeñas en muñecas de varones hasta gigantescas. Hoy en día es muy común ver como los Smart watch deportivos tipo Garmin, Suunto o Polar lucen en muñecas masculinas o femeninas sin tener en cuenta los arquetipos del buen gusto implantados a través de los años.

Y es que, si bien las normas son artificiales y son algo impuesto por una sociedad determinada, la percepción de lo bello es innato y exclusivo de cada individuo. Decir que algo es bonito o no depende del ojo del observador. Si no fuera así, el arte no habría evolucionado desde el realismo al abstracto o al vanguardista urbano.

Hay un concepto aprendido y enseñado sobre lo que está considerado bello, pero no es único. A menudo veo relojes que me parecen espantosos, pero que alguien evidentemente ha diseñado y el público comprado. También sucede lo mismo con las historias que leemos en libros, la música que escuchamos, o la pintura y escultura que observamos.

Afortunadamente, cada uno opina lo que opina, porque en caso contrario la vida sería monótona, lineal y aburrida.

Y entonces aparecemos nosotros, los aficionados, y nos dedicamos a admirar cada nueva propuesta que las marcas sacan al mercado. Analizamos los componentes, el tipo de acero, el cierre del brazalete, la comodidad en la muñeca, el peso, la precisión del movimiento y varias decenas de puntos más que hace que nuestro raciocinio entre en batalla con algo más fundamental: ¿me gusta o no me gusta? Porque lo que es evidente es que, si una pieza no entra por los ojos, no se compra o por lo menos cuesta mucho más tomar la decisión. Al final, eso es lo que va a alimentar nuestra comprensión del reloj en cuestión cuando lo miremos mil veces al día. Es verdad que existen los intangibles, aquello que no está a la vista, pero de lo que somos conscientes y que ayudan a formar un todo. Sin embargo, si no entra por los ojos, difícil será que nos llene.

Y las marcas lo saben, y tratan de estimularnos constantemente con un nuevo diseño, o una variante del dial, del inserto, de la inclinación de las asas o de lo que se les ocurra. Van con las modas, o fabrican las modas para hacernos caer de nuevo en la tentación y pecar y pecar. Y al final, pecas y compras. Y la caja tiene un nuevo invitado. Y así por los siglos de los siglos, amén.

De todas formas, ¿Qué se puede hacer? Somos volubles, nos atrae la belleza, la novedad. Está en nuestra condición humana y por eso, aunque la razón nos diga que no tiene sentido tener veinte relojes en casa, los miramos al acabar el día y pensamos en lo felices que nos hacen.
 
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y por eso, aunque la razón nos diga que no tiene sentido tener veinte relojes en casa, los miramos al acabar el día y pensamos en lo felices que nos hacen.

La mayoría de mis entradas no son 100% racionales, el corazón suele ser el que decide, por tanto mientras suceda lo que bien plasma en tu última frase, significa estoy haciendo algo que me gusta y me llena... la vida son dos días 😅😅😅
 
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Sin duda es una de las, como decirlo, peculiaridades del mundo moderno. En general no se compra por necesidad, salvo los alimentos, el resto para alimentar nuestro ego quizá y sentirnos mejor. Antes, unos pantalones de lunes a sábado y otro para los domingos... era suficiente... para que más. Ahora eso sería impensable. El capitalismo es lo que tiene, (no lo estoy criticando) pero es la realidad. Nos crean necesidades dónde no las hay.

Recuerdo en la universidad, un profesor de marketing que siempre hacía la misma pregunta:
-tienes un yate?
-No
-Pues entonces necesitas uno, pero aún no lo sabes.

Las marcas saben hacer muy bien su trabajo y yo en lo que se refiere a relojes... que sigan y no paren!!!

Gran reflexión compañero @English87 ... un gustazo leerte!!
 
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Buena reflexión, la verdad que establecer la proporción entre consumismo, estatus, satisfacción personal, afición en cada una de las compras es bastante complejo. Como bien dices con un solo reloj sería suficiente y ni eso hoy en día con el móvil.
 
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Analizamos los componentes, el tipo de acero, el cierre del brazalete, la comodidad en la muñeca, el peso, la precisión del movimiento y varias decenas de puntos más que hace que nuestro raciocinio entre en batalla con algo más fundamental: ¿me gusta o no me gusta? Porque lo que es evidente es que, si una pieza no entra por los ojos, no se compra o por lo menos cuesta mucho más tomar la decisión.

Además que es así 😅 como no te guste...

Muy interesante reflexión!!! 👏👏👏
 
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Muy interesante.
 
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Interesante reflexión.

A mi no me da la cabeza para tanto :D

Simplemente pienso que los humanos creamos objetos, que tienen una utilidad, pero ya de paso los hacemos bonitos.
Y al final nos atraen por su estética, incluso desbordando su funcionalidad.
Igual que otros objetos, típicos de colección, que nos resultan atractivos, como monedas, sellos, o cochecitos de juguete....

Para mi es importante su función, no puedo estar sin poder mirar la hora en la muñeca, aunque para eso no hace falta una caja de relojes. Tampoco es que me hagan felices, simplemente me gustan y los uso, como mis cuchillos de cocina.

Y lo más importante: nos producen estos temas de conversación, reflexiones, y agradables ratos de intercambio entre los que tenemos esto en común.
Pienso que compartir con otros una misma afición, gusto, colejuntación, o lo que sea, la multiplica por 100.
 
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El ser humano tiene una capacidad innata de combinar utilidad con estética hasta el punto de que la segunda supera con creces a la primera llegando hasta límites insospechados. Si el homo sapiens se ha convertido en quien es, para lo bueno y para lo malo, es precisamente por ese desarrollo del intelecto que ha hecho que nuestra especie prevalezca sobre las demás que habitan en este planeta. Y unida a la inteligencia está nuestra capacidad artística que nos lleva a ver lo bello en un objeto que no debería de tener más importancia que su simple función efectiva.

Y así sucede, por ejemplo, con los relojes.

No es mi intención hacer una cronología histórica sobre sus orígenes porque para eso ya hay compañeros muy versados en el tema. Sin embargo, me gustaría reflexionar en la idea de cómo un utensilio que nació para medir la hora se ha convertido en objeto de culto impregnado en nuestra sociedad y símbolo de clase social, añadiendo además rasgos de personalidad, actividades diarias o aficiones.

La inmensa mayoría de los que pululamos por este foro somos buenos aficionados, algunos coleccionistas, otros acaparadores de relojes sin mayor pretensión que poseer aquellas piezas que se nos antojan. La realidad es que poca gente necesita más de un reloj para su día a día, con la excepción de ciertas actividades extremas como submarinismo o alpinismo en alta montaña donde se requieren ciertos parámetros que nos resultan útiles.

Pero entonces, ¿Qué nos impulsa a seguir comprando?

Una respuesta bien plausible podría ser que somos el resultado de un estilo de vida capitalista en el que priva la cantidad por encima de la calidad.

Sin embargo, mi reflexión va por otros derroteros.

Esa capacidad para admirar la belleza de la que hablaba al comienzo bien podría ser la fuente inagotable que nos impulsa a ver más allá del simple objeto práctico y disfrutar deleitándonos con una simple mirada de una sensación que para cada uno de nosotros será diferente.

Valorar si algo nos gusta o no es un concepto individual, ya que la belleza se basa en las percepciones y como tales están sujetas a un proceso químico en nuestro cerebro que hace que nos sintamos atraídos por tal o no.

El David de Miguel Ángel es el prototipo de la belleza masculina en la Grecia clásica, pero muchos podrían decir que no hay para tanto.

Miró está considerado como un pintor vanguardista que expresa un universo personal con una simplicidad pasmosa. Sin embargo, he oído decir infinidad de veces que eso lo hace cualquiera.

Bach está considerado como el máximo exponente del barroco y símbolo de la complejidad en la música clásica. No obstante, algunos entendidos lo descartan en favor de otros compositores más asequibles.

Cuando alguien contempla un reloj, percibe una cantidad de estímulos que pueden diferir notablemente de los que otra persona reciba. Un dial limpio puede parecer sublime para unos y aburrido para otros. Los colores contribuirán a potenciar la atracción o rechazo, e incluso las modas pueden variar nuestras opiniones sobre los gustos adquiridos y de repente gustarnos un dial púrpura que antes considerábamos chillón.

¿Qué decir del tamaño? Ese es uno de los temas más recurrentes en muchas conversaciones, donde dependiendo de la época se ha pasado desde medidas pequeñas en muñecas de varones hasta gigantescas. Hoy en día es muy común ver como los Smart watch deportivos tipo Garmin, Suunto o Polar lucen en muñecas masculinas o femeninas sin tener en cuenta los arquetipos del buen gusto implantados a través de los años.

Y es que, si bien las normas son artificiales y son algo impuesto por una sociedad determinada, la percepción de lo bello es innato y exclusivo de cada individuo. Decir que algo es bonito o no depende del ojo del observador. Si no fuera así, el arte no habría evolucionado desde el realismo al abstracto o al vanguardista urbano.

Hay un concepto aprendido y enseñado sobre lo que está considerado bello, pero no es único. A menudo veo relojes que me parecen espantosos, pero que alguien evidentemente ha diseñado y el público comprado. También sucede lo mismo con las historias que leemos en libros, la música que escuchamos, o la pintura y escultura que observamos.

Afortunadamente, cada uno opina lo que opina, porque en caso contrario la vida sería monótona, lineal y aburrida.

Y entonces aparecemos nosotros, los aficionados, y nos dedicamos a admirar cada nueva propuesta que las marcas sacan al mercado. Analizamos los componentes, el tipo de acero, el cierre del brazalete, la comodidad en la muñeca, el peso, la precisión del movimiento y varias decenas de puntos más que hace que nuestro raciocinio entre en batalla con algo más fundamental: ¿me gusta o no me gusta? Porque lo que es evidente es que, si una pieza no entra por los ojos, no se compra o por lo menos cuesta mucho más tomar la decisión. Al final, eso es lo que va a alimentar nuestra comprensión del reloj en cuestión cuando lo miremos mil veces al día. Es verdad que existen los intangibles, aquello que no está a la vista, pero de lo que somos conscientes y que ayudan a formar un todo. Sin embargo, si no entra por los ojos, difícil será que nos llene.

Y las marcas lo saben, y tratan de estimularnos constantemente con un nuevo diseño, o una variante del dial, del inserto, de la inclinación de las asas o de lo que se les ocurra. Van con las modas, o fabrican las modas para hacernos caer de nuevo en la tentación y pecar y pecar. Y al final, pecas y compras. Y la caja tiene un nuevo invitado. Y así por los siglos de los siglos, amén.

De todas formas, ¿Qué se puede hacer? Somos volubles, nos atrae la belleza, la novedad. Está en nuestra condición humana y por eso, aunque la razón nos diga que no tiene sentido tener veinte relojes en casa, los miramos al acabar el día y pensamos en lo felices que nos hacen.
Sigo pensando que vas por buen camino si quisieras adentrarse en el proceloso mundo de la literatura , no soy quien para ponderar las excelencias / virtudes en la construcción de un texto así pero esta claro q un próximo escalón podría ser una revista literaria , este hilo bien puede ser una reflexión psicológico - filosófica del tiempo. Saludos
 
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Buena reflexión,en esta afición como dice el Gran Cabanillas todo se reduce a lo siguiente, lo que supere 50 euros es vicio.
 
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Sigo pensando que vas por buen camino si quisieras adentrarse en el proceloso mundo de la literatura , no soy quien para ponderar las excelencias / virtudes en la construcción de un texto así pero esta claro q un próximo escalón podría ser una revista literaria , este hilo bien puede ser una reflexión psicológico - filosófica del tiempo. Saludos
Muchas gracias por el cumplido. La verdad es que soy escritor amateur con 19 novelas escritas y auto publicadas, aparte de colaboraciones con revistas con artículos y entrevistas. No me dedico tanto ahora, pero lo hice durante muchos años. Un abrazo y gracias por tus palabras.
 
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Magnífica reflexión amigo José , como se nota que eres escritor… :D por cierto, ya me pasarás uno de tus libros ,me encantaría leer alguno.

Mil gracias por tus palabras y por tu cariño, grande RE y grande @English87 :clap::clap::clap:

Saludos
 
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Buena reflexión en la cual lo cuestionamos todo y todo es cuestionable al final todos buscamos satisfacciones,felicidad o simplemente pasar el tiempo en la búsqueda y compra de un reloj.Somos codiciosos por naturaleza y siempre anhelamos lo que no tenemos.Lo más valioso es el tiempo el cual no tiene precio.
 
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Ufffffff, Jose… venga, ve a darle fuerte a los parches, que tanta reflexión no puede ser buena. 😅🤟🏼
 
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Hola, muy buena reflexión, según mi humilde opinión no somos nada racionales en la adquisición de nuestros relojes, por lo menos yo, los sentimos, nos gustan y nos aportan algo que no nos aportan otras cosas, a mi aunque solo sea verlos en sus cajas, me gustan, el rotarlos, el utilizarlos, me llena, y tengo unos cuantos, de todo tipo y me cuesta mucho vender alaguno aunque se que lo tengo que hacer para adquirir otra pieza.
 
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Hoy en día llevar un reloj para saber la hora es irracional. Podría dar cientos de razónes porque un smartwatch es mejor desde un punto objetivo. Pero si nos adentramos en la subjetividad, cada uno de nosotros tendrá la suya porque su reloj de cuarzo, automático, de cuerda… es mucho mejor. Hoy en día, para casi todo el mundo, el reloj tal como lo entendemos ha pasado a ser una joya, un complemento…y en simulitud a un anillo, a uno le gustará de plata, de oro, de cierta forma y ciertas dimensiones.
 
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Sin duda es una de las, como decirlo, peculiaridades del mundo moderno. En general no se compra por necesidad, salvo los alimentos, el resto para alimentar nuestro ego quizá y sentirnos mejor. Antes, unos pantalones de lunes a sábado y otro para los domingos... era suficiente... para que más. Ahora eso sería impensable. El capitalismo es lo que tiene, (no lo estoy criticando) pero es la realidad. Nos crean necesidades dónde no las hay.

Recuerdo en la universidad, un profesor de marketing que siempre hacía la misma pregunta:
-tienes un yate?
-No
-Pues entonces necesitas uno, pero aún no lo sabes.

Las marcas saben hacer muy bien su trabajo y yo en lo que se refiere a relojes... que sigan y no paren!!!

Gran reflexión compañero @English87 ... un gustazo leerte!!
Estoy de acuerdo en lo que dices, pero añadiría que seguramente haya un componente genético que estimule aún más este sistema.
Como seres humanos, hemos evolucionado al igual que todos los animales, en entornos de escasez y por lo tanto, el no sentirnos satisfechos cuando “estamos llenos” y querer seguir llenando la despensa por si mañana falta, es un comportamiento atávico que poco tiene que ver con la lógica actual, pero tiene todo el sentido del mundo cuando vemos de dónde venimos. Y aquí entra menos los racional y más lo instintivo a la hora de consumir.
No justifico el consumo desmadrado, pero creo que la costumbre de “acumular” y el éxito de la sociedad de consumo sí tiene cierta explicación.
Yo personalmente quiero más relojes 😀
 
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¡Olé por la prosa bien escrita!, da gusto de veras leer un texto pulcro, ordenado y sobre todo correcto.

En cuanto a la reflexión, si tenemos en cuenta que en los animales complejos el sentido estético forma parte del propio instinto de supervivencia y perpetuación, todo tu discurso, compañero, está cargado de coherencia, cuyo mensaje además comparto.

Enhorabuena y gracias por el hilo!!!
 
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Al final, como gran parte de las cosas que hacemos y que rodean nuestro día a día, nada es racional... Y todo tiene un gran componente social - conductual - aprendido según múltiples factores: sociedad en la que vivamos, valores que nos hayan inculcado...

Como bien mencionas, finalmente lo que queda es el proceso químico que hace que tu cuerpo sienta ese estado de "felicidad" o paz al ver, comprar, usar o disfrutar de un reloj en este caso... Pero igual sería con una camisa, con una canción, con un plato de comida o con un libro.

Para mí, dentro del cambio permanente que vivimos con los años, disfrutar de aquello que nos mueva es lo fundamental, que quizás en un rato no estemos por aquí...
 
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Esa capacidad para admirar la belleza de la que hablaba al comienzo bien podría ser la fuente inagotable que nos impulsa a ver más allá del simple objeto práctico y disfrutar deleitándonos con una simple mirada de una sensación que para cada uno de nosotros será diferente.

Valorar si algo nos gusta o no es un concepto individual, ya que la belleza se basa en las percepciones y como tales están sujetas a un proceso químico en nuestro cerebro que hace que nos sintamos atraídos por tal o no.
[...]

Cuando alguien contempla un reloj, percibe una cantidad de estímulos que pueden diferir notablemente de los que otra persona reciba. Un dial limpio puede parecer sublime para unos y aburrido para otros. Los colores contribuirán a potenciar la atracción o rechazo, e incluso las modas pueden variar nuestras opiniones sobre los gustos adquiridos y de repente gustarnos un dial púrpura que antes considerábamos chillón.

¿Qué puedo decir yo que me acabo de comprar un Max Bill?
La sensación de llevar un pedacito de la Bauhaus (porque Max Bil sí que se formó en la Bauhaus) en la muñeca es una sensación que no se paga con dinero.

Y como sin fotos esto no vale... :D

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Respecto a lo de que la "belleza se basa en las percepciones..." y demás, la socilogía francesa tendría mucho que decir la respecto (y discreparía contigo).
 
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Magnífica reflexión amigo José , como se nota que eres escritor… :D por cierto, ya me pasarás uno de tus libros ,me encantaría leer alguno.

Mil gracias por tus palabras y por tu cariño, grande RE y grande @English87 :clap::clap::clap:

Saludos
Muchas gracias, super. Será todo un placer que me leas.
 
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El ser humano tiene una capacidad innata de combinar utilidad con estética hasta el punto de que la segunda supera con creces a la primera llegando hasta límites insospechados. Si el homo sapiens se ha convertido en quien es, para lo bueno y para lo malo, es precisamente por ese desarrollo del intelecto que ha hecho que nuestra especie prevalezca sobre las demás que habitan en este planeta. Y unida a la inteligencia está nuestra capacidad artística que nos lleva a ver lo bello en un objeto que no debería de tener más importancia que su simple función efectiva.

Y así sucede, por ejemplo, con los relojes.

No es mi intención hacer una cronología histórica sobre sus orígenes porque para eso ya hay compañeros muy versados en el tema. Sin embargo, me gustaría reflexionar en la idea de cómo un utensilio que nació para medir la hora se ha convertido en objeto de culto impregnado en nuestra sociedad y símbolo de clase social, añadiendo además rasgos de personalidad, actividades diarias o aficiones.

La inmensa mayoría de los que pululamos por este foro somos buenos aficionados, algunos coleccionistas, otros acaparadores de relojes sin mayor pretensión que poseer aquellas piezas que se nos antojan. La realidad es que poca gente necesita más de un reloj para su día a día, con la excepción de ciertas actividades extremas como submarinismo o alpinismo en alta montaña donde se requieren ciertos parámetros que nos resultan útiles.

Pero entonces, ¿Qué nos impulsa a seguir comprando?

Una respuesta bien plausible podría ser que somos el resultado de un estilo de vida capitalista en el que priva la cantidad por encima de la calidad.

Sin embargo, mi reflexión va por otros derroteros.

Esa capacidad para admirar la belleza de la que hablaba al comienzo bien podría ser la fuente inagotable que nos impulsa a ver más allá del simple objeto práctico y disfrutar deleitándonos con una simple mirada de una sensación que para cada uno de nosotros será diferente.

Valorar si algo nos gusta o no es un concepto individual, ya que la belleza se basa en las percepciones y como tales están sujetas a un proceso químico en nuestro cerebro que hace que nos sintamos atraídos por tal o no.

El David de Miguel Ángel es el prototipo de la belleza masculina en la Grecia clásica, pero muchos podrían decir que no hay para tanto.

Miró está considerado como un pintor vanguardista que expresa un universo personal con una simplicidad pasmosa. Sin embargo, he oído decir infinidad de veces que eso lo hace cualquiera.

Bach está considerado como el máximo exponente del barroco y símbolo de la complejidad en la música clásica. No obstante, algunos entendidos lo descartan en favor de otros compositores más asequibles.

Cuando alguien contempla un reloj, percibe una cantidad de estímulos que pueden diferir notablemente de los que otra persona reciba. Un dial limpio puede parecer sublime para unos y aburrido para otros. Los colores contribuirán a potenciar la atracción o rechazo, e incluso las modas pueden variar nuestras opiniones sobre los gustos adquiridos y de repente gustarnos un dial púrpura que antes considerábamos chillón.

¿Qué decir del tamaño? Ese es uno de los temas más recurrentes en muchas conversaciones, donde dependiendo de la época se ha pasado desde medidas pequeñas en muñecas de varones hasta gigantescas. Hoy en día es muy común ver como los Smart watch deportivos tipo Garmin, Suunto o Polar lucen en muñecas masculinas o femeninas sin tener en cuenta los arquetipos del buen gusto implantados a través de los años.

Y es que, si bien las normas son artificiales y son algo impuesto por una sociedad determinada, la percepción de lo bello es innato y exclusivo de cada individuo. Decir que algo es bonito o no depende del ojo del observador. Si no fuera así, el arte no habría evolucionado desde el realismo al abstracto o al vanguardista urbano.

Hay un concepto aprendido y enseñado sobre lo que está considerado bello, pero no es único. A menudo veo relojes que me parecen espantosos, pero que alguien evidentemente ha diseñado y el público comprado. También sucede lo mismo con las historias que leemos en libros, la música que escuchamos, o la pintura y escultura que observamos.

Afortunadamente, cada uno opina lo que opina, porque en caso contrario la vida sería monótona, lineal y aburrida.

Y entonces aparecemos nosotros, los aficionados, y nos dedicamos a admirar cada nueva propuesta que las marcas sacan al mercado. Analizamos los componentes, el tipo de acero, el cierre del brazalete, la comodidad en la muñeca, el peso, la precisión del movimiento y varias decenas de puntos más que hace que nuestro raciocinio entre en batalla con algo más fundamental: ¿me gusta o no me gusta? Porque lo que es evidente es que, si una pieza no entra por los ojos, no se compra o por lo menos cuesta mucho más tomar la decisión. Al final, eso es lo que va a alimentar nuestra comprensión del reloj en cuestión cuando lo miremos mil veces al día. Es verdad que existen los intangibles, aquello que no está a la vista, pero de lo que somos conscientes y que ayudan a formar un todo. Sin embargo, si no entra por los ojos, difícil será que nos llene.

Y las marcas lo saben, y tratan de estimularnos constantemente con un nuevo diseño, o una variante del dial, del inserto, de la inclinación de las asas o de lo que se les ocurra. Van con las modas, o fabrican las modas para hacernos caer de nuevo en la tentación y pecar y pecar. Y al final, pecas y compras. Y la caja tiene un nuevo invitado. Y así por los siglos de los siglos, amén.

De todas formas, ¿Qué se puede hacer? Somos volubles, nos atrae la belleza, la novedad. Está en nuestra condición humana y por eso, aunque la razón nos diga que no tiene sentido tener veinte relojes en casa, los miramos al acabar el día y pensamos en lo felices que nos hacen.
Gran verdad compañero. 🤔
 
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¿Qué puedo decir yo que me acabo de comprar un Max Bill?
La sensación de llevar un pedacito de la Bauhaus (porque Max Bil sí que se formó en la Bauhaus) en la muñeca es una sensación que no se paga con dinero.

Y como sin fotos esto no vale... :D

Ver el archivos adjunto 2725230


Respecto a lo de que la "belleza se basa en las percepciones..." y demás, la socilogía francesa tendría mucho que decir la respecto (y discreparía contigo).
No estoy muy al corriente acerca de la sociología francesa, pero indagaré un poco para ver y aprender.
Por cierto, ese Max Bill es una belleza. :)
 
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Reacciones: Altai
¡Olé por la prosa bien escrita!, da gusto de veras leer un texto pulcro, ordenado y sobre todo correcto.

En cuanto a la reflexión, si tenemos en cuenta que en los animales complejos el sentido estético forma parte del propio instinto de supervivencia y perpetuación, todo tu discurso, compañero, está cargado de coherencia, cuyo mensaje además comparto.

Enhorabuena y gracias por el hilo!!!
Gracias, compañero, por tus palabras. Me alegra que lo veas así también. Un abrazo.
 
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Reacciones: Jgutie20
Buena reflexión/escritura.
Más de 1 reloj es vicio obviamente.
Pero como todo en la vida si puedes permitirtelo y te gusta, pues por que no .
 
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