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Sin verificar
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A la vista de tu desgracia, me estoy acordando de que a veces (y no me refiero a tí, ni mucho menos) suceden cosas por alguna razón.
Yo, de joven siempre fui "delgaducho", ágil pero delgaducho. Esto suponía siempre que cuando me cruzaba con una señora fondona de las que anda espatarrada y sin darme cuenta no me apartaba a tiempo, recibía un "cuerpazo" que me desplazaba.
Me daba bastante rabia de impotencia, sobre todo por la prepotencia de los gordos a la hora de abrirse paso sin inmutarse cuando otro (yo) venía de frente.
De hecho, esas personas, no solían (no suelen) mirar, simplemente se abren paso y el otro que arree.
Un día llevaba yo una televisión "portátil" de esas que tenía un asa y pesaba lo menos 30 kilos. Y cruzando la calle yendo al servicio técnico, una de esas señoronas venía cara a mí, ajena a lo que me prolongaba mi brazo izquierdo, pero sin inmutarse un mínimo su trayectoria.
Ese día (Ver Tintín en el Tibet -escena en que Milú bebe Wisky- para mejor imágen gráfica) se me aparecieron los dos acompañantes. Mi angelito, en mi lado derecho me decía, "apártate, como siempre haces" Y mi pequeño demonio en el lado izquierdo me decía "que se aparte ella, que tú vas cargado", y dejando al angelito llorando, decidí hacer caso al demonio y acompasando el paso -¡qué malo fuí!- incluso "involuntariamente" eché atrás algo aquel peso para avanzar con cierta inercia.
La gorda recibió un pedazo golpe en la rodilla del que haciendo 45 años... o más, debe acordarse aun. Impasible le dije "perdón, yo tampoco la he visto". ¡Me quedé descansado! Creo que aun cojea.
Bueno, pues mi estado de potencia muscular o masa personal no había aumentado mucho -el tiempo ha entrado en plena contradicción con lo dicho- cuando tuve mi Sub 1680, pocos años después. Y claro, iba evitando continuamente cualquier riesgo, añadido que yo era quien o me apartaba o recibía el gran empujón, de hombro, de cadera, o de lo que fuera, ante la trayectoria impasible del otro.
Un día, será por despiste (lo fue seguro, tanta atención no siempre se puede tener), va y me crucé con uno de estos, hombre en este caso, como la gorda de antes, pero esta vez plenamente inconsciente, cruzamos nuestros relojes. Tras el cruce debieron saltar chispas. Evidentemente lo primero que hice al oir por el suelo rodar un cristal, fue mirar. ¡Mi Rolex estaba sano! El otro fue el que buscaba su cristal por el suelo mientras rodaba. ¡Otro descanso vital! Esta vez sí fue pura casualidad.
Así que, compañero, esto es como el coche nuevo. Lo aparques como lo aparques y donde lo aparques, finalmente vas a encontrarte con un "hachazo". O bien te abre la puerta el todoterreno de al lado como si necesitara 400 kg de fuerza para abrirla, y claro te hunde hasta la moldura, o bien se te sienta una panda de jóvenes con vaqueros de remache, y te rayan el morro o el lateral, o bien, así por las buenas, te encuentras con que -sin papelito- o con un papelito en el que pone "lo siento" -y nada más- llevas un rascón de un lado a otro.
Lo que no debes hacer (ni yo haría eso pese a lo dicho) es castigar con el anónimo si lo provocas tú. Que para eso están los seguros. Y de verdad que lo siento. Los pomos de las puertas entreabiertas son mortales para los cristales de reloj. O de esas puertas que aunque quieras abrirlas tienen algo detrás que las hace rebotar, y crees medir un espacio y queda otro. Y ... ¡crash!
Que no se repita.