No exactamente.
Conmemoran momentos. Momentos buenos y momentos malos. Ni siquiera tienen un excesivo valor económico: mi reloj más valioso es un Breil de cuarzo.
Suelo comprar cosas para conmemorar momentos de vida: el Jazzmaster siempre estará ligado a la muerte de una amiga. Se murió de repente, de la noche a la mañana y no quiero olvidarme de ella. Cada vez que me lo pongo me acuerdo de cuánto me gustaba hablar con ella.
El Casio (que no consigo volver a ponerme) es una marca de lo peor que me pasó el año pasado. Tampoco quiero olvidarme de ello: lo que no me mata me hace más fuerte. El Max Bill (
y la Lamy bronce) es la recompensa por haberme repuesto y por coseguir salir adelante. Tampoco creo que me deshaga de ninguna de las dos plumas. La turmalina (28EUR) representa el esfuerzo y el trabajo que estoy poniendo ahora mismo para terminar la carrea (que no es ni la primera ni la segunda): un embolado que nadie de mi alrededor entiende (y en el que no me apoyan ni lo más mínimo) pero que para mí es muy importante.
Me pasa con otras cosas también: tengo libros de tapa blanda que para mí tienen un valor incalculable porque los asocio con momentos.
El disgusto que me llevé cuando el Swatch Irony dejó de funcionar no se puede describir con palabras. Soy plenamente consciente de que es una tontería pero fui un sábado a hacer horas extras a la fábrica para conseguir dinero para comprarlo. Cada vez que me lo ponía me acordaba de eso. No solo no quiero que se me olviden esas cosas, es que quiero recordarlas de continuo.
Supongo que los psicólogos del foro dirán que no consigo acabar las fases del duelo y sé que tienen razón pero yo soy así y no me apetece cambiar.