Es, sin proponérselo, el tema de conversación del ciudadano de a pie, de banqueros y de economistas sesudos en toda España. Su caso es único y podría suponer un punto y aparte en la normativa sobre embargos. José Antonio Langarita Gil, de 47 años, y su mujer, María Luisa Reche Arias, viven, desde ayer, más relajados y sin ataduras con el pasado. No es para menos. Un tribunal considera que el banco no puede pedirle más dinero por su casa, después de que el año pasado se la embargaran.
La entidad financiera le pedía 28.000 euros por la diferencia entre la tasación primera, que fijó el precio de la hipoteca (71.000 euros), y una segunda realizada para la subasta tras el embargo (42.900 euros). El juez, que debía dar el visto bueno a este proceso automático, decidió intervenir sin el conocimiento del implicado y falló a su favor. Decisión que ahora ha ratificado la Audiencia Provincial de Navarra, por lo que, de momento, Langarita queda libre de ese cargo.
¿Cómo ha recibido la noticia?
No tenía ni idea de nada. No sabía que mi caso estaba en los juzgados. Me he enterado porque me ha llamado mi hermano todo alarmado a ver qué había hecho con la casa y la hipoteca porque le estaban venga llamar preguntando por mí. Me ha pasado un número y eran de Radio Euskadi, que habían leído mi caso en Diario de Navarra. Yo no sabía nada, porque estaba trabajando y me han dado una alegría terrible.
Todo esto ocurre por el embargo de su casa. ¿Cómo llegó a ese punto?
Aunque nací en Zaragoza, llevaba desde los seis años viviendo en Pamplona, en Echavacoiz. Pero, a los años de casarme, decidimos comprarnos una casa en Arróniz, donde tengo buenos amigos. Fue en marzo de 2006. Era nuestra primera casa en propiedad y todo fue bien hasta 2009. Tenía una cuota mensual de la hipoteca de 450 euros al mes y ese año no pude hacerle frente.
Todo por el coche. En dos meses tuve tres averías graves, de 1.400, 1.700 y 2.000 euros cada una. Mi mujer me decía que lo vendiera y punto, pero lo necesitaba para trabajar. Tenía cuatro años y me había costado cuatro millones de las antiguas pesetas. Pero resultó ser un pozo.
¿Fue entonces cuando dejó de pagar la hipoteca?
Sí. No pude afrontar ningún pago ese año y, al final, en febrero de 2010 entregué las llaves. Desde entonces tengo una casa alquilada en Allo, aunque hacemos poca vida allí porque voy a Pamplona a trabajar todos los días.
¿Fue duro el embargo?
Ya me lo esperaba porque habíamos dejado de abonar las cuotas. Lo duro fue todo el año anterior, sin poder pagar, con las notificaciones del banco y, después el juicio. Nos dieron ocho meses para entregar las llaves. Después, intenté llegar a un acuerdo con ellos, para volver a empezar con las cuotas, pero me dijeron que la deuda había subido mucho por los intereses.
Su casa fue subastada pero finalmente se la quedó el banco.
Lo sé. Estuve presente en la subasta y no fue nadie, así que se la adjudicó el banco.
Pero entonces nadie me dijo nada de que tenía que pagar por encima. Fue a los dos o tres meses que me quedaba pendiente una deuda de más de 20.000 euros.
¿Había comenzado a pagarla ya?
No, no. No podía porque tenía la nómina y la declaración de la renta de ese año embargadas para pagar los gastos de abogados del juicio, que eran de unos 3.000 euros. Y, según creo, hasta que no pagara eso no podían embargarme la nómina otra vez.
Su caso es noticia a nivel nacional. ¿Se esperaba esta repercusión?
Me han llamado de un montón de radios y televisiones. Llevo todo el día dando entrevistas. Sólo sé que mi mujer y yo estamos muy contentos. Parece que, de momento, esto está solucionado, aunque supongo que el banco no se quedará parado