Me he quitado el reloj para acostarme y he tenido un último impulso de revisar lo que se van a encontrar mis nenes al despertar. Con él en la mano acabo de repasar la base del árbol llena de ilusión engalanada para ellos: regalos, notas de Olentzero y Rodolfo el reno, huellas, zanahorias roídas, restos de polvorón y vino... La escenografía dispuesta para mantener en mis hijos la fantasía de que somos lo mejor que podemos ser. Pero he bebido demasiado... o demasiado poco, para no pensar en esos otros niños y niñas: los de Gaza, los de Ucrania, los de Sudán, los de Gaza, los de... Y en calzoncillos, con el reloj en la mano, he decidido, imaginad la carambola mental, hacerle una foto con la tierra, la tierra esculpida para que parezca huella fabulosa de reno, pero que en tantos sitios hoy solo sirve para enterrar. Y aquí estoy, compartiéndola en un espacio que quizá no tenga nada que ver con lo que acabo de contar o sentir, pero al que mi pensamiento ha llegado porque es un lugar donde nadie permitiría morir niños, donde sus habitantes solo son gente que quiere compartir su ilusión, con amabilidad, sin estridencias, disfrutando y haciendo disfrutar. Ojalá todos los lugares fueran como éste.
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Disculpad la perorata, no sé cuánto hay en ella de inoportuno, "offtopic" o lo que sea, pero así ha salido y así se queda.
En todo caso, Feliz Navidad, se os quiere por aquí.