6aly
Habitual
Sin verificar
El tonto del pueblo
Ayer el día del libro me dio por escribir este un nuevo cuento, el que está vinculado con otro de mis cuentos, Estofado de burro Catalán.
El cual encontraréis entre mis Apuntes de relojero 1967-2021 Galy.
Como cada día se tras un ligero desayuno Nauj, se dirigía a su labor diaria, hacia el taller que regentaba como autónomo, y como de costumbre se fue encontrándose los que como el hacían lo mismo, y para no variar saludaba al tonto del pueblo, el cual era familiar lejano, y como de costumbre se encontraba de buena mañana apoltronado fumando un caliqueño (puro), y ahumando a todo aquel que le saludaba, un día al preguntarle que hacía me contesto aquí esperando, esperando a que, si aunque no me llamo Paco, esperando a que me llamen Pacome. JE,JE,JE, y va y me dice, acuérdate hoy de trabajar una hora más, a lo que le contesto, pues te parecen, a pocas las horas que hacemos los autónomos, para sobrevivir, para qué quieres que trabajemos un ahora más, pues para qué va a ser para que me puedan pagar la pensión, y me pueda seguir saludarlo a ustedes cada día, mientras espero que me llamen, Pacome. JE,JE,JE, Aquella respuesta hizo pensar a Nauj, quien era el tonto del pueblo, él o Nauj que reparaba relojes, y que trabaja, una hora al día si de 8 de la mañana a 9 de la noche.
Aquello le hizo reaccionar, porque no buscar la forma de vivir del cuento sin trabajar, por lo que se puso escribir cuentos sin conseguirlo, puesto que penso, abra alguna otra manera, y recordó el dicho el más tonto de mi pueblo hace relojes, y porque no supuso hacer relojes, pero fue tan tonto, tan tonto, que hizo relojes que no daban la hora, daban en que reflexionar, lo que molesto al sector relojero, influyentes, curas y políticos y demás, dejando de uno más en el sector dela relojería, a ser un Paria, y de ser el relojero del pueblo a ser el Loco de los relojes, con tal mala suerte que por loco hasta la iglesia lo condeno a no reparar el reloj de la iglesia, y los que mandan la ley mordaza le aplicaron, y el sector relojero lo desterró, y como aun paria lo trato, y de nuevo como cuando era niño así sobrevivo, como un trapero con el reciclaje.
En fin, el relojero que quiso dejar de trabajar una hora al día, buscando la forma de vivir como un Rey, ni más ni menos que como el tonto del pueblo, no lo consiguió, miento sí que lo consiguió, pero para ellos tuvo que esperar a la jubilación.
Firmado el Tonto del pueblo que hacia relojes que no daban la hora daban en que pensar.
Algunos me recordaréis, de las ferias, soy aquel vendedor de las fiambreras repletas de muralla.
Nauj.
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