Los primeros dispositivos para medir el tiempo fueron los relojes de sol, que utilizaban la posición del sol en el cielo para estimar la hora del día. Por supuesto, esta estimación dependía de la ubicación geográfica y de la estación del año, por lo que no era muy precisa.
Con el tiempo, se inventaron relojes más precisos, como los relojes de agua (clepsidras) y los relojes de arena. Estos aún dependían de estimaciones y ajustes basados en observaciones astronómicas.
Finalmente, en el siglo XIV, se inventaron los relojes mecánicos. Estos relojes usaban un sistema de engranajes y un péndulo o un escape para mantener un tiempo más constante y preciso. Aún así, estos relojes necesitaban ser ajustados regularmente según las observaciones astronómicas hasta que los avances tecnológicos permitieron un tiempo más preciso.
En resumen, la persona que "inventó" el reloj no simplemente miró un reloj existente para saber la hora. En cambio, la idea de la hora y la invención de los relojes evolucionaron a lo largo del tiempo a través de la observación de los ciclos naturales y de las innovaciones tecnológicas