boga
Habitual
Sin verificar
Os voy a explicar un encuentro mágico que he tenido este verano, bajo el agua.
De hecho, han sido dos encuentros mágicos.
El primero lo tuve junto a nuestro compañero forero Marc, que ha empezado a bucear no hace mucho. Me ofrecí a enseñarle los fondos de las islas Medas, que conozco bien. Y allí vino.
Aproveché para pasarle un Scaphandre que me habían dejado, para probarlo bajo el agua. Él lo llevó ese día. Y en alguna inmersión más. El Scaphandre es una edición especial, que se ha hecho en el foro Hablemos de Relojes, del "homenaje" (o como le queráis llamar) de San Martin al Omega Ploprof.
Aquí, en el momento que se lo dí (yo, llevaba el Seiko Samurai).
Y en el barco, yendo hacia el túnel del Dofí.
Os dejo un par de fotos, buceando. No hay más, porque yo no hago fotos bajo el agua. Tuvimos suerte de que coincidimos con una buena fotógrafa, que me había acompañado el día anterior, y le pedí que nos hiciese unas fotos, a los dos, y a los relojes.
Aquí Marc y un servidor (yo, soy el de la derecha). Marc ya lleva el Scaphandre (con una NATO naranja y negra), en la muñeca derecha.
Los dos, enseñando los relojes (y los otros instrumentos que llevo: una brújula y dos ordenadores de buceo, en el antebrazo izquierdo, un Mares y un Suunto).
Un detalle de los relojes (en nuestras muñecas derechas). El Scaphandre, en primer plano. Luego, mi Aqualand I (al lado de la brújula). En la muñeca izquierda de Marc, su Aqualand I (él también lleva ordenador de buceo, otro Mares).
Fijaos en una cosa: el dial de mi Aqualand no se ve, mientras que el de Marc, sí. Eso se debe al efecto de reflexión que produce la diferente densidad del agua y el aire que hay tras el cristal. Cuando se llega a un determinado ángulo de visión, el cristal del reloj se convierte en un espejo. Si el reloj estuviese lleno de aceite (con lo que la densidad interior y exterior serían similares), eso no se produciría.
Estas fotos nos las hicieron después del primer encuentro mágico que os comentaba, que tuvimos en el interior del túnel del Delfín. Las islas Medas, al ser parque natural, es de los pocos sitios donde se pueden ver meros (debido a la pesca submarina, que los ha diezmado fuera de las zonas protegidas), y estos no tienen miedo a los buceadores. Pues en ese túnel, descansando sobre una roca plana, ví un mero especialmente confiado.
Me acerqué con cautela, y ví que no se marchaba. Y, con mucho cuidado, comencé a acariciarlo. El pez no se fue, y como ví que estaba muy tranquilo, le señalé a Marc (bajo el agua no podemos hablar), si quería tocarlo. Así lo hizo. A nuestro lado estaba esa fotógrafa, que hizo bastantes fotos. Pero no me las ha enviado.
Y os explico eso porque el día anterior tuve un encuentro parecido (no penséis que me pasa muy a menudo, pues estos han sido los dos únicos encuentros de este verano de este tipo), con otro mero. Y en este, sí que me hicieron fotos.
Al mero que os he explicado, no lo conocía (de hecho, es difícil reconocer un mero); pero a este segundo, sí. Además de que los meros son animales territoriales, que siempre viven en una misma zona (que protegen de otros meros), a este se le conoce porque le falta la aleta pectoral derecha. Como al pez payaso Nemo, de la película. Y así se le conoce: como Nemo.
Pues volviendo de una inmersión profunda en un lugar llamado "la Pedra de Deu", con esta fotógrafa; y después de haber hecho la descompresión, cuando estábamos a punto de ir hacia el barco; ví, cinco metros debajo de mí -aguantándose entre aguas, junto a la pared- al mero Nemo.
Le señalé a mi compañera que bajase un poco, y me acerqué al pez. Nemo me miraba, con esa cara inexpresiva de los peces, pero que yo ya casi sé interpretar.
Suavemente, y casi sin moverme, extendí la mano, y le acaricié el costado derecho.
Como ví que el animal no se mostraba asustadizo, pasé mi mano por su boca. La boca de un mero es inmensa, y tremendamente fuerte. Aunque no tiene dientes que puedan morder y hacer grandes heridas, sus labios tienen una consistencia muy rasposa, y podría llegar a hacer daño.
En estas fotos no se puede ver la aleta derecha, que le falta. Sería igual que la que enseña, en el lado izquierdo. Fijaos que, pese a que le toco en un lugar tan sensible como es su cara, el mero no tiene las aletas dorsales levantadas, señal de que está confiado.
En esta foto, en la que acaricio a Nemo bajo su boca, se puede ver perfectamente el Aqualand I. Ese día, llevaba yo el Scaphandre; pero lo llevaba en la muñeca izquierda, junto al ordenador (ese día buceé con Nitrox, y no llevaba el ordenador Suunto, que es muy antiguo, y no me hace los cálculos con esas mezclas).
Esta foto, en la que también se ve perfectamente el Aqualand, es la que más me gusta.
Y, para terminar, y viendo que Nemo seguía muy tranquilo, hice algo que nunca había hecho: Le dí un beso en los morros. En la foto, podéis verme muy cerca de él. Después, me quité el regulador, y le dí un besito. Desgraciadamente (y pese a que lo hice muy lentamente), parece ser que la fotógrafa no captó ese momento (no me ha enviado ninguna foto).
Después de todo este rato (unos cinco minutos), dejamos a Nemo en su reinado, y nos fuimos, felices por la experiencia, al barco.
El año pasado tuve otro encuentro mágico con el mismo mero. Ese día, no tenía ningún fotógrafo a mi lado. Pero un buzo, que llevaba una cámara de vídeo, vió y grabó parte de la escena. Aquí tenéis el momento (en esta ocasión, se ve el lado derecho del mero. Si os fijáis bien, veréis que le falta esa aleta pectoral).
Nemo estaba prácticamente en el mismo sitio en el que lo encontré este año, donde me hicieron las fotos.
Este ejemplar no es especialmente grande (yo creo que aún tiene que crecer). Para que veáis el tamaño que puede alcanzar un mero, si se le deja crecer, miradme, nadando al lado de otro mero. También en las islas Medas. Allí, estos animales no nos tienen miedo; aunque no están cerca de nosotros porque se les dé de comer (está completamente prohibido). Sencillamente, se dan cuenta de que los buceadores no somos un peligro para ellos, y allí pueden seguir siendo los reyes de las profundidades.
Aquí Marc y yo, después de la primera inmersión que os he explicado.
Y un detalle de mi Aqualand, y del Scaphandre.
Las maravillosas islas Medas.
Voy a terminar el hilo poniendo dos fotos más del Scaphandre, que hice durante los días que lo utilicé. Es un reloj que me sorprendió, pues sus dimensiones me hacían pensar que sería mucho más incómodo. Es voluminoso, pero llevable, pese a que no tengas una muñeca grande, como la mía.
La primera, a poca profundidad. Jugando con las deformaciones que le da el agua.
Y la segunda, la otra foto que me han podido hacer bajo el agua con él, otro día que coincidí con otro fotógrafo.
Si véis mis muñecas, impresiona. Pero, en realidad, la herramienta importante es el ordenador Mares (el cuadrado) que está en mi brazo izquierdo. Ese es el que me marca los tiempos de no descompresión, o lo que debo esperar hasta salir a superficie (además del tiempo de inmersión, la profundidad y la temperatura, entre otras cosas).
A su derecha está el ordenador Suunto, que llevo como backup, en caso de avería del Mares. En el antebrazo derecho llevo, primero, el Scaphandre (que sólo lo llevaba para probarlo, ya que únicamente mide el tiempo). A su lado, el Aqualand I (backup del backup, y que llevo básicamente porque me gustan los relojes), que también mide la profundidad. Y por último, la brújula. Otro instrumento importante, pero que si tienes orientación y conocimiento de la zona, sólo miro esporádicamente.
En el ordenador, podéis ver que esta foto se hizo a 12 metros (volviendo, ya, de la parte profunda).
Y aquí tenéis una foto en la que se ven los dos relojes y el ordenador Mares, después de otra inmersión. Veréis quel ordenador marca que llegué a los 36,2 metros. Que el tiempo de inmersión fueron 48 minutos, y que la temperatura mínima del agua fue de 17º. El Aqualand marca que llegó a 36,7 metros (como los llevo en diferentes manos, nunca marcan la misma profundidad). Al Scaphandre le puse, en ese buceo, una NATO seatbelt negra.
Esta foto, sólo de los relojes, es de una de las inmersiones que hice con Marc. Podés ver que yo llegué a los a 30 metros de profundidad; y Marc, a 29
Bueno, espero que os haya gustado la experiencia.
Acabo el hilo con una foto "en seco", del Scaphandre. En esta ocasión, con una tropic Naranja, que tengo preparada para otro diver.
De hecho, han sido dos encuentros mágicos.
El primero lo tuve junto a nuestro compañero forero Marc, que ha empezado a bucear no hace mucho. Me ofrecí a enseñarle los fondos de las islas Medas, que conozco bien. Y allí vino.
Aproveché para pasarle un Scaphandre que me habían dejado, para probarlo bajo el agua. Él lo llevó ese día. Y en alguna inmersión más. El Scaphandre es una edición especial, que se ha hecho en el foro Hablemos de Relojes, del "homenaje" (o como le queráis llamar) de San Martin al Omega Ploprof.
Aquí, en el momento que se lo dí (yo, llevaba el Seiko Samurai).
Y en el barco, yendo hacia el túnel del Dofí.
Os dejo un par de fotos, buceando. No hay más, porque yo no hago fotos bajo el agua. Tuvimos suerte de que coincidimos con una buena fotógrafa, que me había acompañado el día anterior, y le pedí que nos hiciese unas fotos, a los dos, y a los relojes.
Aquí Marc y un servidor (yo, soy el de la derecha). Marc ya lleva el Scaphandre (con una NATO naranja y negra), en la muñeca derecha.
Los dos, enseñando los relojes (y los otros instrumentos que llevo: una brújula y dos ordenadores de buceo, en el antebrazo izquierdo, un Mares y un Suunto).
Un detalle de los relojes (en nuestras muñecas derechas). El Scaphandre, en primer plano. Luego, mi Aqualand I (al lado de la brújula). En la muñeca izquierda de Marc, su Aqualand I (él también lleva ordenador de buceo, otro Mares).
Fijaos en una cosa: el dial de mi Aqualand no se ve, mientras que el de Marc, sí. Eso se debe al efecto de reflexión que produce la diferente densidad del agua y el aire que hay tras el cristal. Cuando se llega a un determinado ángulo de visión, el cristal del reloj se convierte en un espejo. Si el reloj estuviese lleno de aceite (con lo que la densidad interior y exterior serían similares), eso no se produciría.
Estas fotos nos las hicieron después del primer encuentro mágico que os comentaba, que tuvimos en el interior del túnel del Delfín. Las islas Medas, al ser parque natural, es de los pocos sitios donde se pueden ver meros (debido a la pesca submarina, que los ha diezmado fuera de las zonas protegidas), y estos no tienen miedo a los buceadores. Pues en ese túnel, descansando sobre una roca plana, ví un mero especialmente confiado.
Me acerqué con cautela, y ví que no se marchaba. Y, con mucho cuidado, comencé a acariciarlo. El pez no se fue, y como ví que estaba muy tranquilo, le señalé a Marc (bajo el agua no podemos hablar), si quería tocarlo. Así lo hizo. A nuestro lado estaba esa fotógrafa, que hizo bastantes fotos. Pero no me las ha enviado.
Y os explico eso porque el día anterior tuve un encuentro parecido (no penséis que me pasa muy a menudo, pues estos han sido los dos únicos encuentros de este verano de este tipo), con otro mero. Y en este, sí que me hicieron fotos.
Al mero que os he explicado, no lo conocía (de hecho, es difícil reconocer un mero); pero a este segundo, sí. Además de que los meros son animales territoriales, que siempre viven en una misma zona (que protegen de otros meros), a este se le conoce porque le falta la aleta pectoral derecha. Como al pez payaso Nemo, de la película. Y así se le conoce: como Nemo.
Pues volviendo de una inmersión profunda en un lugar llamado "la Pedra de Deu", con esta fotógrafa; y después de haber hecho la descompresión, cuando estábamos a punto de ir hacia el barco; ví, cinco metros debajo de mí -aguantándose entre aguas, junto a la pared- al mero Nemo.
Le señalé a mi compañera que bajase un poco, y me acerqué al pez. Nemo me miraba, con esa cara inexpresiva de los peces, pero que yo ya casi sé interpretar.
Suavemente, y casi sin moverme, extendí la mano, y le acaricié el costado derecho.
Como ví que el animal no se mostraba asustadizo, pasé mi mano por su boca. La boca de un mero es inmensa, y tremendamente fuerte. Aunque no tiene dientes que puedan morder y hacer grandes heridas, sus labios tienen una consistencia muy rasposa, y podría llegar a hacer daño.
En estas fotos no se puede ver la aleta derecha, que le falta. Sería igual que la que enseña, en el lado izquierdo. Fijaos que, pese a que le toco en un lugar tan sensible como es su cara, el mero no tiene las aletas dorsales levantadas, señal de que está confiado.
En esta foto, en la que acaricio a Nemo bajo su boca, se puede ver perfectamente el Aqualand I. Ese día, llevaba yo el Scaphandre; pero lo llevaba en la muñeca izquierda, junto al ordenador (ese día buceé con Nitrox, y no llevaba el ordenador Suunto, que es muy antiguo, y no me hace los cálculos con esas mezclas).
Esta foto, en la que también se ve perfectamente el Aqualand, es la que más me gusta.
Y, para terminar, y viendo que Nemo seguía muy tranquilo, hice algo que nunca había hecho: Le dí un beso en los morros. En la foto, podéis verme muy cerca de él. Después, me quité el regulador, y le dí un besito. Desgraciadamente (y pese a que lo hice muy lentamente), parece ser que la fotógrafa no captó ese momento (no me ha enviado ninguna foto).
Después de todo este rato (unos cinco minutos), dejamos a Nemo en su reinado, y nos fuimos, felices por la experiencia, al barco.
El año pasado tuve otro encuentro mágico con el mismo mero. Ese día, no tenía ningún fotógrafo a mi lado. Pero un buzo, que llevaba una cámara de vídeo, vió y grabó parte de la escena. Aquí tenéis el momento (en esta ocasión, se ve el lado derecho del mero. Si os fijáis bien, veréis que le falta esa aleta pectoral).
Nemo estaba prácticamente en el mismo sitio en el que lo encontré este año, donde me hicieron las fotos.
Este ejemplar no es especialmente grande (yo creo que aún tiene que crecer). Para que veáis el tamaño que puede alcanzar un mero, si se le deja crecer, miradme, nadando al lado de otro mero. También en las islas Medas. Allí, estos animales no nos tienen miedo; aunque no están cerca de nosotros porque se les dé de comer (está completamente prohibido). Sencillamente, se dan cuenta de que los buceadores no somos un peligro para ellos, y allí pueden seguir siendo los reyes de las profundidades.
Aquí Marc y yo, después de la primera inmersión que os he explicado.
Y un detalle de mi Aqualand, y del Scaphandre.
Las maravillosas islas Medas.
Voy a terminar el hilo poniendo dos fotos más del Scaphandre, que hice durante los días que lo utilicé. Es un reloj que me sorprendió, pues sus dimensiones me hacían pensar que sería mucho más incómodo. Es voluminoso, pero llevable, pese a que no tengas una muñeca grande, como la mía.
La primera, a poca profundidad. Jugando con las deformaciones que le da el agua.
Y la segunda, la otra foto que me han podido hacer bajo el agua con él, otro día que coincidí con otro fotógrafo.
Si véis mis muñecas, impresiona. Pero, en realidad, la herramienta importante es el ordenador Mares (el cuadrado) que está en mi brazo izquierdo. Ese es el que me marca los tiempos de no descompresión, o lo que debo esperar hasta salir a superficie (además del tiempo de inmersión, la profundidad y la temperatura, entre otras cosas).
A su derecha está el ordenador Suunto, que llevo como backup, en caso de avería del Mares. En el antebrazo derecho llevo, primero, el Scaphandre (que sólo lo llevaba para probarlo, ya que únicamente mide el tiempo). A su lado, el Aqualand I (backup del backup, y que llevo básicamente porque me gustan los relojes), que también mide la profundidad. Y por último, la brújula. Otro instrumento importante, pero que si tienes orientación y conocimiento de la zona, sólo miro esporádicamente.
En el ordenador, podéis ver que esta foto se hizo a 12 metros (volviendo, ya, de la parte profunda).
Y aquí tenéis una foto en la que se ven los dos relojes y el ordenador Mares, después de otra inmersión. Veréis quel ordenador marca que llegué a los 36,2 metros. Que el tiempo de inmersión fueron 48 minutos, y que la temperatura mínima del agua fue de 17º. El Aqualand marca que llegó a 36,7 metros (como los llevo en diferentes manos, nunca marcan la misma profundidad). Al Scaphandre le puse, en ese buceo, una NATO seatbelt negra.
Esta foto, sólo de los relojes, es de una de las inmersiones que hice con Marc. Podés ver que yo llegué a los a 30 metros de profundidad; y Marc, a 29
Bueno, espero que os haya gustado la experiencia.
Acabo el hilo con una foto "en seco", del Scaphandre. En esta ocasión, con una tropic Naranja, que tengo preparada para otro diver.