
psingularis
Forer@ Senior
Sin verificar
Pues resulta que servidor iba en el autobús urbano. En él iba un yayo que se ayudaba con un bastón para mantenerse apenas derecho. Y en un asiento de los reservados a yayos, embarazadas y minusválidos (o como se diga ahora, que esa es otra) se acomodaba a lo grande lo que parecía un oso, aunque no tan inteligente como el plantígrado que se cita. En un alarde de temeridad, le indiqué al animal que ocupaba un asiento que correspondía al yayo en cuestión. El oso se despachó diciéndome que me metiera en mis asuntos. Le respondí que este era un asunto mío y de cualquier ciudadano con principios. No sé a qué le sonaría lo de ciudadano o lo de principios, pero hizo que el humanoide (u “osoide”, que ya no sé qué pensar) me ofreciera, tal cual se escribe, dos hostias. Naturalmente, decliné el ofrecimiento y añadí, temerariamente también, que otras veces me habían ofrecido cuatro y no las había querido. A todo esto, la parroquia se interesaba en la discusión y algún parroquiano se rio (o rió como se escribía cuando había formalidad, que esta también es otra) lo que hizo aumentar la violencia, por ahora verbal, del humanoide. Pero se levantó profiriendo un rugido espantoso y cedió el asiento al yayo. Y lo bonito del caso es que el yayo se había bajado del autobús. Las cosas.