No he visto el vídeo, pero me he puesto a pensar sobre lo que has escrito... nunca debí entrar en este hilo.
Einstein nos enseñó que el tiempo no es absoluto ni fluye uniforme. Es una dimensión entrelazada con el espacio, formando el espacio-tiempo, un todo dinámico deformada por la masa y la energía.
El tiempo es el constructo humano que permite ordenar eventos causalmente: el pasado influye en el presente, que influye en el futuro.
Es el escenario en el que sucede el universo, es la conciencia que registra cambio, memoria y anticipación, es el río en el que navega nuestra existencia.
Los relojes nos ayudan a crear el tiempo, son máquinas que miden el cambio mediante procesos físicos estables y periódicos como las oscilaciones mecánicas, los péndulos o las fuentes de cesio y lo convierten en algo cuantificable: segundos, minutos, horas.
Ordenan la realidad, revelan la relatividad de Einstein (los relojes atómicos en los satélites GPS deben corregir su marcha respecto a los terrestres por la menor gravedad que moldea el espacio-tiempo a su alrededor), reflejan la dirección de la entropía como una flecha, si retrocediesen estarían violando la segunda ley de la termodinámica, y en este foro respetamos las leyes de la termodinámica!
El acto de medir/observar un sistema puede alterar su estado en mecánica cuántica.
Un reloj ultra-preciso que intentara medir intervalos de tiempo cercanos al tiempo de Planck necesitaría tanta energía concentrada que curvaría el espacio-tiempo localmente, alterando el mismo flujo temporal que pretende medir de manera significativa.
Al fijar la mirada en un reloj, enfocamos nuestra conciencia en un instante que ya ha pasado cuando lo percibimos. Creamos un "ahora" artificial y estático en nuestra mente, detenemos de manera simbólica el flujo que intentamos capturar. La obsesión con medir el tiempo puede alterar nuestra experiencia subjetiva del tiempo, acelerándola (ansiedad) o ralentizándola (aburrimiento).
Afortunadamente no podemos percibir los cambios cuánticos del tiempo y el mundo de probabilidades en el que se mueve a unas escales inimaginables.
De ser capaces tendríamos muchos problemas, el flujo lineal del tiempo se desvanecería, perderíamos la continuidad, veríamos como parpadea el caos, perderíamos la imagen continua que vemos, sería algo borroso.
Los límites entre el pasado, el presente y el futuro se difuminarían, los procesos no tendrían una dirección clara.
El tiempo es el promedio de billones, trillones de eventos cuánticos, ver cada fluctuación carece de sentido, sería como tratar de escuchar una orquesta sinfónica escuchando independientemente cada vibración de cada átomo de cada instrumento, nuestro cerebro evolucionó para percibir un mundo estable.
Percibirlo a nivel cuántico sería terrible para nuestro cerebro, nos llevaría a una incapacidad para formar una narrativa coherente de la realidad (aunque esto que estoy escribiendo empieza a fusionarse con esa incoherencia).
Resumiendo este monólogo que no sé si he sabido expresar bien:
Somos crononautas atrapados en el río de la vida, intentamos cartografiar su cauce usando herramientas hechas del mismo río, sabiendo que cada medición altera la corriente.
La contemplación del tiempo, con sus relojes y sus abismos cuánticos, es una contemplación de nosotros mismos como seres finitos en un universo inabarcable.
¿Tienen alma los relojes? Porqué no.