Esto es sencillo. Hay cada vez más personas a las que han convencido de muchas cosas. Muchas en todos los ámbitos de la vida. Desde beber dos litros de agua (tengas un peso de 35 kg o de 140... -yo creía en lo de las proporciones...-), hacer que los perros sean veganos (si lo encontráis escuchad al argentino ese que lo comenta con énfasis propio de aquellas tierras), pero va y nadie se va a vivir a un pueblo de la España vaciada, cultivando sus propias cebollas, coliflores y yute, algodón, frutas y tal, de modo que se vistan con lo que cultivan, coman lo que no coman que lo usen de abono, combustible, leña, vestidos y lo que sea necesario. Eso sí, sin teléfono que genera ondas herzianas perjudiciales (obviamente algo perjudiciales son) sin luz eléctrica, que hasta las placas solares polucionan, cuando se fabrican y cuando se reciclan, sin coches, sin más transporte que los pies (sin burro, mula o caballo, sin buey, sin vaca, sin conejos, sin gallinas) y viviendo realmente de modo que no perjudiques el ambiente, de forma absolutamente ecológica.
Claro que sin médico, sin medicinas, que para eso está la naturaleza, los poleos de hierbas del monte y la miel de los panales... ¿seguro que se permiten robar miel que es el alimento de las abejas?
Porque, lo de ser ecologista solo con las vacas pero usar petróleo para todo (ropa, combustible, desplazamientos, suelas de los zapatos -no de piel, ¡horror!- pero sí de hidrocarburos, y lo de ir de viaje en avión, eso sí, siempre que los asientos no sean de piel claro.
Ya te imaginas lo que pienso.
Que la coherencia o es coherente o no es coherencia.
De momento, los pueblos, despoblados.
Usa las cosas racionalmente. Los conejos después de ser comidos, dejan piel. ¿No se puede hacer un abrigo? Idem de las vacas, de los cerdos, y de tantos animales.
Coherencia, coherencia...