Hola y buenas noches ya por la mañana...!
Caía a plomo frío el final de la tarde. Tanto que me pesaba demasiado tener que dejar atrás un domingo sin gloria, ni tampoco pena, así que para entonar un poco la empinada escalera que me acerca al lunes nada mejor que una buena compañía. Me encerré a cal y canto en mi leonera particular, saqué un habano de los que nunca traje de Cuba y.......
Pero bueno ¿qué demonios estoy escribiendo si nunca he fumado ni un simple cigarrillo? Algo me ha trastornado y no es la vuelta del reloj que inexorable alcanza otra vez la
L tras dejar atrás la
O.
Busco remedio. Necesito compañía. La que necesito no tiene remedio y el remedio no lo necesito. Ya está. ¿Quién me alegra en aquellos momentos tristes en que mirando desde la barandilla hacia abajo pienso que lo mejor es tirarme de cabeza y romperme las zapatillas de felpa...porque, debo decir que la barandilla no tiene más que unos 70 cm de altura sobre el suelo. ¿Quién me alegra? Como te conozco sé que lo estás pensando...que
joío, por eso andamos por aquí y sin zapatillas por si acaso.
Pero tiene que ser ración doble, necesito una dosis de caballo, no un caballo de dosis que no sé montar...
Y ahí están. Fieles. Seguras. Admirables. Etc...Etc...Etc...Pero faltaba él. Él que lleva tiempo suspirando por ver la luz brillante de la mañana y pasear entre trinos y revoloteos de zorzales y humos de camiones que todo es digerible. Y se puso a su lado.
Ahora, subida la escalera, y en la cima del estrenado lunes me tiro en plancha y levito como la pluma de un colibrí que al caer va dejando espirales de mil colores.
Ahí están. Hoy les toca a ellas y a él. Pasearán gozosas, ellas en mi bolsillo, y él en mi muñeca...Poco a poco, en el aire de esta mi leonera comienzan a bailar unas suaves notas que juntas entre si dejan un recuerdo...
Muñequita linda, de cabellos de oro, de dientes de perlas, labios de rubi....
Y yo tan feliz.