
Bryan Watches
Habitual
Sin verificar
La Nochebuena estaba pululante de borrachos efusivos, y el cielo revestido de colores auspiciados por fuegos artificiales, yo me disponía como casi siempre a ir al bar del barrio a conseguir unas cervezas, cuando de repente un amigo, de esos que en lugar de ser amigos son hermanos: me hizo una llamada. ¡Sí, ya sé! Esta parece una historia repetida o calcada de la anterior presentación, ¿Pero qué hacemos si a mi me cupo en suerte esta forma o este modo de recibir las buenas nuevas?
Lo cierto es que mi amigo me pidió que pernoctara en breve a su casa porque debía comentarme algo. Sin reparo alguno, mi cerebro dio la orden a mi cuerpo para que se dispusiera a desplazarse en la dirección correcta, la misma que me llevaría al destino proyectado. Y fue así, que después de caminar un número de pasos llegué hasta su puerta. Él me esperaba afuera, su familia estaba adentro de la cálida morada ajustando los detalles para comenzar la cena.
Después de un saludo estrepitoso y también desenfadado, vi que realmente no tenía nada para comentarme, pero tal vez, queriendo resarcir su "vil engaño", le pidió a sus manos entregarme una pequeña caja, y casi que al instante de finiquitar la acción, acompañó su gesto con el término adecuado para estas fechas: ¡Feliz Navidad!
Posterior a ello, me dijo que tenía que adentrarse en su morada porque procederían a darle rienda suelta a los nobles protocolos familiares, que al final siempre culminan en deglutir los alimentos.
Me despedí con un honesto "Gracias", proseguí hacia el bar para comprarme tres cervezas, me devolví a mi casa, aperturé la puerta, ingresé medio nervioso y muy contento esperando descubrir que contenía aquella caja. Hice una escala en la nevera, albergué en su vientre dos botellas mientras me quedé con una. Procedí a beberla cuando al mismo tiempo desgarré como un salvaje el cartón desvencijado para verle las entrañas, cuando de repente, me encontré con otro visitante que realmente se convertirá en residente proveniente desde las lejanas tierras chinas: El Shangai 7120.
Muy feliz con el encuentro y pensando al instante en lo bueno que ha salido su colega el Shangai 8120, el cual convive hace varios meses en mi intrépido inventario, y que para decir verdad transita impoluto con sus pasos, me coloqué feliz. Lo esculté con la rigurosidad de un médico especializado, no le encontré defecto alguno, le di cuerda, y al escuchar su corazoncito andando con el sístole y el diástole en su punto, confieso que sentí un orgasmo relojero que aún subsiste aquí en mi cuerpo mientras redacto para ustedes este hilo con emoción rotunda.
Por lo demás, solo me resta desearles a todos y a cada uno de ustedes, unas felices fiestas, llenas de amor, salud y porsupuesto de muchas experiencias relojeras.
Lo cierto es que mi amigo me pidió que pernoctara en breve a su casa porque debía comentarme algo. Sin reparo alguno, mi cerebro dio la orden a mi cuerpo para que se dispusiera a desplazarse en la dirección correcta, la misma que me llevaría al destino proyectado. Y fue así, que después de caminar un número de pasos llegué hasta su puerta. Él me esperaba afuera, su familia estaba adentro de la cálida morada ajustando los detalles para comenzar la cena.
Después de un saludo estrepitoso y también desenfadado, vi que realmente no tenía nada para comentarme, pero tal vez, queriendo resarcir su "vil engaño", le pidió a sus manos entregarme una pequeña caja, y casi que al instante de finiquitar la acción, acompañó su gesto con el término adecuado para estas fechas: ¡Feliz Navidad!
Posterior a ello, me dijo que tenía que adentrarse en su morada porque procederían a darle rienda suelta a los nobles protocolos familiares, que al final siempre culminan en deglutir los alimentos.
Me despedí con un honesto "Gracias", proseguí hacia el bar para comprarme tres cervezas, me devolví a mi casa, aperturé la puerta, ingresé medio nervioso y muy contento esperando descubrir que contenía aquella caja. Hice una escala en la nevera, albergué en su vientre dos botellas mientras me quedé con una. Procedí a beberla cuando al mismo tiempo desgarré como un salvaje el cartón desvencijado para verle las entrañas, cuando de repente, me encontré con otro visitante que realmente se convertirá en residente proveniente desde las lejanas tierras chinas: El Shangai 7120.
Muy feliz con el encuentro y pensando al instante en lo bueno que ha salido su colega el Shangai 8120, el cual convive hace varios meses en mi intrépido inventario, y que para decir verdad transita impoluto con sus pasos, me coloqué feliz. Lo esculté con la rigurosidad de un médico especializado, no le encontré defecto alguno, le di cuerda, y al escuchar su corazoncito andando con el sístole y el diástole en su punto, confieso que sentí un orgasmo relojero que aún subsiste aquí en mi cuerpo mientras redacto para ustedes este hilo con emoción rotunda.
Por lo demás, solo me resta desearles a todos y a cada uno de ustedes, unas felices fiestas, llenas de amor, salud y porsupuesto de muchas experiencias relojeras.