Hay dos tipos de vinos; los que te gustan y los que no.
Más allá de eso, hay que razonar un poco, porque es un mundo muy diferente al de la industria relojera.
En primer lugar, hay que aclarar que hay vinos excelentes por debajo de los 4-5 € (Calatayud, Cariñena, Jumilla...) y auténticas joyas por debajo de los 10-12 € (vinos generosos andaluces: Jerez, Montilla, Condado de Huelva...) y vinos mediocres en su especie (Moët Chandon) que multiplican el precio de los anteriores.
Salvo raras excepciones, quien compra esta marca de champán, lo hace desde el desconocimiento y amparándose en una etiqueta conocida (aunque de calidad más que discutida para ese rango de precios)
Con todo esto, quiero decir que no porque un vino espumoso cueste 50 € tiene que gustarme más que un tinto con madera de 4 €. El precio NO garantiza, en absoluto, ni la calidad ni (sobre todo) la garantía de que te va a gustar.
Amigos, hay varios miles de tipos de uva, infinidad de levaduras, climas, altitudes y suelos donde son cultivadas... También existen casi infinitas formas de elaboración, de envejecimientos, de tipos de recipientes donde son criados (barro, hormigón y, si mencionamos la madera, apaga y vámonos)
Por tanto, y EMHO, antes de comprar etiquetas, de valorar ofertas, etc., hay que intentar conocer mejor nuestros gustos y saber a qué responden exactamente. Un vino puede gustarnos por provenir de una determinada zona, o por la uva con la que está elaborado, o por el envejecimiento... o, por qué no, por lo exclusivo; en cuyo caso, sí que hay que preparar la billetera. Depende de cada uno. Aunque, sin duda, nuestros umbrales de percepción estarán a años luz de identificar la singularidad por la que estamos pagando, a veces, una cantidad de dinero desorbitada.
Está claro que de relojes no entiendo, ¡y de vinos tampoco!, pero comprar un vino por precio no es como comprar un reloj por su marca.
Saludos, queridos coetáneos.