P
PET
Habitual
Sin verificar
Cuando comencé en esta afición-secta (permiso, Cesar), pensé que esto era un equipo de fútbol en el que debías elegir equipo para vencer al contrario. Cuando vas conociendo alguna cosa, descubres que ni tu reloj tiene todas las virtudes que imaginas, ni el contrario todos los defectos que le atribuyes. La primera vez que me planteé reunir despacito una colección de guardatiempos, me planteé si todos debían ser de la misma marca, y la intuición me dijo inmediatamente que no, porque podría perderme cosas maravillosas. Ni un buen diseño, ni la calidad mecánica o la de una caja, ni un precio, ni mucho menos una marca, podían privarme del placer promiscuo de la variedad y de la diversidad del ingenio creativo humano.
En mi caso, aceptar la imposición estética y mecánica de mi marca favorita suponía una especie de castración horológica intolerable y una pérdida de libertad que no podía admitir so pena de tener que enfrentarme un día a un conflicto de lealtades entre las directrices de mi dueño y los deseos de libertad de mi corazón. Con las elecciones que he ido haciendo en el tiempo estoy muy contento, satisfecho y orgulloso porque el tiempo me ha confirmado lo acertado de aquellas decisiones a veces poco reflexionadas, y porque al día de hoy no cambiaría ninguna de aquéllas. Por esa razón en el futuro solo mi libertad decidirá qué me gusta y que me compro, sin la tiranía de la propaganda, sin la ignorancia propia de quien defiende lo suyo como lo unicamente bueno y prescindiendo de las directrices de una marca cualquiera, que de mi no sabe nada y a la que solo le interesa que yo sea su cliente aunque me equivoque. Las muy respetables fidelidades a una casa relojera son asumibles desde un punto de vista filosófico solamente si te permiten capacidad crítica, discernimiento y la opción de la rebeldía. En caso contrario yo sería un monigote con tarjeta de crédito. El reloj es arte, y desde ese punto de vista es incompatible con cualquier directriz preestablecida por el poder constituído (el poder de la marca) porque el libre pensamiento puede salir de la línea marcada y llegar a un descamino que debiera ser corregido...Además de arte, el reloj es mecánica, y ahí la contrastabilidad y la prueba del error son necesarias para verificar que algo está bien hecho o no. La radicalidad del guerrillero no es compatible con la libertad del artista, ni con la del libre amante. Ni soy taliban, ni soy checheno. Soy libre.
En mi caso, aceptar la imposición estética y mecánica de mi marca favorita suponía una especie de castración horológica intolerable y una pérdida de libertad que no podía admitir so pena de tener que enfrentarme un día a un conflicto de lealtades entre las directrices de mi dueño y los deseos de libertad de mi corazón. Con las elecciones que he ido haciendo en el tiempo estoy muy contento, satisfecho y orgulloso porque el tiempo me ha confirmado lo acertado de aquellas decisiones a veces poco reflexionadas, y porque al día de hoy no cambiaría ninguna de aquéllas. Por esa razón en el futuro solo mi libertad decidirá qué me gusta y que me compro, sin la tiranía de la propaganda, sin la ignorancia propia de quien defiende lo suyo como lo unicamente bueno y prescindiendo de las directrices de una marca cualquiera, que de mi no sabe nada y a la que solo le interesa que yo sea su cliente aunque me equivoque. Las muy respetables fidelidades a una casa relojera son asumibles desde un punto de vista filosófico solamente si te permiten capacidad crítica, discernimiento y la opción de la rebeldía. En caso contrario yo sería un monigote con tarjeta de crédito. El reloj es arte, y desde ese punto de vista es incompatible con cualquier directriz preestablecida por el poder constituído (el poder de la marca) porque el libre pensamiento puede salir de la línea marcada y llegar a un descamino que debiera ser corregido...Además de arte, el reloj es mecánica, y ahí la contrastabilidad y la prueba del error son necesarias para verificar que algo está bien hecho o no. La radicalidad del guerrillero no es compatible con la libertad del artista, ni con la del libre amante. Ni soy taliban, ni soy checheno. Soy libre.