Topillo
Quasi-forer@
Sin verificar
Un cura perdido en los cielos
MANUEL M. CASCANTE
La última vez que fue visto, el sacerdote brasileño Adelir de Carli volaba por los cielos lluviosos de Santa Catarina atado a mil globos de colores. No es que el cura pretendiera acercarse a Dios por la vía rápida, sino que con su hazaña trataba de divulgar la fe y, de paso, recaudar dinero para erigir un santuario y un área de descanso para camioneros, gremio éste por el que siempre sintió especial simpatía.
El caso es que el domingo, y tras haber celebrado misa, el padre Adelir se dejó llevar por esos globos de fiesta en la localidad de Paranaguá y con destino a Cascavel. Pero una fuerte racha de viento lo dirigiría hacia la costa, para desaparecer después. Preparado para la vida moderna, el párroco viajaba con dos teléfonos móviles y un aparato de localización GPS. Además de ir vestido con ropa térmica y casco, contaba con agua, barras de cereales y cápsulas energéticas. Ante la eventualidad de que el ángel de la guarda no estuviera por la labor, también disponía de paracaídas y su asiento llevaba adosadas bolsas de aire comprimido que podían inflarse por si era preciso realizar un aterrizaje de emergencia.
Un vídeo del eclesiástico colgado en la «web» de la cadena brasileña Globo TV muestra al sonriente aventurero atado con correas a un asiento, amarrado éste a una enorme columna de globos verdes, rojos, blancos y amarillos. En la grabación aparece elevándose entre las ovaciones de la multitud.
El padre Adelir de Carli, de 41 años, pretendía volar durante veinte horas para batir un récord en este tipo de empresas. Pero, al poco de su ascensión, envió una llamada de auxilio: «Preciso entrar en contacto con el personal para que me enseñen a operar con el GPS y dar coordenadas de latitud y longitud, que es la única manera de que alguien sepa dónde estoy». Ésas habrían sido -según el diario «O Globo», que cita a personal de la parroquia del padre de Carli- las últimas palabras del clérigo cuando se encontraba sobre el océano.
El cura volador ya había llegado a San Antonio (Argentina) el pasado 13 de enero, después de desplazarse durante cuatro horas y 110 kilómetros a más de cinco mil metros de altitud. Para aterrizar utilizó un elemento punzante con el que fue pinchando gradualmente parte de los globos.
Ahora, tanto sus familiares como decenas de feligreses se han unido a la búsqueda en las inmediaciones de São Francisco do Sul. En los momentos de descanso, mantienen vigilias de oración, esperando que la intervención divina consiga lo que hasta ahora no han logrado los aviones y barcos de rastreo y salvamento.
MANUEL M. CASCANTE
La última vez que fue visto, el sacerdote brasileño Adelir de Carli volaba por los cielos lluviosos de Santa Catarina atado a mil globos de colores. No es que el cura pretendiera acercarse a Dios por la vía rápida, sino que con su hazaña trataba de divulgar la fe y, de paso, recaudar dinero para erigir un santuario y un área de descanso para camioneros, gremio éste por el que siempre sintió especial simpatía.
El caso es que el domingo, y tras haber celebrado misa, el padre Adelir se dejó llevar por esos globos de fiesta en la localidad de Paranaguá y con destino a Cascavel. Pero una fuerte racha de viento lo dirigiría hacia la costa, para desaparecer después. Preparado para la vida moderna, el párroco viajaba con dos teléfonos móviles y un aparato de localización GPS. Además de ir vestido con ropa térmica y casco, contaba con agua, barras de cereales y cápsulas energéticas. Ante la eventualidad de que el ángel de la guarda no estuviera por la labor, también disponía de paracaídas y su asiento llevaba adosadas bolsas de aire comprimido que podían inflarse por si era preciso realizar un aterrizaje de emergencia.
Un vídeo del eclesiástico colgado en la «web» de la cadena brasileña Globo TV muestra al sonriente aventurero atado con correas a un asiento, amarrado éste a una enorme columna de globos verdes, rojos, blancos y amarillos. En la grabación aparece elevándose entre las ovaciones de la multitud.
El padre Adelir de Carli, de 41 años, pretendía volar durante veinte horas para batir un récord en este tipo de empresas. Pero, al poco de su ascensión, envió una llamada de auxilio: «Preciso entrar en contacto con el personal para que me enseñen a operar con el GPS y dar coordenadas de latitud y longitud, que es la única manera de que alguien sepa dónde estoy». Ésas habrían sido -según el diario «O Globo», que cita a personal de la parroquia del padre de Carli- las últimas palabras del clérigo cuando se encontraba sobre el océano.
El cura volador ya había llegado a San Antonio (Argentina) el pasado 13 de enero, después de desplazarse durante cuatro horas y 110 kilómetros a más de cinco mil metros de altitud. Para aterrizar utilizó un elemento punzante con el que fue pinchando gradualmente parte de los globos.
Ahora, tanto sus familiares como decenas de feligreses se han unido a la búsqueda en las inmediaciones de São Francisco do Sul. En los momentos de descanso, mantienen vigilias de oración, esperando que la intervención divina consiga lo que hasta ahora no han logrado los aviones y barcos de rastreo y salvamento.