Es por la incultura y miseria seculares que ha sufrido el país. Una y otra van de la mano siempre y en cualquier lugar; pero en España, a diferencia de otro lugares, por siglos las oligarquías han causado una y otra desplegando todos los poderes coactivos del estado contra los inconformistas y los reformadores.
La Inquisición española, importada de Europa y una de las últimas en abolirse, fue un instrumento de sometimiento religioso y laico que el Estado veía con muy buenos ojos. Cuestionar el orden prestablecido, profundamente injusto, te podía llevar a la cárcel, a la tortura o a la hoguera sin necesidad de que los acusadores tuvieran que esforzarse mucho en aportar pruebas. Las exacciones abusivas a las que el Estado sometia a la población, que daban lugar a unas condiciones de subsitencia sin incentivos para innovar o generar excedentes, la falta de formación y el embrutecimiento de una población mayoritariamente campesina, el caciquismo como forma de gobierno, etcétera, etcétera han conformado la sociedad española.
Desde el S. XIX España ha cambiado mucho, afortunadamente. Avanzó muy rápidamente durante unas décadas después de la guerra civil; pero creo que ahora estamos viviendo una época dominada por demagogos que dan pan y circo -migajas- para controlar el país y aprovecharse de todos nosotros. No hay Inquisición, pero basta con ver la televisión para darse cuenta del ostracismo al que se condena a aquellos que no comulgan con lo politicamente correcto, es decir: el bipartidismo energúmeno, la frivolidad, la falta de profesionalidad, el fútbol, los programas amarillistas, los telediarios llenos de noticias sensacionalistas y vacias de profundidad.
O cambiamos, o nos vamos a quedar muy atrás. Formación y acceso a la liquidez, eso necesitamos. Pero no lo tendremos, porque si podemos valernos por nosotros mismos, para qué necesitaremos un aparato estatal pantagruélico y a las cohortes de politicos que mantenemos con los excedentes del sector que realmente genera valor.