Audemars
Milpostista
Sin verificar
En la 1ª entrega, les ofrecí los relojeros de cámara de Carlos IV. Veamos ahora los de su hijo, para mi, el peor rey de la Historia de España, Fernando VII, "el deseado".
Al iniciar su reinado Fernando VII en 1814, aceptó la usual plantilla de cuatro Relojeros de Cámara: Félix Bausac, Camilo Fernández Perea, Francisco Ribera y Manuel de Rivas.
De este último periodo mencionado se conocen los siguientes artífices: Blas Muñoz, Relojero del Real Observatorio de la Marina de San Fernando desde 1806, se le nombra, en 1818, Relojero de Cámara de la Reina Doña Isabel de Braganza; José Jiménez «El Avilés», ayudante de Félix Bausac, fue Relojero de Cámara en 1823; Jerónimo Woolls, hijo de Juan José, con motivo de instalarse en el Palacio Real de Madrid Doña María Teresa de Braganza y Borbón, Princesa de Beira, se le nombra Relojero de Cámara y maestro de torno de su bijo, el Infante Don Sebastián; Narciso Rubio y Juan Antonio Laplaza, Relojeros de Cámara en 1832; José Antonio Matthey, de Madrid, fue Relojero de la Reina Gobernadora Doña María Cristina, en 1834, y de Doña Isabel II, en 1844; José Mejía, natural de Sevilla, fue Relojero de Cámara en 1834; Pedro Garzón, de Barcelona, recibió los honores y el uniforme de Relojero de Cámara en 1844. En el mismo año fue nombrado Relojero de la Real Casa Pascual Rubio, artífice de Madrid. Finalmente, en 1849, José Hoffmeyer y Jiménez es nombrado Relojero Real.
Recorrido el siglo XIX, por lo menos hasta su ecuador, la tecnología relojera alcanza su más alta cúspide a costa de cierta frialdad, que será en adelante irreversible algidez. Al fugaz segundo se le arrancan fracciones inimaginables y las tolerancias se reducen a límites insospechados. Cada rueda es una joya; cada piñón, cada tornillo, una filigrana. Nunca tantos debieron tanto a tan poco, pues a la vuelta de la esquina se halla el reloj al alcance de todos, y para siempre.
Este último párrafo como habeis podido leer, toca lo sublime,el éxtasis,nunca tanto, se puede decir con tan poco...
Espero que hayais disfrutado como yo lo hago ... Saludos!.
De este último periodo mencionado se conocen los siguientes artífices: Blas Muñoz, Relojero del Real Observatorio de la Marina de San Fernando desde 1806, se le nombra, en 1818, Relojero de Cámara de la Reina Doña Isabel de Braganza; José Jiménez «El Avilés», ayudante de Félix Bausac, fue Relojero de Cámara en 1823; Jerónimo Woolls, hijo de Juan José, con motivo de instalarse en el Palacio Real de Madrid Doña María Teresa de Braganza y Borbón, Princesa de Beira, se le nombra Relojero de Cámara y maestro de torno de su bijo, el Infante Don Sebastián; Narciso Rubio y Juan Antonio Laplaza, Relojeros de Cámara en 1832; José Antonio Matthey, de Madrid, fue Relojero de la Reina Gobernadora Doña María Cristina, en 1834, y de Doña Isabel II, en 1844; José Mejía, natural de Sevilla, fue Relojero de Cámara en 1834; Pedro Garzón, de Barcelona, recibió los honores y el uniforme de Relojero de Cámara en 1844. En el mismo año fue nombrado Relojero de la Real Casa Pascual Rubio, artífice de Madrid. Finalmente, en 1849, José Hoffmeyer y Jiménez es nombrado Relojero Real.
Recorrido el siglo XIX, por lo menos hasta su ecuador, la tecnología relojera alcanza su más alta cúspide a costa de cierta frialdad, que será en adelante irreversible algidez. Al fugaz segundo se le arrancan fracciones inimaginables y las tolerancias se reducen a límites insospechados. Cada rueda es una joya; cada piñón, cada tornillo, una filigrana. Nunca tantos debieron tanto a tan poco, pues a la vuelta de la esquina se halla el reloj al alcance de todos, y para siempre.
Este último párrafo como habeis podido leer, toca lo sublime,el éxtasis,nunca tanto, se puede decir con tan poco...
Espero que hayais disfrutado como yo lo hago ... Saludos!.