Jorge Herrera
Forer@ Senior
Sin verificar
Saludos
Ocurrió hacer un par de años.
Uno de los valuadores de la casa de empeño -que colinda con el Zócalo de la Ciudad de México- abre una pequeña caja verde con el emblema de Rolex estampado en la superficie que una señora de poco más de 40 años puso sobre el mostrador.
Aparece un Submariner con caja de acero, maltratada por el uso y los años que lleva encima; un bisel negro con números que parecían raspados contra una pared de concreto o sobre el piso de la banqueta. La caratula con algunas manchas menores y en vez de extensible, una correa de nato tipo 007 (gris y negro de 20 milímetros de ancho) con la hebilla unida a la tela manchada de no sé qué.
El valuador revisa, vuelve a revisar y determina sin pensarlo que es falso, y así se lo dice a la señora quien se pone a la defensiva e insiste que el reloj es auténtico. Perjura que lo heredó de su padre y que éste lo compró nuevecito.
El valuador determina abrirlo con la finalidad encontrar una maquinaria china, rusa, italiana u otra. Quería a acallar la insistencia de la propietaria. Al quitar la tapa, oh sorpresa, una maquinaria auténtica, propia de la marca: sello de Rolex, número en donde debía ir… algo sucia, todo bien.
Pactan de monto de empeño.
Al día siguiente, otra mujer de más o menos la misma edad llega al mismo montepío, pero con un valuador distinto.
Le muestra una caja verde de Rolex, el valuador la abre y encuentra u Submariner algo antiguo, pero en condiciones aceptables a la vista, con daños menores. Con extensible de acero moderno –de los que pesan y tienen tornillos entre los eslabones-. El valuador propone un monto de empeño sin abrir el reloj.
Al finalizar el periodo de empeño, uno de los compradores de empeño –conocidos como “coyotes”- adquirió uno de los Submariner para revenderlo entre los maestros relojeros o comerciantes de la zona. Hay muchos de ellos sobre la calle de Palma, la de Francisco I. Madero y otros en la Belisario Domínguez.
Para mala suerte del nuevo dueño, el primero de los Submariner resulto ser medio falso. Sólo la máquina era original. En el segundo Submariner, lo mismo: La caja era real y la maquinaria no.
En ese pequeño corredor relojero del centro de la Ciudad las noticias corren rápido y no creo que les vuelva a pasar lo mismo.
Ocurrió hacer un par de años.
Uno de los valuadores de la casa de empeño -que colinda con el Zócalo de la Ciudad de México- abre una pequeña caja verde con el emblema de Rolex estampado en la superficie que una señora de poco más de 40 años puso sobre el mostrador.
Aparece un Submariner con caja de acero, maltratada por el uso y los años que lleva encima; un bisel negro con números que parecían raspados contra una pared de concreto o sobre el piso de la banqueta. La caratula con algunas manchas menores y en vez de extensible, una correa de nato tipo 007 (gris y negro de 20 milímetros de ancho) con la hebilla unida a la tela manchada de no sé qué.
El valuador revisa, vuelve a revisar y determina sin pensarlo que es falso, y así se lo dice a la señora quien se pone a la defensiva e insiste que el reloj es auténtico. Perjura que lo heredó de su padre y que éste lo compró nuevecito.
El valuador determina abrirlo con la finalidad encontrar una maquinaria china, rusa, italiana u otra. Quería a acallar la insistencia de la propietaria. Al quitar la tapa, oh sorpresa, una maquinaria auténtica, propia de la marca: sello de Rolex, número en donde debía ir… algo sucia, todo bien.
Pactan de monto de empeño.
Al día siguiente, otra mujer de más o menos la misma edad llega al mismo montepío, pero con un valuador distinto.
Le muestra una caja verde de Rolex, el valuador la abre y encuentra u Submariner algo antiguo, pero en condiciones aceptables a la vista, con daños menores. Con extensible de acero moderno –de los que pesan y tienen tornillos entre los eslabones-. El valuador propone un monto de empeño sin abrir el reloj.
Al finalizar el periodo de empeño, uno de los compradores de empeño –conocidos como “coyotes”- adquirió uno de los Submariner para revenderlo entre los maestros relojeros o comerciantes de la zona. Hay muchos de ellos sobre la calle de Palma, la de Francisco I. Madero y otros en la Belisario Domínguez.
Para mala suerte del nuevo dueño, el primero de los Submariner resulto ser medio falso. Sólo la máquina era original. En el segundo Submariner, lo mismo: La caja era real y la maquinaria no.
En ese pequeño corredor relojero del centro de la Ciudad las noticias corren rápido y no creo que les vuelva a pasar lo mismo.