Luis Sierra
Forer@ Senior
Sin verificar
Hola foreros:
Copio y pego esta noticia que aparece hoy en la ultima pagina del Diario Montañes , periodico de mi ciudad, Santander, noticia relevante, junto con otras como la victoria del Racing y su asentamiento a jugar en puestos de Uefa y liga de Champions. </FORM>
Saludos.
<FORM name=rectificar_noticia>El Relojero del rey:
Manuel Santalaya, cumple escrupulosamnete desde hace 26 años la misión de tener en hora los 650 relojes de la colección palatina
Manuel Santolaya, con el reloj 'El Planetario' de Bruguet, en el Salón de Porcelanas del Palacio Real de Madrid. / IGNACIO GIL
El corazón de Santolaya hace tic-tac. ¿Qué otra cosa sino? A los siete años el hijo de Pablo Santolaya ya zascandileaba por el taller de la relojería familiar a orillas de la plaza de Olavide, en pleno barrio de Chamberí. «Los relojes -dice- fueron mis juguetes». Porque Manuel, a esa edad, era capaz de armarlos y desarmarlos con admirable habilidad. Y no sólo: «Sabía fundir plomo para las pesas y atendía sin pestañear el manejo de la fresa, el torno y la segueta. Así que poco después ya era capaz de ocuparme de atender los abonos de dar cuerda a los relojes por las casas». Ya entonces una selecta clientela de coleccionistas, anticuarios y salas de subastas cundía por el local, heredero de la gran reputación de aquella relojería que fundara en 1867 el primer Pablo, el bisabuelo, en la admantina plaza de San Pedro de su queridísima Soria. Pero no sería hasta 1982 cuando cumplido, y más que aprobado, su proceso como aprendiz junto al padre, Manuel Santolaya ganara mediante oposición su plaza de relojero de Patrimonio Nacional llegando a ser el encargado de la Sección de Restauración y Conservación de Relojes y Autómatas. Y aunque ya no existe el título de Relojero de Cámara, extinto en el meridiano del siglo XIX, en Palacio, y fuera, todos saben que el último de los Santolaya es el relojero del Rey.. Como también lo es, en el escaso tiempo del que disfruta como «particular», de la casa de Alba o de otros territorios menos linajudos pero con colecciones tan interesantes como la del hogar de los Boyer-Preysler.
El predilecto
Todos los jueves, Santolaya acude a primera hora de la mañana al Palacio de la Zarzuela a pasar revista a los relojes que allí se conservan y a darles cuerda. Entre ellos, el de las Cuatro Fachadas de Thomas Hildeyard, predilecto del Rey y que Don Juan Carlos tiene en su despacho. Su resucitación fue peliaguda. Ni más ni menos que siete meses le llevó al maestro relojero devolverle la precisión a cada una de sus múltiples mediciones durante la última restauración de 2005. «Estaba diseñado para ocho días de cuerda y al final el brío apenas le daba para veinticuatro horas. El desgaste de sus piezas lo dejó sin fuerza». Hoy aquel pronóstico es historia y la maquinaria más compleja de todos los relojes de la colección real, diseñada en un alarde de genialidad por un jesuita matemático nacido en Londres, funciona como la seda trescientos años después de su construcción. «Me gusta por su extraordinaria complejidad y a Su Majestad lo mismo». También es el preferido del relojero.
Lo de Santolaya, como lo de cualquier otro maestro relojero, es puro oficio. Y como él dice, el trabajo de «buenas manos para manejar pinzas, buena cabeza para comprender e interiorizar los mecanismos Cada reloj tiene su propio sonido». Y él es capaz de distinguir cada pieza de la colección solo escuchando su tic-tac.
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Copio y pego esta noticia que aparece hoy en la ultima pagina del Diario Montañes , periodico de mi ciudad, Santander, noticia relevante, junto con otras como la victoria del Racing y su asentamiento a jugar en puestos de Uefa y liga de Champions. </FORM>
Saludos.
<FORM name=rectificar_noticia>El Relojero del rey:
Manuel Santalaya, cumple escrupulosamnete desde hace 26 años la misión de tener en hora los 650 relojes de la colección palatina
El corazón de Santolaya hace tic-tac. ¿Qué otra cosa sino? A los siete años el hijo de Pablo Santolaya ya zascandileaba por el taller de la relojería familiar a orillas de la plaza de Olavide, en pleno barrio de Chamberí. «Los relojes -dice- fueron mis juguetes». Porque Manuel, a esa edad, era capaz de armarlos y desarmarlos con admirable habilidad. Y no sólo: «Sabía fundir plomo para las pesas y atendía sin pestañear el manejo de la fresa, el torno y la segueta. Así que poco después ya era capaz de ocuparme de atender los abonos de dar cuerda a los relojes por las casas». Ya entonces una selecta clientela de coleccionistas, anticuarios y salas de subastas cundía por el local, heredero de la gran reputación de aquella relojería que fundara en 1867 el primer Pablo, el bisabuelo, en la admantina plaza de San Pedro de su queridísima Soria. Pero no sería hasta 1982 cuando cumplido, y más que aprobado, su proceso como aprendiz junto al padre, Manuel Santolaya ganara mediante oposición su plaza de relojero de Patrimonio Nacional llegando a ser el encargado de la Sección de Restauración y Conservación de Relojes y Autómatas. Y aunque ya no existe el título de Relojero de Cámara, extinto en el meridiano del siglo XIX, en Palacio, y fuera, todos saben que el último de los Santolaya es el relojero del Rey.. Como también lo es, en el escaso tiempo del que disfruta como «particular», de la casa de Alba o de otros territorios menos linajudos pero con colecciones tan interesantes como la del hogar de los Boyer-Preysler.
El predilecto
Todos los jueves, Santolaya acude a primera hora de la mañana al Palacio de la Zarzuela a pasar revista a los relojes que allí se conservan y a darles cuerda. Entre ellos, el de las Cuatro Fachadas de Thomas Hildeyard, predilecto del Rey y que Don Juan Carlos tiene en su despacho. Su resucitación fue peliaguda. Ni más ni menos que siete meses le llevó al maestro relojero devolverle la precisión a cada una de sus múltiples mediciones durante la última restauración de 2005. «Estaba diseñado para ocho días de cuerda y al final el brío apenas le daba para veinticuatro horas. El desgaste de sus piezas lo dejó sin fuerza». Hoy aquel pronóstico es historia y la maquinaria más compleja de todos los relojes de la colección real, diseñada en un alarde de genialidad por un jesuita matemático nacido en Londres, funciona como la seda trescientos años después de su construcción. «Me gusta por su extraordinaria complejidad y a Su Majestad lo mismo». También es el preferido del relojero.
Lo de Santolaya, como lo de cualquier otro maestro relojero, es puro oficio. Y como él dice, el trabajo de «buenas manos para manejar pinzas, buena cabeza para comprender e interiorizar los mecanismos Cada reloj tiene su propio sonido». Y él es capaz de distinguir cada pieza de la colección solo escuchando su tic-tac.
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