J
Juvenal
Novat@
Sin verificar
La discusión me recuerda un cuento que escribí hace tres años que se titula "El cálamo de Hermes", inspirado en "La estrella forjada por Tubal Kaín" de Gabriel García Márquez. Al igual, viene a mi mente una frase leída en un libro de Fernando Sabater, que dice: "Dios no existe, pero sueña con nosotros. El Diablo tampoco existe, pero somos nosotros los que soñamos con él". Hay una concordancia con quien opina que para escribir, basta con un lápiz y un papel en blanco.
En los temas del misticismo esotérico, se menciona por ahí que hay que hacer un pacto de sangre, cuando hay la intención y la necesidad de escribir algo; el proceso indica incluso colocar un poco de hollín entre otros ingredientes que se complementan con tres gotas de sangre del dedo corazón, y la pluma con que se ha de llevar la escritura es indiferente, aunque la superficie en que se ha de escribir debe ser a toda costa un pliego de pergamino virgen. También es verdad que el placer de la escritura, como es mi caso, a veces nos compete en la categoría de lo que se escribe, asunto íntimo todo el tiempo, pues al final la editorial nos exige un manuscrito en formato de algún programa de computadora, quedan entonces las plumas relegadas a una función pública de firmar algunos libros para los lectores que acuden a una presentación. De la infinidad de libros autógrafos, solo recuerdo que son míos por la caligrafía, pero honestamente no recuerdo con que pluma los he escrito, cabe señalar que desde mis primeros de instrucción escolar comencé a escribir.
En alguna ocasión me pidieron prestada una de mis plumas para firmar un libro de visitas en un homenaje a un escritor, y solo preste el cuerpo de la pluma, mantuve el capuchón que me recuerda que aquella pluma era una Waterman, estilográfica de costo considerable; no volvió a mis manos el artilugio de escritura, seguramente algunos pensarán que para quienes poseemos plumas de marcas reconocidas, nos es fácil obtenerlas, pero, en mi caso, implican ciertas privaciones, ahorros completos de un año o más, para poder tener el placer de escribir con ellas. Entiendo que las posibilidades económicas no son las mismas para todos, pero es como el que gusta de fumar un buen tabaco o beber un buen vino, que yo digo que para emborracharse la bebida más corriente sirve. Coleccionar plumas no es mi fuerte, pero hago el intento por darles un uso equitativo, de tal forma que ese placer de escribir me retribuya lo que he pagado por ellas, o en todo caso hacer que quien me las ha obsequiado, sepa que ha sido de utilidad lo que me ha regalado.
Un saludo y un abrazo.
En los temas del misticismo esotérico, se menciona por ahí que hay que hacer un pacto de sangre, cuando hay la intención y la necesidad de escribir algo; el proceso indica incluso colocar un poco de hollín entre otros ingredientes que se complementan con tres gotas de sangre del dedo corazón, y la pluma con que se ha de llevar la escritura es indiferente, aunque la superficie en que se ha de escribir debe ser a toda costa un pliego de pergamino virgen. También es verdad que el placer de la escritura, como es mi caso, a veces nos compete en la categoría de lo que se escribe, asunto íntimo todo el tiempo, pues al final la editorial nos exige un manuscrito en formato de algún programa de computadora, quedan entonces las plumas relegadas a una función pública de firmar algunos libros para los lectores que acuden a una presentación. De la infinidad de libros autógrafos, solo recuerdo que son míos por la caligrafía, pero honestamente no recuerdo con que pluma los he escrito, cabe señalar que desde mis primeros de instrucción escolar comencé a escribir.
En alguna ocasión me pidieron prestada una de mis plumas para firmar un libro de visitas en un homenaje a un escritor, y solo preste el cuerpo de la pluma, mantuve el capuchón que me recuerda que aquella pluma era una Waterman, estilográfica de costo considerable; no volvió a mis manos el artilugio de escritura, seguramente algunos pensarán que para quienes poseemos plumas de marcas reconocidas, nos es fácil obtenerlas, pero, en mi caso, implican ciertas privaciones, ahorros completos de un año o más, para poder tener el placer de escribir con ellas. Entiendo que las posibilidades económicas no son las mismas para todos, pero es como el que gusta de fumar un buen tabaco o beber un buen vino, que yo digo que para emborracharse la bebida más corriente sirve. Coleccionar plumas no es mi fuerte, pero hago el intento por darles un uso equitativo, de tal forma que ese placer de escribir me retribuya lo que he pagado por ellas, o en todo caso hacer que quien me las ha obsequiado, sepa que ha sido de utilidad lo que me ha regalado.
Un saludo y un abrazo.