Paso
Forer@ Senior
Sin verificar
Bueno, pues lo dicho, ya que he sido públicamente descubierto y desinhibiéndome de mi natural pudor, he creído conveniente compartir con todos vosotr@s unas modestas, y como casi siempre improvisadas, fotos y algún comentario sobre mi nuevo Lange 1815 en oro rojo.
Lo cierto es que mis designios se dirigían hacia el Patek Philippe Calatrava modelo 5196 R, de cuerda manual, a mi juicio, el equivalente al Lange 1815 (aunque un poquito más caro…), pero el proselitismo llevado a cabo por el amigo Foversta sobre este último modelo y sobre las bondades y grandezas de la relojería alemana en general, de un lado, y el buen entendimiento con el amigo Chuchi en aras a su adquisición, de otro, me han empujado definitivamente a hacerme con este maravilloso Lange cuya excepcionalidad, como escalón primero de acceso a lo que se ha dado en llamar “alta relojería”, sólo se entiende cuando se tiene entre las manos. Hablar de él o verlo sólo en fotografías, no es más que una sombra de su realidad tangible.
Sin la continuada tradición relojera de Patek Philippe, debido a los avatares derivados de la Segunda Guerra Mundial, que llevó a la paralización de la industria de la alta relojería alemana en Sajonia, A. Lange & Söhne fue fundada por Ferdinand Adolph Lange en 1845, y relanzada en 1990, tras la caída del muro, con importantes inyecciones de capital y la inestimable ayuda y colaboración de IWC.
Se trata, como digo, del A. Lange & Söhne 1815, modelo nº 206.032 y, por tanto, en oro rojo de 18 quilates y, en consecuencia, con las manecillas horaria y minutera en oro del mismo color, a diferencia de la segundera que lo es de acero azulado: una magnífica combinación que me recuerda mucho a la de mi IWC Portugués, si bien las manecillas del Langue lo son en forma de “espada de Sajonia”, como es muy habitual en productos alemanes de esta ralea procedentes de Glashütte.
La esfera, de plata maciza, con un tono plata-crema e índices árabes y con los minutos en forma de carril o vía de tren, resulta sencillamente embriagadora. Es uno de los relojes que más horas (sí, ¡horas!) me paso mirando, es decir, admirando…
El diámetro de la caja es de unos 36 milímetros (35,9 mm para ser más exactos), frente a los 37 mm del Calatrava, y si bien dicha medida pudiera parecer algo escasa hoy en día (a mí me lo parecía “sobre el papel”), lo cierto es que, habida cuenta de su concepción, estilo y estética, se calza estupendamente sobre la muñeca donde sus proporciones adquieren un alto rango de racionalidad, y es que considero que hay cosas que son como son, porque deben ser así para alcanzar eso que llamamos elegancia e intemporalidad. Lo cierto es que, sin ser un reloj grande, tampoco queda pequeño en absoluto una vez puesto. Curioso.
El calibre que encierra esta maravillosa caja de oro es el L911.1, con platina de tres cuartos, como no podía ser de otra forma, dado su origen alemán y su confección y diseño plenamente fiel a la más rancia tradición relojera sajona.
Posee un total de 21 rubíes, cuatro de ellos encastados en chatotes de oro, a su vez atornillados con tornillos azulados.
Volante contrapesado con tornillos y con 21.600 alternancias/hora, una reserva de marcha de unas 45 horas y una buena exactitud, con regulación fina tipo "cuello de cisne".
Su clasicismo (que no innovación técnica), su belleza, acabados y decoración, saltan a la vista y sólo pueden describirse con esta frase: pasión por la perfección, o como dicen ellos, son relojes hechos de tiempo.
Viene dotado con una hermosa correa negra de piel de cocodrilo cosida a mano, de una calidad para mí bastante inusual, y con una hebilla también en horo rojo y con el nombre de Lange.
Aquí os dejo algunas fotos más, que hablan y transmiten, en parte, las esencias de este fantástico de reloj.
En definitiva, un reloj de una simplicidad muy compleja, valga la contradicción de los términos, capaz erigirse por encima de las diferentes modas o tendencias, y por ello, ajeno a puntuales conceptos preconstituidos sobre el tamaño de los relojes, construido con la máxima pasión relojera por la perfección, hecho de tiempo y con tiempo y, por todo ello, capaz de transmitir a su poseedor todo aquel sabor de la relojería tradicional en mayúsculas, como si se tratara de un viaje al pasado, pero con todo el acerbo de la moderna tecnología actual como equipaje. Casi nada...
Por último, desearía agradecer de nuevo a Foversta el gusto que me ha sabido transmitir a través de sus frecuentes, nutridas y por mi admiradas intervenciones en el foro sobre la relojería alemana y Lange, en general, y sobre el 1815 en particular y, cómo no, a Chuchi, por hacerme posible su adquisición.
Y, por supuesto, a tod@s por compartir conmigo estos momentos de ilusión.
¡Saludos!
Lo cierto es que mis designios se dirigían hacia el Patek Philippe Calatrava modelo 5196 R, de cuerda manual, a mi juicio, el equivalente al Lange 1815 (aunque un poquito más caro…), pero el proselitismo llevado a cabo por el amigo Foversta sobre este último modelo y sobre las bondades y grandezas de la relojería alemana en general, de un lado, y el buen entendimiento con el amigo Chuchi en aras a su adquisición, de otro, me han empujado definitivamente a hacerme con este maravilloso Lange cuya excepcionalidad, como escalón primero de acceso a lo que se ha dado en llamar “alta relojería”, sólo se entiende cuando se tiene entre las manos. Hablar de él o verlo sólo en fotografías, no es más que una sombra de su realidad tangible.
Sin la continuada tradición relojera de Patek Philippe, debido a los avatares derivados de la Segunda Guerra Mundial, que llevó a la paralización de la industria de la alta relojería alemana en Sajonia, A. Lange & Söhne fue fundada por Ferdinand Adolph Lange en 1845, y relanzada en 1990, tras la caída del muro, con importantes inyecciones de capital y la inestimable ayuda y colaboración de IWC.
Se trata, como digo, del A. Lange & Söhne 1815, modelo nº 206.032 y, por tanto, en oro rojo de 18 quilates y, en consecuencia, con las manecillas horaria y minutera en oro del mismo color, a diferencia de la segundera que lo es de acero azulado: una magnífica combinación que me recuerda mucho a la de mi IWC Portugués, si bien las manecillas del Langue lo son en forma de “espada de Sajonia”, como es muy habitual en productos alemanes de esta ralea procedentes de Glashütte.
La esfera, de plata maciza, con un tono plata-crema e índices árabes y con los minutos en forma de carril o vía de tren, resulta sencillamente embriagadora. Es uno de los relojes que más horas (sí, ¡horas!) me paso mirando, es decir, admirando…
El diámetro de la caja es de unos 36 milímetros (35,9 mm para ser más exactos), frente a los 37 mm del Calatrava, y si bien dicha medida pudiera parecer algo escasa hoy en día (a mí me lo parecía “sobre el papel”), lo cierto es que, habida cuenta de su concepción, estilo y estética, se calza estupendamente sobre la muñeca donde sus proporciones adquieren un alto rango de racionalidad, y es que considero que hay cosas que son como son, porque deben ser así para alcanzar eso que llamamos elegancia e intemporalidad. Lo cierto es que, sin ser un reloj grande, tampoco queda pequeño en absoluto una vez puesto. Curioso.
El calibre que encierra esta maravillosa caja de oro es el L911.1, con platina de tres cuartos, como no podía ser de otra forma, dado su origen alemán y su confección y diseño plenamente fiel a la más rancia tradición relojera sajona.
Posee un total de 21 rubíes, cuatro de ellos encastados en chatotes de oro, a su vez atornillados con tornillos azulados.
Volante contrapesado con tornillos y con 21.600 alternancias/hora, una reserva de marcha de unas 45 horas y una buena exactitud, con regulación fina tipo "cuello de cisne".
Su clasicismo (que no innovación técnica), su belleza, acabados y decoración, saltan a la vista y sólo pueden describirse con esta frase: pasión por la perfección, o como dicen ellos, son relojes hechos de tiempo.
Viene dotado con una hermosa correa negra de piel de cocodrilo cosida a mano, de una calidad para mí bastante inusual, y con una hebilla también en horo rojo y con el nombre de Lange.
Aquí os dejo algunas fotos más, que hablan y transmiten, en parte, las esencias de este fantástico de reloj.
En definitiva, un reloj de una simplicidad muy compleja, valga la contradicción de los términos, capaz erigirse por encima de las diferentes modas o tendencias, y por ello, ajeno a puntuales conceptos preconstituidos sobre el tamaño de los relojes, construido con la máxima pasión relojera por la perfección, hecho de tiempo y con tiempo y, por todo ello, capaz de transmitir a su poseedor todo aquel sabor de la relojería tradicional en mayúsculas, como si se tratara de un viaje al pasado, pero con todo el acerbo de la moderna tecnología actual como equipaje. Casi nada...
Por último, desearía agradecer de nuevo a Foversta el gusto que me ha sabido transmitir a través de sus frecuentes, nutridas y por mi admiradas intervenciones en el foro sobre la relojería alemana y Lange, en general, y sobre el 1815 en particular y, cómo no, a Chuchi, por hacerme posible su adquisición.
Y, por supuesto, a tod@s por compartir conmigo estos momentos de ilusión.
¡Saludos!
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