Probablemente sea el hecho de haberla visto con una mirada sesgadamente profesional, la causa de que me haya quedado un cierto retrogusto amargo después de verla.
No dudo de sus méritos como espectáculo: la actuación de Joaquín Phoenix es muy meritoria, su puesta en escena deja poco que reprochar y la estructura y desarrollo de la trama absorben completamente al espectador. Nada que objetar como cine.
Si se trata de la vertiente social del problema, tampoco hay nada que objetar. El mensaje político es claro y rotundo: una Nueva York totalmente reconocible con huelgas de recogida de basura como metáfora del abandono de los servicios sociales, condiciona la evolución del personaje en el medio en el que se desarrolla: el abandono de la considerada basura social .Y su posible revuelta.
Pero hasta ahí llegan mis bendiciones.
Porque desde el punto de vista de la psicopatología del protagonista no hay mucha coherencia: en el momento en el que por el abandono de la sociedad -léase, de la medicación- el paciente se recupera a sí mismo, a su historia y a su subjetividad, enloquece. Esa paradoja, que podría dar mucho de sí y ser muy sugerente si se mostrara como tal, queda en una simple incoherencia que no va mucho más lejos: como digo, cuando se cura, enloquece. O mejor dicho, cuando enloquece, se cura.
Es una proposición muy sugerente desde el punto de vista social, pero nada real desde el punto de vista psicopatológico y no tendría nada que objetar si el director dejara claro que se trata solo de una metáfora. Lamentablemente, la locura no tiene una explicación tan sencilla como la de un pasado traumático social- aunque suelan ir juntos- y aún la risa del protagonista tiene en la película su lógica, la lógica traumática. Pero en la psicosis no es así: las risas inmotivadas del psicótico son inmotivadas realmente y eso es lo siniestro de sus síntomas.
Me causan muchas prevenciones las películas con enfermos mentales. Joker, aún salvando las distancias, no deja de ser un remake de "Alguien voló sobre el nido del cuco", que buscan la explicación totalizadora de la locura en la causa social.
Y no seré yo quien diga que la locura es ajena a las causas sociales, pero pretender reducirla a la causa explicativa, no deja de ser en el fondo -aunque suene extraño-una maniobra negadora y pseudotranquilizadora de algo mucho más extraño e inquietante. O sea, de algo mucho más traumático.