Ay... Veranos en el Pirineo, levantarte, desayunar rapidito, y salir cagando hostias pal bosque, bañarte en las pozas del Gállego, subirte a los árboles, fabricarte un arco y sus flechas, explorar una cueva, estar desaparecido hasta la hora de comer (que la calculabas por la posición del sol porque ninguno de los zagales teníamos reloj), volver a casa, comer a dos carrillos y echar a correr pa descubrir una obra abandonada, jugar con los perros callejeros, saltar tapias, robar fruta en huerto ajeno (y que te sentase como un tiro), volver a la anochecida sin fuerzas ni pa subir las escaleras, cenar como podías y pa la piltra, que al día siguiente tocaba repetir.
En un día eras Sandokán, Dartañán, Ruperto de Hentzau, Custer, Spideman, Lucky Luke, Tartarín de Tarascón, Ishmael, Supermán, el Capitán Escarlata, Guillermo Tell, Impey Barbicane, el Llanero Solitario, Tarzán, el Hombre de Hierro, Astėrix, Caballo Loco, Spirou, John Wayne, Cantinflas, el Caballero de Azul, Miguel Strogoff, Batman, Danny Dravot, Anacleto, el Capitán Nemo, el Marsupilami, Meteoro, Benito Sansón, el Hombre Enmascarado y Mortadelo.
Y el gordo de la pandilla era el Tocinete, el que llevaba gafas era el Cuatro ojos, el alto era el Jirafa y el bajo era el Pitufo. Para los del grupo, claro, que como algún mocé del pueblo de al lado les dijera algo, las pedradas llegaban hasta Madagascar (capital, Tananarive).
Y ningúno se ofendía, ni exigía espacios seguros, ni se autopercibía como helicoptero Apache.
Éramos raros, lo sé.