cmvca
Mr. Tiranio
Sin verificar
Follow along with the video below to see how to install our site as a web app on your home screen.
Nota: This feature may not be available in some browsers.
Que no se te vaya la olla... ese es el límite. O al menos es el mío. ..
El día que me ponga a defender una marca como si se me fuera la vida en ello, ese día vendo todos los pelucos y a otra cosa...
Qué verdades más grandes. Y aunque no lo has dicho, y has hecho bien, porque afearia tan espléndido texto, ya lo digo yo: sabiendo comprar es además una de las aficiones caras más baratas que hay.
Bueno...también nos podemos ver los calcetines!
Pero dí que sì...dá un paso al frente y dì: "Me gustan los relojes.Y?"
Enviado desde mi tontofón!
Muchos de nosotros, yo el primero, sentimos ocasionalmente un cierto sentimiento de culpa por nuestra afición relojil, darle importancia e invertir tiempo y dinero en objetos es una afición que puede parecernos a nosotros mismos frívola en algún momento.
Sin embargo defenderé que esta afición, si no se convierte en obsesión, tiene importantes beneficios hedonistas y que debemos desterrar este complejo para abrazar nuestro relojismo como una de las buenas cosas que nos han pasado en la vida.
Porque los relojes son casi lo único que podemos disfrutar en cualquier momento, lugar y disposición.
A mí me gustan muchas cosas, me encanta hacer deporte, me gusta la buena comida, me gusta la conversación con los amigos, me gusta el sexo (afición que desde que me casé he enfocado en una pieza única, sin necesidad de ampliar la caja en absoluto), me gusta entrenar a mis perros, me encanta estudiar, leer, el cine… Y también los relojes.
¿Qué tienen de especial los relojes? Casi todas las demás cosas que me gustan parecen como mínimo tan disfrutables como los relojes, en algunos casos evidentemente más ¿Qué aportan entonces? ¿No sería mejor incluso desde un punto de vista del disfrute propio centrarse en las otras y olvidarse de pelucos?
No, porque los relojes son de las pocas cosas que nos gustan y siempre están ahí, en todo momento. Siempre podemos mirar nuestro reloj.
Es lo único de entre lo que me gusta a lo que puedo acudir de inmediato en cualquier circunstancia para tener un momento de disfrute. Puedo estar escribiendo un documento y girar la muñeca para ver algún detalle de la caja o poner en marcha un crono, puedo estar durmiendo y si despierto un momento puedo mirar la iluminación del reloj. En el momento más duro del trabajo puedo acudir al reloj para ver algo hermoso y que me hace feliz.
No puedo hacer deporte en cualquier momento, no siempre tengo tiempo para ver a los amigos (tengo atrasada una comida muy deseada por mí con mi amigo Pablo porque se me ha venido el curro encima), no siempre tengo concentración o ganas de estudiar, no siempre puedo ir al cine y no siempre me apetece. No siempre estoy en un lugar o en una situación que me permita leer. Del sexo ni hablamos. El reloj te permite estos dos niveles de disfrute, podemos estar concentrados en ellos, leyendo o escribiendo en el foro, viendo fotos, buscando información, pero también los disfrutamos mientras hacemos tareas, esperamos, estamos inquietos, relajados. Siempre, en prácticamente todo momento, lugar y disposición nos ofrecen placer.
Además es de las pocas cosas que llevamos y que podemos ver por completo: no vemos cómo nos queda la ropa salvo cuando tenemos un espejo, pero los relojes (y los zapatos) son de las pocas cosas que llevamos puestas y que vemos por completo sin esfuerzo. Miramos nuestro reloj y nos sentimos bien, porque es bonito, porque lo hemos elegido y ahora nos acompaña en todo momento.
A mí me hace sentir bien y no creo que haya pasado un solo día en mi vida en el que no me haya mirado varias veces la muñeca al día para disfrutar del peluco que llevo puesto desde que me regalaron mi primer reloj importante (una coleccionista amigo de mi familia es quien me metió en esto con un Air King, a los diecisiete años). Eso no me lo ha dado ninguna otra afición. No digo que mi afición por los relojes sea mayor que las otras, que no lo es, más bien al contrario, sino que tiene esa característica diferencial de estar siempre ahí, disponible sin esfuerzo, con el placer a un ángulo de la mirada, a un giro de la muñeca.
Moñardeces, sin duda, pero moñardeces relojísticas.
Y por eso no creo que debamos quitarnos de la cabeza una afición que nos puede dar un disfrute continuo, en cualquier estado de animo, con cualquier nivel de concentración…
Si nos ofrecieran un anillo mágico que con sólo tocarlo nos hiciera sentir mejor, tontos seríamos de no aceptarlo, no está el mundo como para despreciar esas pequeñas ayudas a la felicidad (no entraré en los estragos que pueden hacer los anillos mágicos cuando nos obsesionamos con ellos porque todos conocemos a Gollum).
Y eso es lo que hemos construido con nuestra afición, hemos forjado nuestro propio anillo mágico, nos lo hemos puesto a la muñeca y podemos recurrir a él con solo volver la mirada. No es poca cosa, mucha gente vive sin nada parecido.