Una mirada a la historia de Chopard
El 4 de Mayo de 1836 nació Louis-Ulysse Chopard. Era uno de los dos hijos de Félicien Chopard, y creció en el pequeño pueblo de Sonvilier, situado entre Saint Imier y La Chaux-de-Fonds. En esta zona los primeros relojeros se habían establecido en 1730. Se cree que Félicien se dedicó a la fabricación de relojes, pero no se conservan testimonios de ello. Sin embargo, hay constancia de que el joven Louis-Ulysse Chopard se estableció como relojero independiente en 1860, cuando sólo tenía 24 años.
Las iniciales de la compañía "L.U.C.", por las que era conocida, todavía son visibles en la fachada del viejo edificio de color arena en el que Louis-Ulysse Chopard estableció su primer taller.
El primer reloj Chopard
Desafortunadamente no se conservan ni libros de ventas ni una lista de cifras desde este periodo hasta el comienzo del siglo, así que sólo podemos suponer cómo fue el desarrollo de este negocio. El primer reloj del que se tiene conocimiento - actualmente expuesto en el museo Chopard de Ginebra - es un reloj grueso y pesado con disco regulador de plata y un bello puente de filigrana que se sujetaba con dos tornillos azules a la base dorada. La esfera esmaltada tiene índices romanos muy pronunciados, manecillas de acero azul y un mecanismo para los minutos de rueda de trinquete bellamente diseñado. La firma "Chopard ê Sonvilier" está pintada sobre la esfera esmaltada en blanco y ligeramente combada. El agujero para la cuerda está en la esfera sobre el "2"; su reserva de marcha era de un día.
Prácticamente todos los relojes del primer taller L.U.C. debían ser más o menos como este. Sólo la marca "ê Sonvilier" es algo inusual. Como norma Louis-Ulysse - como todos sus compañeros del Jura - firmaba sus relojes de bolsillo con la marca de Ginebra o de La Chaux-de-Fonds, incluso cuando venían de talleres de St. Imier o Sonvilier.
Ambos lugares experimentaron un verdadero auge hacia la mitad del s. XIX gracias a la introducción del escape cilíndrico y el calibre Lépine por refugiados políticos de la zona de Neuenburg Jura. Se establecieron en Berne Jura después de la Revolución de 1831. El enorme crecimiento experimentado en la zona de Saint Imier es todavía un hito en la historia de la economía suiza.
Una difícil decisión
En 1963 Paul André, el nieto de Chopard - que rondaba los ochenta años - tuvo que afrontar la decisión más dura de su vida. Ninguno de sus hijos quería continuar su trabajo al frente de la fábrica Chopard. ¿Qué podía hacer? ¿Olvidar sin más la tradición familiar? ¿Cerrar? ¿Vender? Y si vendía, ¿a quién?.
Estas cuestiones preocupaban al dueño de la compañía hasta que un alemán le hizo una visita. Su nombre era Karl Schefeule, y su interés en Chopard no era algo accidental.
Pero volvamos atrás en el tiempo. Mientras el fundador de Chopard, Louis-Ulysse, partía de Suiza hacia Rusia, un joven orfebre de un pequeño pueblo de la Selva Negra llamado Birkenfeld, cerca de la zona aurífera de Pforzheim, estaba al mismo tiempo haciendo las maletas. Este joyero, llamado Karl Scheufele trabajaba tanto como el ciudadano de la Confederación mientras preparaba su colección de selectos relojes adornados con joyas. Él se fue al Nuevo Mundo, a los Estados Unidos. En una habitación de hotel en Nueva York el "joven de la vieja Alemania" vendió sus primeros relojes a la alta sociedad americana y muy pronto, como sucede tan frecuentemente en la tierra de las oportunidades, se hizo muy conocido. El resultado fue que la colección de Karl Scheufele se hizo famosa en Nueva York casi tan rápido como la de Louis-Ulysse Chopard en Moscú.
Estos acontecimientos tuvieron lugar casi medio siglo antes de que los nietos de los fundadores de las dos compañías se conocieran en 1963. Una vez más, los dos negocios habían alcanzado un momento clave en sus respectivas historias. Chopard necesitaba un sucesor solvente y sólido para continuar con la firma familiar. Karl Scheufele no quería depender de los fabricantes suizos de movimientos y pretendía tener su propia fábrica: debía ser lo más tradicional posible y también tan consciente de su calidad como sus propios joyeros en Pforzheim, donde hasta el momento cada pieza de joyería se hacía a mano.
Karl Scheufeule y Paul André Chopard no necesitaron mucho tiempo para darse cuenta de que sus intereses coincidían. Casi exactamente cien años después de su fundación, el negocio de relojería de "Le Petit Fils de L.U. Chopard" pasó a ser propiedad de la familia de Karl Scheufele. Sin embargo, Paul André Chopard, el último relojero de la familia, continuó trabajando en su viejo banco de relojero al lado de la ventana.
Hasta su muerte en 1968 continuó fabricando a mano elegantes cronómetros de bolsillo que eran tan precisos como los que su abuelo fabricó una vez en el pequeño pueblo de Sonvilier, en la zona suiza de Jura.