Pues me temo que me toca…
Hacer un despiadado alegato en favor del ARMIS…
Empezaré diciendo que, para mí, la elegancia de una correa de piel –denostados principios ecologistas a parte- dota a la mayoría de los relojes de una elegancia y posibilidades (estéticas) sin par.
Ahora bien, cada cosa en su contexto, cada reloj con su correa y cada función en su elemento, pues no es lo mismo un diver, un reloj “chincheta” de comunión o un reloj para humidificar con los propios efluvios, bajo los vapores de la sauna.
Más allá de las más o menos justificadas preferencias, prejuicios u opciones personales, existen unos parámetros espacio/temporales que –a mi juicio- se imponen a la hora de primar la idoneidad del armis o brazalete sobre la correa, o a la inversa, sobre un reloj.
Su uso y función, unidos al ámbito climatológico donde se ha de desenvolver, han de primar, razonablemente, sobre parámetros basados en el gusto o prejuicios personales.
De un lado, es evidente que una correa de cocodrilo, pongamos por caso, no es lo más idóneo para bañarnos en la mar “salá”, por muy bien que le quede al relojito en cuestión. De otro, no es lo mismo vivir el la seca y fría meseta o en Escandinavia, que en un clima caluroso y húmedo como el mediterráneo o tropical, entre los meses de mayo a septiembre, por lo menos.
Sé que hay “germánicos”, con “germánicos” establecimientos, partidarios y defensores a ultranza de las correas de piel (y no estoy pensando en nadie en concreto
) que opinan que un reloj es “más reloj” con una correa de piel, salvo honrosas excepciones. Pues bien, hubo un tiempo en que las alternativas a las correas de piel eran más bien escasas, por lo que el común de los usuarios de relojes de pulsera que no querían incurrir en brazaletes “acordeón” o “esqueleto”, usaban y abusaban de las correas de piel hasta dejarlas cuarteadas, semi-podridas, roñosas y malolientes hasta decir basta. Quizás fue por ello por lo que las empecé a aburrir un poquito: ¡daban auténtico asco!, casi como unos zapatos sudados y pasados de rosca.
Es cierto también, que correas y armis han evolucionado y avanzado hasta conseguir calidades y cualidades impensables en tiempos no tan pretéritos, pero la correa de piel sigue teniendo una decadencia y caducidad en nada equiparable al duro, frío y antiestético, pero más que práctico y renovable, acero.
Frente a opiniones contrarias, pienso que un armis acertado y bien integrado en la caja del reloj, potencian a éste, como conjunto, sin perjuicio de las bondades estéticas que le pueda proporcionar una bonita, trabajada y no por ello menos caduca correa de piel.
Como se puede colegir de lo dicho, mis apetencias se declinan hacia el sempiterno acero y es que, como ya he dicho, los climas mediterráneos, húmedos y cuasi tropicales hacen que llevar determinados relojes con correa de piel, sea tan práctico como el ponerle tirantes a una vaca alemana…
La naturaleza de las cosas, y la mía en particular, es así. Si viviera en la fría meseta o en Finlandia, seguramente matizaría mi opinión y mis gustos pero, ni vivo en el norte de Europa, ni me apetece dejar de usar mis relojes por no denostar sus correas hasta la maloliente podedumbre con la que agonizan al final de su tramo existencial.
Y es que lo bonito y lo práctico, no suelen correr precisamente parejos, y si de economía se trata, un reloj que se use a diario, puede nacer y morir con un armis de acero, ¿pero cuántos cambios de correa necesitará para mantenerse más o menos estético?
Los Suizos y los que no lo son, lo saben muy bien, por ello se potencia muy acertadamente la estética de la correa de piel: un "consumible" estético sin fin.
Bueno, no está mal ideado: no sólo de la venta de relojes se alimenta la industria relojera.