M
Mulleras
Visitante
Buenas tardes.
Efectivamente, como ya avancé en el hilo de las PFM, este domingo volví a quedar con Jorge, en la misma cafetería del pueblo.
No podía extenderme mucho en el asunto, puesto que los domingos, mientras mi esposa descansa de haber pasado la noche trabajando en el hospital, debo atender obligaciones domésticas con los críos y aprovecho para adentrarme en el misterioso mundo de los arroces. No obstante siempre dispongo de un ratito para estos encuentros, ya sea con Jorge o con algún otro amigo.
Al entrar en la cafetería e ir a saludar a Encarni, vi que Jorge ya estaba sentado y, alzando las cejas, mientras tomaba un sorbo de su taza, levantó la mano izquierda a modo de saludo. Aproveché para pedirle a Encarni un café cortado con leche natural y sacarina. Luego, risueña y pizpireta como siempre, me lo acercaría a la mesa.
Le dí la mano a Jorge, que ya había posado la taza en el plato, y tomé asiento. Cruzamos cuatro palabras de cortesía distendida y coloquial. Me invitó a que tomara una porra del plato, algo mayor, que acompañaba al de la taza, pero rehusé la invitación a desgana, pues procuro evitar, no siempre con éxito, este tipo de tentaciones. Además, estaba expectante por averiguar que iba a salir del bolso de Jorge, ya que no me había dicho en ningún momento que era lo que me iba a ofrecer.
Parloteamos hasta que vino Gema a traerme el café. Encarni estaba liada limpiando una de la las mesas de la terraza que daba al paseo marítimo. Una gran mujer, Gema. Después de que la vida la haya tratado a patadas, jamás borra esa sonrisa marcada con 100 cicatrices, que un mal hombre le tatuó de por vida. Gema si es un dogma y no lo que nos venden en los templos.
Vertí el sobre de sacarina en el café y al primer sorbo, Jorge, empezó a ir al grano.
-Mira, hoy te he traído esto. Sin compromiso. Si te gusta bien y si no, pues no te preocupes que no pasa nada.
Un tío curioso Jorge. No quiere saber nada de Internet, ni del mundo virtual. Ya me lo dijo el pasado domingo. De hecho, ha desinstalado Wallapop de su móvil porque le producía una gran ansiedad tener que responder a una miríada de desconocidos que no paraban de ponerle precio a sus cosas de forma tan arbitraria como lasciva. Le rebatí diciéndole que si no pone el precio en los anuncios es normal que la gente le tire la caña. Respondió, ¡coño, que me pregunten el precio y punto!
Su principal argumento es irrefutable. “¿En qué me beneficia tener que encender un dispositivo, esperar a que esté listo, abrir una aplicación, esperar a que esté lista, encontrar los “botones” adecuados y abrir el teclado de la pantalla para tomar una nota, cuando en 10 segundos he sacado la libreta y el bolígrafo del bolso, he escrito la nota y lo he vuelto a guardar todo de nuevo?” He hecho la prueba y, aun teniendo el móvil encendido, la diferencia a favor de la libreta es abrumadora. ¡Menos mal que todos estos chismes existen para facilitarnos la vida y ahorrar tiempo para invertirlo en nuestras cosas!
Llegó el momento de meter la mano en el bolso y sacó algó envuelto en una bolsa de plástico de los supermercados Condis. Fue desenrollando la bolsa y de su interior apareció una caja Pelikan. La cosa prometía porque aún carezco de la M600 y de la M1000 con los colores “corporativos” de la marca (rayas verdes y negras).
Cuando Jorge abrió la caja, una gran decepción me embargó por completo. Se trataba de una Pelikan M805 Dark Blue. No es verde. La examino y no hay duda. Plumín de 18 quilates bicolor y adornos en “blanco”. Se trata de la Pelikan M805 Dark Blue que solo se editó en 2003, junto a la M405 y la M605 con el mismo apellido.
Me lo debió notar en la cara porque insistió en que no había compromiso por ninguna de ambas partes. No obstante le pregunté el precio y me dijo que esta vez no podía pedirme menos de 150 euros por ella. Él ya sabe que yo nunca discuto por dinero.
La volví a examinar y me sabía mal haberle hecho venir para que se fuera con las manos vacías, y a mi tampoco me va de 150 euros, así que saqué la cartera y le pague la pluma.
La guardé en mi bandolera, sin la bolsa de plástico y estuvimos “cascando” un rato. Hablamos de nuestra vida personal y se notaba en el ambiente que estábamos a gusto y que fuera del campo de la compra-venta seguiríamos en contacto.
No se si ya lo tenía preparado, pero me citó para el siguiente domingo para traerme una pluma que “acababa de recordar” que tenía en el cajón de la máquina de coser. Bueno, pensé que no podía ser peor que la Pelikan y quedamos en el mismo sitio y a la misma hora. En el peor de los casos disfrutaríamos de un buen café y una charla entre amigos. Además, de las sonrisas de Encarni y Gema.
Y heme aquí, mostrando esta Pelikan extremadamente seria, insulsa y aburrida. Aunque en su defensa diré que parece que nunca se ha usado y que queda muy aparente en mi vitrina de Montblanc. ¡En fin, no se puede ganar siempre! Un saludo y muchas gracias.
Efectivamente, como ya avancé en el hilo de las PFM, este domingo volví a quedar con Jorge, en la misma cafetería del pueblo.
No podía extenderme mucho en el asunto, puesto que los domingos, mientras mi esposa descansa de haber pasado la noche trabajando en el hospital, debo atender obligaciones domésticas con los críos y aprovecho para adentrarme en el misterioso mundo de los arroces. No obstante siempre dispongo de un ratito para estos encuentros, ya sea con Jorge o con algún otro amigo.
Al entrar en la cafetería e ir a saludar a Encarni, vi que Jorge ya estaba sentado y, alzando las cejas, mientras tomaba un sorbo de su taza, levantó la mano izquierda a modo de saludo. Aproveché para pedirle a Encarni un café cortado con leche natural y sacarina. Luego, risueña y pizpireta como siempre, me lo acercaría a la mesa.
Le dí la mano a Jorge, que ya había posado la taza en el plato, y tomé asiento. Cruzamos cuatro palabras de cortesía distendida y coloquial. Me invitó a que tomara una porra del plato, algo mayor, que acompañaba al de la taza, pero rehusé la invitación a desgana, pues procuro evitar, no siempre con éxito, este tipo de tentaciones. Además, estaba expectante por averiguar que iba a salir del bolso de Jorge, ya que no me había dicho en ningún momento que era lo que me iba a ofrecer.
Parloteamos hasta que vino Gema a traerme el café. Encarni estaba liada limpiando una de la las mesas de la terraza que daba al paseo marítimo. Una gran mujer, Gema. Después de que la vida la haya tratado a patadas, jamás borra esa sonrisa marcada con 100 cicatrices, que un mal hombre le tatuó de por vida. Gema si es un dogma y no lo que nos venden en los templos.
Vertí el sobre de sacarina en el café y al primer sorbo, Jorge, empezó a ir al grano.
-Mira, hoy te he traído esto. Sin compromiso. Si te gusta bien y si no, pues no te preocupes que no pasa nada.
Un tío curioso Jorge. No quiere saber nada de Internet, ni del mundo virtual. Ya me lo dijo el pasado domingo. De hecho, ha desinstalado Wallapop de su móvil porque le producía una gran ansiedad tener que responder a una miríada de desconocidos que no paraban de ponerle precio a sus cosas de forma tan arbitraria como lasciva. Le rebatí diciéndole que si no pone el precio en los anuncios es normal que la gente le tire la caña. Respondió, ¡coño, que me pregunten el precio y punto!
Su principal argumento es irrefutable. “¿En qué me beneficia tener que encender un dispositivo, esperar a que esté listo, abrir una aplicación, esperar a que esté lista, encontrar los “botones” adecuados y abrir el teclado de la pantalla para tomar una nota, cuando en 10 segundos he sacado la libreta y el bolígrafo del bolso, he escrito la nota y lo he vuelto a guardar todo de nuevo?” He hecho la prueba y, aun teniendo el móvil encendido, la diferencia a favor de la libreta es abrumadora. ¡Menos mal que todos estos chismes existen para facilitarnos la vida y ahorrar tiempo para invertirlo en nuestras cosas!
Llegó el momento de meter la mano en el bolso y sacó algó envuelto en una bolsa de plástico de los supermercados Condis. Fue desenrollando la bolsa y de su interior apareció una caja Pelikan. La cosa prometía porque aún carezco de la M600 y de la M1000 con los colores “corporativos” de la marca (rayas verdes y negras).
Cuando Jorge abrió la caja, una gran decepción me embargó por completo. Se trataba de una Pelikan M805 Dark Blue. No es verde. La examino y no hay duda. Plumín de 18 quilates bicolor y adornos en “blanco”. Se trata de la Pelikan M805 Dark Blue que solo se editó en 2003, junto a la M405 y la M605 con el mismo apellido.
Me lo debió notar en la cara porque insistió en que no había compromiso por ninguna de ambas partes. No obstante le pregunté el precio y me dijo que esta vez no podía pedirme menos de 150 euros por ella. Él ya sabe que yo nunca discuto por dinero.
La volví a examinar y me sabía mal haberle hecho venir para que se fuera con las manos vacías, y a mi tampoco me va de 150 euros, así que saqué la cartera y le pague la pluma.
La guardé en mi bandolera, sin la bolsa de plástico y estuvimos “cascando” un rato. Hablamos de nuestra vida personal y se notaba en el ambiente que estábamos a gusto y que fuera del campo de la compra-venta seguiríamos en contacto.
No se si ya lo tenía preparado, pero me citó para el siguiente domingo para traerme una pluma que “acababa de recordar” que tenía en el cajón de la máquina de coser. Bueno, pensé que no podía ser peor que la Pelikan y quedamos en el mismo sitio y a la misma hora. En el peor de los casos disfrutaríamos de un buen café y una charla entre amigos. Además, de las sonrisas de Encarni y Gema.
Y heme aquí, mostrando esta Pelikan extremadamente seria, insulsa y aburrida. Aunque en su defensa diré que parece que nunca se ha usado y que queda muy aparente en mi vitrina de Montblanc. ¡En fin, no se puede ganar siempre! Un saludo y muchas gracias.
Archivos adjuntos
Última edición por un moderador: