En elmundo.es se los ve escépticos.
https://www.elmundo.es/tecnologia/2014/09/14/5412b7e7e2704e822f8b4572.html
Wearables: las tecnologías más innovadoras (¿e inútiles?)
- No despiertan ningún sentimiento -más allá de la curiosidad- al ciudadano medio
Apple comienza su aventura en el sector de los relojes inteligentes. Y con su llegada llegaban los halagos, pero también el cachondeo generalizado. "Apple va a intentar convencernos para que compremos un reloj a gente que miramos la hora en el móvil desde hace diez años", comentaba el periodista
Juanlu Sánchez, una sorna a la que se unían muchos otros: "Se acabó mirar la hora en el móvil. Llega... el
reloj". Una serie de mofas que, de fondo, planteaban una pregunta que conviene no dejar de hacerse: ¿tiene sentido llevar en la muñeca un reloj inteligente, sobre todo a un precio de 349 euros?
Porque, abordemos el tema: los wearables molan. Molan mucho. Pero, ¿sirven realmente de algo? ¿Aportan un verdadero valor añadido? Los relojes inteligentes nos avisan de que tenemos un correo nuevo, nos notifican los mensajes, nos permiten hacer y recibir llamadas y nos dan la posibilidad de acceder a nuestra agenda en un segundo. Pero,
¿tiene sentido ofrecer ese tipo de prestaciones a una sociedad que está acostumbrada a vivir con el teléfono pegado a la mano? Y, además, ¿tiene sentido ofrecer ese tipo de servicios a personas que hace años dejaron de llevar reloj más allá del posible sentido estético?
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El 33% dejan de usarse a los seis meses
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Sin embargo, una cosa es comprar algo y otra muy distinta es usarlo y conservarlo. Si nos fijamos en otro estudio, el desarrollado por la firma
, los datos no parecen tan halagüeños: según este informe, el 33% de los wearables vendidos son 'abandonados' apenas seis meses después de su compra. Al final, el 50% de todos ellos perderán igualmente su uso a lo largo del tiempo.
¿Por qué no tienen éxito?
A la hora de analizar el escaso éxito de este tipo de dispositivos hay respuestas y teorías de todo tipo. De una de ellas ya hemos hablado: su cuestionable utilidad. Porque, sí, tener otro dispositivo que hace -prácticamente- lo mismo que el móvil es el sueño de todo tecnófilo curioso, pero poco más. Al final, una vez pasada la emoción por llevar un reloj inteligente o unas gafas que te hablan, el interés acaba decayendo.
Otro de los posibles motivos es mucho más frívolo, aunque no menos importante: el deficiente diseño. Al final, un wearable se distingue casi a kilómetros. Los smart watches suelen ser más grandes y bastos que el resto de relojes, mientras que las Google Glass tampoco son el culmen de la elegancia, precisamente. Las empresas son conscientes de ello y, por eso, compañías como Apple, Samsung, Motorola o Intel están empezando a firmar acuerdos de colaboración y desarrollo de wearables con importantes marcas de moda.
El último de los motivos parece, de lejos, el más evidente: pese al revuelo mediático y social que puedan generar, los wearables todavía constituyen un producto de nicho. Más allá de los apasionados por la tecnología,
este tipo de dispositivos no despierta ningún sentimiento -más allá de la mera curiosidad- al ciudadano medio, que no siente la necesidad de integrar un nuevo dispositivo en su día a día.