Kaizen
Milpostista
Sin verificar
Buenas noches.
A raíz de un comentario en este hilo, no he podido evitar traducir y traer aquí este interesante artículo.
Lo he traducido bastante deprisa porque no quería que el tema perdiese actualidad, así que supongo que contendrá impreciosiones. Lo revisaré el fin de semana que viene.
Una última cuestión... Me ha llevado un buen rato y lo último que quisiera es que diera lugar a polémicas ajenas a esta sección (si así fuera, cerraría el hilo).
Que lo disfrutéis.
LA INVENCIÓN DE LA ALTA RELOJERÍA
• Cómo la expresión “alta relojería” se convirtió en un término de marketing
• El término “alta relojería” es hoy una expresión ampliamente empleada pero poco discutida
Para los autores ginebrinos y parisinos que debatían sobre la naturaleza de la relojería durante la primera parte del siglo XIX, el concepto de “alta relojería” respondía a una categoría específica de productos: se trataba de relojes de alta precisión, en particular cronómetros de marina. Eran instrumentos científicos que servían a la astronomía, la navegación marítima y el estudio y la medición del tiempo. La mayor parte de los autores distinguía este tipo de productos de la “relojería fina” y la “relojería corriente”, que representaban los relojes destinados al consumo civil.
En un artículo publicado el 29 de junio de 1826, el Journal de Genève deja claramente de manifiesto esta diferenciación. La relojería se dividía “en dos ramas muy distintas: la alta relojería y la relojería comercial”. La primera comprendía “todos los productos cuyo principal mérito radica en su consumada perfección. Es necesario que la máquina, al salir de las manos del operario, sea exacta en todas sus partes”. Por otro lado, pese a la importancia que se le concedía a la excelencia técnica, la ejecución de complicaciones, la multiplicación de funciones y la riqueza de la decoración debían evitarse: “El exterior de estas cuidadas piezas suele ser muy modesto […]; su interior es poco complicado, pero esta simplicidad debe venir compensada por su perfección: es ahí donde el artista puede plasmar su habilidad y su talento”.
Por el contrario, “en la relojería comercial todo se supedita a la elegancia de las formas exteriores”. En sus orígenes, la idea de “alta relojería” se asocia pues a la excelencia y a la simplicidad de los productos. En ningún caso a su decoración ni a la profusión de complicaciones.
No obstante, esta acepción de “alta relojería” cae en desuso a comienzos del siglo XX. Los progresos de la producción mecanizada, que hacen posible la fabricación en serie de productos de calidad, dejan obsoleta la idea misma de alta relojería, puesto que la precisión ya no es patrimonio exclusivo de una pequeña élite de artesanos. En consecuencia, este concepto desaparece del discurso relojero poco después del año 1900.
Sin embargo, aproximadamente un siglo después, la “alta relojería” regresa al microcosmos relojero. ¿Por qué esta reaparición? ¿Hay una continuidad histórica tras ella? ¿Quién recupera el concepto y con qué objetivo? Para ser exactos, podemos datar este retorno en 1991, con ocasión de la organización en Ginebra del primer Salón Internacional de la Alta Relojería (SIHH). Así, cinco marcas dejan la Feria de Basilea para abrir un salón diferente en Ginebra, oficialmente a causa de la competencia japonesa, más prosaicamente para diferenciarse de las marcas –niponas, sí, pero sobre todo suizas– de los grupos rivales.
El SIHH es en efecto una creación de Cartier y de las empresas de su grupo (Piaget, Baume & Mercier), pertenecientes a la Compagnie Financière Richemont, fundada en 1988 y cuya sede social está en Ginebra. Para esta empresa la cuestión era diferenciarse de su competencia, principalmente del Swatch Group, e imponerse como la verdadera representante del lujo –junto con algunos creadores independientes–. De hecho, Breguet abandona el SIHH en 2001, tras su compra por parte del Swatch Group.
La noción de “alta relojería” es el núcleo de esta estrategia de distinción y seguramente no es casualidad que haya sido introducida por un grupo en cuyo seno la marca francesa Cartier ocupa una posición primordial: las similitudes con la “alta costura” parisina son evidentes. Por otra parte, Richemont refuerza su implantación como heredera de una tradición relojera y promotora de la “alta relojería” creando en 2005 la Fundación de la Alta Relojería (FHH). Esta última incluso adopta un Manifiesto que pretende definir los relojes y marcas susceptibles de definirse como productos y miembros de la “alta relojería”. Este manifiesto define el término “alta relojería” como la conjugación de un conjunto de elementos dispares: “una historia secular aún viva, la profundidad de una cultura específica, la expresión de una ética profesional, la perpetuación de la excelencia de los oficios artísticos y la prolongación de una pasión”. Aunque esta definición insiste sobre la conservación de una tradición histórica, no se corresponde con la idea de “alta relojería” tal y como se utilizaba a lo largo del siglo XIX.
El carácter original del concepto de “alta relojería” desapareció pues en beneficio de una acepción ambivalente que respondía a la estrategia de marketing de algunas empresas. Además, la “alta relojería” contemporánea debería entenderse en el contexto de la encarnizada competencia que se libran los grandes actores de la industria del lujo y, en este sentido, más que expresar la permanencia de una tradición histórica, revela desafíos contemporáneos.
© Pierre-Yves Donzé
A raíz de un comentario en este hilo, no he podido evitar traducir y traer aquí este interesante artículo.
Lo he traducido bastante deprisa porque no quería que el tema perdiese actualidad, así que supongo que contendrá impreciosiones. Lo revisaré el fin de semana que viene.
Una última cuestión... Me ha llevado un buen rato y lo último que quisiera es que diera lugar a polémicas ajenas a esta sección (si así fuera, cerraría el hilo).
Que lo disfrutéis.
LA INVENCIÓN DE LA ALTA RELOJERÍA
• Cómo la expresión “alta relojería” se convirtió en un término de marketing
• El término “alta relojería” es hoy una expresión ampliamente empleada pero poco discutida
Para los autores ginebrinos y parisinos que debatían sobre la naturaleza de la relojería durante la primera parte del siglo XIX, el concepto de “alta relojería” respondía a una categoría específica de productos: se trataba de relojes de alta precisión, en particular cronómetros de marina. Eran instrumentos científicos que servían a la astronomía, la navegación marítima y el estudio y la medición del tiempo. La mayor parte de los autores distinguía este tipo de productos de la “relojería fina” y la “relojería corriente”, que representaban los relojes destinados al consumo civil.
En un artículo publicado el 29 de junio de 1826, el Journal de Genève deja claramente de manifiesto esta diferenciación. La relojería se dividía “en dos ramas muy distintas: la alta relojería y la relojería comercial”. La primera comprendía “todos los productos cuyo principal mérito radica en su consumada perfección. Es necesario que la máquina, al salir de las manos del operario, sea exacta en todas sus partes”. Por otro lado, pese a la importancia que se le concedía a la excelencia técnica, la ejecución de complicaciones, la multiplicación de funciones y la riqueza de la decoración debían evitarse: “El exterior de estas cuidadas piezas suele ser muy modesto […]; su interior es poco complicado, pero esta simplicidad debe venir compensada por su perfección: es ahí donde el artista puede plasmar su habilidad y su talento”.
Por el contrario, “en la relojería comercial todo se supedita a la elegancia de las formas exteriores”. En sus orígenes, la idea de “alta relojería” se asocia pues a la excelencia y a la simplicidad de los productos. En ningún caso a su decoración ni a la profusión de complicaciones.
No obstante, esta acepción de “alta relojería” cae en desuso a comienzos del siglo XX. Los progresos de la producción mecanizada, que hacen posible la fabricación en serie de productos de calidad, dejan obsoleta la idea misma de alta relojería, puesto que la precisión ya no es patrimonio exclusivo de una pequeña élite de artesanos. En consecuencia, este concepto desaparece del discurso relojero poco después del año 1900.
Sin embargo, aproximadamente un siglo después, la “alta relojería” regresa al microcosmos relojero. ¿Por qué esta reaparición? ¿Hay una continuidad histórica tras ella? ¿Quién recupera el concepto y con qué objetivo? Para ser exactos, podemos datar este retorno en 1991, con ocasión de la organización en Ginebra del primer Salón Internacional de la Alta Relojería (SIHH). Así, cinco marcas dejan la Feria de Basilea para abrir un salón diferente en Ginebra, oficialmente a causa de la competencia japonesa, más prosaicamente para diferenciarse de las marcas –niponas, sí, pero sobre todo suizas– de los grupos rivales.
El SIHH es en efecto una creación de Cartier y de las empresas de su grupo (Piaget, Baume & Mercier), pertenecientes a la Compagnie Financière Richemont, fundada en 1988 y cuya sede social está en Ginebra. Para esta empresa la cuestión era diferenciarse de su competencia, principalmente del Swatch Group, e imponerse como la verdadera representante del lujo –junto con algunos creadores independientes–. De hecho, Breguet abandona el SIHH en 2001, tras su compra por parte del Swatch Group.
La noción de “alta relojería” es el núcleo de esta estrategia de distinción y seguramente no es casualidad que haya sido introducida por un grupo en cuyo seno la marca francesa Cartier ocupa una posición primordial: las similitudes con la “alta costura” parisina son evidentes. Por otra parte, Richemont refuerza su implantación como heredera de una tradición relojera y promotora de la “alta relojería” creando en 2005 la Fundación de la Alta Relojería (FHH). Esta última incluso adopta un Manifiesto que pretende definir los relojes y marcas susceptibles de definirse como productos y miembros de la “alta relojería”. Este manifiesto define el término “alta relojería” como la conjugación de un conjunto de elementos dispares: “una historia secular aún viva, la profundidad de una cultura específica, la expresión de una ética profesional, la perpetuación de la excelencia de los oficios artísticos y la prolongación de una pasión”. Aunque esta definición insiste sobre la conservación de una tradición histórica, no se corresponde con la idea de “alta relojería” tal y como se utilizaba a lo largo del siglo XIX.
El carácter original del concepto de “alta relojería” desapareció pues en beneficio de una acepción ambivalente que respondía a la estrategia de marketing de algunas empresas. Además, la “alta relojería” contemporánea debería entenderse en el contexto de la encarnizada competencia que se libran los grandes actores de la industria del lujo y, en este sentido, más que expresar la permanencia de una tradición histórica, revela desafíos contemporáneos.
© Pierre-Yves Donzé