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The Beater Man
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-Te he dejado encima de la mesa mi reloj, que se le ha caído la tapa de atrás y se me ha perdido. A ver si lo puedes arreglar -me dijo mi mujer hace un par de días cuando llegué de trabajar.
De alguna manera ni me sorprendió ni alarmó como podía haber pasado si hubiera sido uno de mis hijos quien me hubiera dado una noticia parecida. Más que nada porque a base de constancia he conseguido inculcarles el aprecio y encanto de los relojes, por lo que guardan sus tesoros en una caja de 12 elementos. Cada noche echo un vistazo para contemplar el Tissot Gentleman, el Hamilton Jazzmaster, el Seiko Sport 5 o los dos Orient Mako entre otros que reposan junto al resto de compañeros de batallas. Suelen cambiarlos a diario igual que yo y juntos formamos un trío relojero bien avenido.
Sin embargo, mi mujer es de otro planeta.
Hacía ya muchos meses que trataba de convencerla para decidir un reloj de verdad y no el Tous comprado en una boutique de un centro comercial hace ya cuatro años. Sin embargo, y a pesar de múltiples propuestas que incluso había obtenido de consejos en este foro, no había nada que rascar. Ella seguía feliz con su relojito en la muñeca.
En esto años aprendí a aceptar la idea de que mi mujer tiene mucho estilo para todo, pero que le importa un pimiento el tema relojero. Por lo menos me había escuchado y se lo sacaba de la muñeca para meterse en las preciosas playas menorquinas durante las vacaciones. Era en ese momento cuando yo aprovechaba la ocasión.
-Esto con un diver no te pasaría. Hay unos Tissot de 34mm que te quedarían muy bien. Luego te los enseño y ya verás qué chulos.
Como la respuesta era el silencio e ignorarme por completo, me limitaba a suspirar y a idear alguna otra treta para indicarle el camino correcto. Los religiosos se refieren a ese momento como "el encuentro con la verdad". Los físicos como "la constatación de las leyes naturales".
Comencé a odiar a Tous.
En alguna de mis pesadillas aparece ella orgullosa con otro Tous en un paquetito muy mono con lazo azul y una bolsita de diseño. Entonces mi mujer me pide que le ajuste la milanesa y lo hago con desgana, sabiendo que he sido de nuevo vencido por el monstruo del osito. Me despierto con sudores y tardo unos minutos en volver a la realidad y darme cuenta de que aún tengo tiempo, que quizás las próximas navidades o a lo mejor para su cumpleaños ella dé el sí definitivo y acepte cambiar el reloj por uno con cara y ojos.
Cuando paseamos de la mano como dos enamorados cerca de alguna de sus tiendas acelero el paso y tiro de ella sin dejar que ni siquiera se acerque al escaparate.
-¿Qué haces? -me pregunta con cara de mosqueo.
-Nada. ¿No querías ver unos zapatos? -replico deteniéndome frente a su zapatería favorita.
Entonces ya el mundo se detiene, los ojos le salen de las órbitas y sé que puedo dejarla tranquilamente durante media hora mientras yo voy a la relojería de la esquina a ver qué nuevas piezas han traído. A la vuelta, yo regreso con las manos vacías porque no es cuestión de ir gastando los dineritos alegremente. Pero al entrar a la zapatería ella me sonríe de aquella manera que me cautiva.
-Cariño, ¿te gustan?
En los pies luce un par de zapatos nuevos, sospechosamente parecidos a muchos otros que tiene.
-Sí, ¡qué bonitos!
Y la vuelta a casa la hacemos con la bolsa de zapatos en una mano y la sensación de haber librado una nueva batalla victoriosa frente a la marca del osito, porque al pasar de nuevo por delante de la tienda ya ni siquiera hace intención de ralentizar el paso.
Por eso, cuando hace un par de días me dijo que había perdido la trasera del reloj, mi corazón se agitó de excitación.
Tengo ante mi una oportunidad de oro que quizás no pueda desaprovechar. Con un poco de maña quizás logre convencerla de, por fin, llevarla a una relojería como dios manda y que se pruebe el Tissot PRX 35mm, o un Certina Lady o incluso el Hamilton Jazzmaster de 34mm, que aunque solo tiene 5m WR me puede valer.
Hasta entonces, lleva en la muñeca el Tous antiguo, el que tenía antes de este otro y del que se había cansado. Espero poder llegar a tiempo antes de que se encariñe demasiado.
Os dejo el artefacto en cuestión, por delante y por detrás. Veréis qué preciosidad.
De alguna manera ni me sorprendió ni alarmó como podía haber pasado si hubiera sido uno de mis hijos quien me hubiera dado una noticia parecida. Más que nada porque a base de constancia he conseguido inculcarles el aprecio y encanto de los relojes, por lo que guardan sus tesoros en una caja de 12 elementos. Cada noche echo un vistazo para contemplar el Tissot Gentleman, el Hamilton Jazzmaster, el Seiko Sport 5 o los dos Orient Mako entre otros que reposan junto al resto de compañeros de batallas. Suelen cambiarlos a diario igual que yo y juntos formamos un trío relojero bien avenido.
Sin embargo, mi mujer es de otro planeta.
Hacía ya muchos meses que trataba de convencerla para decidir un reloj de verdad y no el Tous comprado en una boutique de un centro comercial hace ya cuatro años. Sin embargo, y a pesar de múltiples propuestas que incluso había obtenido de consejos en este foro, no había nada que rascar. Ella seguía feliz con su relojito en la muñeca.
En esto años aprendí a aceptar la idea de que mi mujer tiene mucho estilo para todo, pero que le importa un pimiento el tema relojero. Por lo menos me había escuchado y se lo sacaba de la muñeca para meterse en las preciosas playas menorquinas durante las vacaciones. Era en ese momento cuando yo aprovechaba la ocasión.
-Esto con un diver no te pasaría. Hay unos Tissot de 34mm que te quedarían muy bien. Luego te los enseño y ya verás qué chulos.
Como la respuesta era el silencio e ignorarme por completo, me limitaba a suspirar y a idear alguna otra treta para indicarle el camino correcto. Los religiosos se refieren a ese momento como "el encuentro con la verdad". Los físicos como "la constatación de las leyes naturales".
Comencé a odiar a Tous.
En alguna de mis pesadillas aparece ella orgullosa con otro Tous en un paquetito muy mono con lazo azul y una bolsita de diseño. Entonces mi mujer me pide que le ajuste la milanesa y lo hago con desgana, sabiendo que he sido de nuevo vencido por el monstruo del osito. Me despierto con sudores y tardo unos minutos en volver a la realidad y darme cuenta de que aún tengo tiempo, que quizás las próximas navidades o a lo mejor para su cumpleaños ella dé el sí definitivo y acepte cambiar el reloj por uno con cara y ojos.
Cuando paseamos de la mano como dos enamorados cerca de alguna de sus tiendas acelero el paso y tiro de ella sin dejar que ni siquiera se acerque al escaparate.
-¿Qué haces? -me pregunta con cara de mosqueo.
-Nada. ¿No querías ver unos zapatos? -replico deteniéndome frente a su zapatería favorita.
Entonces ya el mundo se detiene, los ojos le salen de las órbitas y sé que puedo dejarla tranquilamente durante media hora mientras yo voy a la relojería de la esquina a ver qué nuevas piezas han traído. A la vuelta, yo regreso con las manos vacías porque no es cuestión de ir gastando los dineritos alegremente. Pero al entrar a la zapatería ella me sonríe de aquella manera que me cautiva.
-Cariño, ¿te gustan?
En los pies luce un par de zapatos nuevos, sospechosamente parecidos a muchos otros que tiene.
-Sí, ¡qué bonitos!
Y la vuelta a casa la hacemos con la bolsa de zapatos en una mano y la sensación de haber librado una nueva batalla victoriosa frente a la marca del osito, porque al pasar de nuevo por delante de la tienda ya ni siquiera hace intención de ralentizar el paso.
Por eso, cuando hace un par de días me dijo que había perdido la trasera del reloj, mi corazón se agitó de excitación.
Tengo ante mi una oportunidad de oro que quizás no pueda desaprovechar. Con un poco de maña quizás logre convencerla de, por fin, llevarla a una relojería como dios manda y que se pruebe el Tissot PRX 35mm, o un Certina Lady o incluso el Hamilton Jazzmaster de 34mm, que aunque solo tiene 5m WR me puede valer.
Hasta entonces, lleva en la muñeca el Tous antiguo, el que tenía antes de este otro y del que se había cansado. Espero poder llegar a tiempo antes de que se encariñe demasiado.
Os dejo el artefacto en cuestión, por delante y por detrás. Veréis qué preciosidad.
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