Después de visitar la manufactura Vaucher tocaba ver el Atelier donde se afinan y encajan los movimientos, el taller de restauración (toda una institución en el mundo de la relojería, con clientes como el Museo Patek Philippe) y finalmente una presentación de las distintas colecciones de Parmigiani Fleurier. Situado en un chalet típico de la zona, conserva un sabor casero que ayuda a transmitir la sensación de artesanía que se le supone a una manufactura.
Aquí trabaja un selecto equipo de relojeros que no sólo monta, comprueba y encaja los calibres más sofisticados sino que además prueba prototipos que después pasarán a producción.
Una de las discusiones más antiguas (y bizantinas) en el mundo de los aficionados es el concepto de manufactura ¿no es manufactura aquel que no produce in-house todos y cada uno de los componentes de un reloj? Dejas de ser manufactura porque no produces tus propias correas, agujas, cristales, aceites…? Sabiendo lo que sé ahora (y antes intuía) puedo afirmar que según ese criterio la manufactura no existe. Ningún fabricante, productor, o creador relojero posee todas esas líneas de producto bajo un mismo techo, llámese nombre o marca.
Un ejemplo sencillo es el de las agujas: existen verdaderos especialistas en su fabricación, capaces de ajustarse a las exigencias de cada cliente.
En lo que nadie discute la maestría a Vaucher es en la elaboración de calibres maravillosos, que a mí me parecieron más bellos si cabe por la utilización del microrrotor. Este característica permite manejar grosores de calibre muy finos, especialmente indicados para relojes «de vestir» como el Tonda.
También aquí se prueban prototipos, que usan los propios relojeros (relojera, en este caso) y que una vez fotografiado me pidieron no publicar. Atendiendo a esa petición -de las poquísimas restricciones que nos pusieron- creo que no la contravengo poniendo esta imagen: los que lo vieron lo reconocerán, y los que no lo conocen no podrán saber qué es hasta que obtenga el permiso de Parmigiani, pero lo dejo como testigo de lo que espero sea un gran éxito para la marca porque es un rato bonito.
Los calibres de estos modelos son montados uno a uno. A tener en cuenta que muchas partes del movimiento quedarán ocultas una vez terminado, lo que no impide que la pletina esté completamente decorada.
El resultado es espectacular…
De esta fábrica de sueños salen desde tourbillones (Tonda) a repeticiones de minutos (Toric) pasando por los Kalpa de Alta Relojería (repetición de minutos con ocho días de reserva de marcha):
En el Atelier es el laboratorio donde «piensan» nuevos modelos no sólo de calibres sino de reloj: estas agujas-pantógrafo son una reedición de un reloj oval en la colección de la Fundación: siendo la esfera oval las agujas se alargan y contraen según su posición en la esfera produciendo un efecto casi hipnótico dado que por la lentitud del propio movimiento esa elongación-contracción es casi imperceptible.
Como digo, el origen de esta re-edición (podríamos llamarla réplica en el mejor sentido de la palabra) es un reloj del siglo XVIII que se encuentra en la colección propia. Precisamente estaba en el taller de reparación y mantenimiento que se encuentra en el mismo edificio que l’Atelier donde tuvimos ocasión de verlo ¡y tocarlo! para hacernos una idea de la evolución.
Michel Parmigiani ha hecho de la restauración un verdadero arte aplicando desde hace treinta años toda su experiencia y habilidades, algo que lógicamente se retroalimenta con el tiempo. Parte de esta retroalimentación es la confianza que coleccionistas y museos de toda Europa han depositado en esa experiencia ayudándole así a desarrollar metodologías propias en los procesos de recuperación y restauración. En palabras del propio Parmigiani, es «un diálogo constante entre la excelencia del pasado y su aplicación en la relojería del futuro». Obviamente no trabaja solo: en su equipo encontramos joyeros, esmaltadores y grabadores además de experimentados relojeros, sin olvidar el importante capítulo de la documentación histórica previa a cualquier intervención. Todo queda documentado por escrito junto con imágenes de la intervención. Es precisamente de esta ingente aportación de información de donde a veces salen nuevas ideas como el pantógrafo mencionado.
Y la casualidad quiso que viera este maravillosa pieza en proceso final de restauración. Se trata de una de las muchas cajas de música que se hicieron en el S. XVIII, generalmente para personajes de cortes reales dado su nivel de acabados tanto de factura como de materiales y por ende su alto precio. Está hecha de oro esmaltado y perlas, y contiene un mecanismo que hace «cantar» al pájaro que contiene.
El virtuosismo desarrollado y el nivel de acabados son sencillamente sensacionales, dignos de un museo… que es donde finalmente volví a encontrarla varios meses después en una visita ex-profeso que hice a Ginebra.
Funciona tirando de una de las perlas que, unida a una cuerda, activa el mecanismo.
Al otro lado de la calle está la «Maison» propiamente dicha, y fue allí donde Guillaume Marx, responsable de la marca para los potentes mercados asiáticos, nos mostró la colección actual
Por ejemplo la colección Transforma, que permite tener dos relojes en uno: pulsera y bolsillo.
O los Kalpa de oro, con unos acabados soberbios
Y los Tonda. Ya lo he dicho más arriba: no sé si es porque me estoy volviendo muy clásico, pero fue la colección que más me «llegó».
Pero sobre todo el sobrio 1950, extraplano (2,60mm) gracias al microrrotor en su calibre. La pena -para mí-es que sólo se hace en oro, blanco o rosa…
Increíbles piezas de una increíblemente poco conocida Manufactura.
Próximo capítulo: Quadrance et Habillage, donde se realizan las cajas y esferas de estas maravillas.