Patek Philippe

Fluckiger, las esferas de Patek Philippe

“Nunca un Patek Philippe es del todo suyo. Suyo es el placer de custodiarlo hasta la próxima generación” es, tal vez, el mejor slogan publicitario en la historia de la relojería. Como todo lo que hace Patek Philippe, que no sólo tiene la excelencia por bandera sino que trata de mejorar a quienes le rodean. Como por ejemplo, Fluckiger.

Relojes Especiales ha tenido el privilegio de ser invitado a lo que di en llamar la visita de nivel dos, en tanto que los componentes de esta expedición habíamos “superado” el nivel uno (visita a la manufactura, los talleres relojeros y el pre-troquelado de cajas) en la sede principal de Plan les Ouates, junto a Ginebra, y el Salon de la maison en la propia capital. Esta vez nuestro viaje tenía como destino las no menos míticas poblaciones de Saint Imier y La-Chaux-de-Fonds, en el valle del Jura, famosas por ser cuna de innumerables marcas históricas.

Esferas Patek PhilippeEl motivo no era otro que conocer el proceso de fabricación de algo tan importante en un reloj como son las esferas de Patek Philippe (o cuadrantes, o carátulas), donde es casi inevitable recordar la frase de Cicerón que dice que la cara es el espejo del alma. Como no podía ser de otra manera, Fluckiger, que así se llama la empresa, comparte la excelencia de Patek: no en vano es una filial propiedad al 100% de la maison ginebrina y está imbuida de los mismos principios. Pero no sólo eso, también veríamos el acabado (torneado y pulido) de cajas y –realmente impresionante- el “sertisage” o engastado de piedras, tanto en esferas como en cajas, esta vez en La-Chaux-de-Fonds donde se encuentran Calame, SHG y Poli-Art, las tres empresas también propiedad de Patek Philippe que se encargan de esos menesteres y que se contará en otro artículo.

Cabe decir aquí que a lo que podríamos llamar la parte más emocional de una manufactura como es ésta, se une una sólida visión empresarial que ha hecho que en sólo diez años Fluckiger (fundada en 1860 y propiedad de Patek Philippe desde 2004) haya pasado de cuarenta a cien empleados, y que tanto en Plain les Ouates como en La-Chaux-de-Fonds se haya previsto espacio de sobra para crecimientos inminentes. Y es que si hay algo que Patek Philippe domina a la perfección es la combinación de los “metiers d’arts” u oficios artesanales con las últimas tecnologías disponibles como puedan ser las máquinas CNC de cinco ejes, y todo esto necesita espacio.

Fluckiger en St. ImierLa primera etapa de nuestro viaje tenía como objetivo St. Imier, sede como dije de Fluckiger. Su capacidad de producción es de 100.000 esferas al año, cantidad que a todas luces supera la producción anual de relojes de Patek Philippe, cifrada entre 53.000 y 55.000 unidades. Y es que Fluckiger también provee a otras grandes marcas, entre las que se cuentan Audemars Piguet, IWC y alguna del Swatch Group. Dividen su oferta en grandes (500 esferas), medianas (100 esferas) y pequeñas series (de una a cinco) para las que realizan entre 50 y 110 operaciones, y la media de fabricación puede ser de cuatro meses… sí, sí: estoy hablando de una sola esfera.

Los materiales usados para realizar una esfera son variados, y van desde el latón hasta el oro, pasando por el esmalte y el nácar o madreperla. Estos últimos se depositan o adhieren respectivamente sobre una base de latón (o de una aleación llamada tombac en el caso del esmalte) y sufren un proceso especialmente delicado. En el caso del nácar por su extraordinaria fragilidad porque se utilizan hojas de décimas de milímetro de espesor, mientras que el esmalte requiere una gran pericia -fruto de la experiencia- para sacar de él superficies lisas como un espejo, ya que tiene la molesta tendencia a formar burbujas que una vez fuera del horno aparecen como pequeños cráteres. Después se podrán imprimir, tampón mediante, los índices. Aunque eso no será el final: habrá que hacer los taladros para las agujas, soldar los pies que la fijarán al movimiento y acabar de recortar la placa metálica de base.

 

No obstante, la parte más artesana en una fábrica de esferas es el guillocheado: requiere de lo que se podría llamar un técnico artista (o un artista-técnico) porque a la sensibilidad necesaria para desarrollar un trabajo como este se une la capacidad de “entender” y sobre todo combinar las distintas ruedas y plantillas que darán dibujos tan variados como la imaginación y habilidad del artesano sepa sacar de ellas mediante unas máquinas con más de cien años de servicio convenientemente mantenidas. Estos dibujos serán tanto más complejos cuanto más sensibilidad ponga el artesano en el manejo de su herramienta; la operación se realiza totalmente a mano, de la cual el instrumento no es sino su prolongación. No existe una escuela de ”guillocheadores”: los conocimientos se transmiten de maestro a aprendiz, con la dificultad añadida de que quedan pocos maestros dispuestos a enseñar. Las esferas guillocheadas se realizan sobre placas de oro, y normalmente se reservan para los modelos más sofisticados, aunque también las luce un clásico del catálogo como es el Gondolo referencia 5098. También hemos hablado de eso en el foro.

 

Galvanizados por inmersión para el color, cepillados manuales (vertical paralelo) o automatizados (efecto soleil), arenados… todos estos tratamientos consiguen texturas diferentes justo antes de pasar al barnizado, que se realiza en una sala muy parecida a la que se emplea para pintar carrocerías de coche: aspiración permanente y los operarios vestidos como astronautas para evitar partículas en el aire. El resultado es ese brillo hipnotizante que a veces vemos en algunos relojes.

 

Tal vez os hayáis fijado alguna vez en todos esos elementos dispuestos en una esfera, desde la marca (cuando no está pintada) hasta los índices pasando por los diminutos puntos que indican los minutos o el marco de la ventana de fecha… todos esos elementos son montados aquí a mano, uno a uno, por las expertas manos de operarias (casi siempre son mujeres: tradicionalmente han demostrado mejor capacidad de concentración que los hombres) que tratan cada esfera como si fuera la primera que tocan. Y no se usa ni una gota de pegamento, ya que cada elemento presenta una o varias patillas que se insertan a través de un orificio practicado a tal fin en la esfera y que posteriormente son plegadas. La forma de comprobar que todos ellos han quedado perfectamente fijados es dejando caer dicha esfera desde cierta altura sobre un tope metálico. Cuando no son insertadas, las indicaciones de la esfera son estampadas mediante un tampón en salas blancas como las de los laboratorios (con operarios equipados en consonancia) para evitar la mínima mota de polvo que echaría a perder todos los trabajos que han traído la esfera hasta este punto del proceso.

 

Finalmente, y tras decenas de operaciones (más de un centenar en algunos casos) la esfera será instalada en uno de los relojes de Patek Philippe contribuyendo así a las sensaciones de su portador, aunque éste tal vez no sepa que además del guardatiempo admirará otra pequeña obra de arte cada vez que consulte la hora.