Se podría hacer la prueba con cualquier aficionado a la relojería mecánica, y el porcentaje de predicción acertada se acercaría mucho al 100% si se le preguntara acerca de Omega y sobre cuál es su reloj más emblemático: en la gran mayoría de casos la respuesta sería el Speedmaster, dando por supuesto que hablamos del Moon Watch o el primer reloj usado sobre la Luna. Una hazaña de tal magnitud que casi 50 años después sigue siendo un hito tanto ingeniero como relojero.
El alunizaje y el que posiblemente sea el más famoso paseo de la Humanidad ocurrían en 1969, pero la NASA llevaba prácticamente diez años trabajando para llegar a este punto con las máximas garantías. Y lo que pocos saben es Omega ya estaba allí. Antes de las misiones Apolo que culminarían en nuestro satélite hubo varios programas de exploración bautizados con distintos habitantes del Olimpo, empezando por el Programa Mercurio, que se proponía “poner un humano en órbita terrestre, investigar sus capacidades y reacciones, y devolverlo sano y salvo a la Tierra”.
Y es con Mercurio que, sin saberlo, Omega inicia su relación con la NASA y la carrera espacial. El 3 de octubre de 1962, un astronauta de origen suizo, Walter “ Wally” Schirra, es lanzado al espacio en lo que era el segundo viaje de ese año, en la nave bautizada por él mismo como Sigma 7. No sé si por ser suizo, pero Schirra llevaba (como “compra personal”, esto es, no oficial) un Omega Speedmaster CK- 2998, con el que estuvo en órbita durante 9 horas, 13 minutos y 11 segundos, dando seis vueltas completas a la Tierra. El Omega Speedmaster CK-2998 no es el primer reloj en la Luna, pero sí el primero en salir al espacio exterior.
El Omega Speedmaster CK-2998 lanzado en 1959 es la segunda evolución de las varias que ha sufrido el modelo a lo largo de su prolongada historia, donde lo que más llama la atención es la forma de las agujas “Alpha” a diferencia de las Broad Arrow del modelo de 1957. Pero también cambia el bisel, que ahora es de aluminio pintado negro con un taquímetro graduado (inicialmente con “Tachymetre Base 1000 y 300-60 Km/h” y a partir de 1962 con “Tachymetre 500-60 Km/h”). En la parte no visible se aplicaron juntas en los pulsadores para mejorar la protección contra el polvo.
Este indiscutible clásico ha servido de inspiración a Omega para lanzar el nuevo CK 2998: se mantienen las características manecillas Alpha (tanto las principales como las secundarias) recubiertas de Super-Luminova sobre una esfera “panda” (blanca con subesferas negras) mientras que la trotadora del cronógrafo destaca en color rojo, lo que concede al reloj una innegable personalidad más allá de su parentesco con el primer “Space Watch”. Para completar el vínculo, la escala del bisel (cerámico aquí) es pulsométrica, graduada para 30 pulsaciones, una de las cuatro opciones que ofrecía el CK 2998 original.
El movimiento elegido para dar vida al nuevo CK 2998 es otro clásico entre clásicos: el famoso calibre 1861 o, lo que es lo mismo, el 861 producido por Lemania en los años 50, una evolución del calibre 321 equipado con rueda de pilares. Que siga produciéndose hoy día dice mucho de su fiabilidad. Fueron los primeros calibres producidos en serie con tolerancias de un micrón o milésima de milímetro, lo que permitía un intercambiabilidad de piezas nunca vista hasta entonces.
2998 son las unidades que componen esta serie limitada, cada una con su propio número individual grabado en el fondo de la caja, y la mayoría de ellas serán vendidas a través de las más de 300 boutiques que Omega tiene repartidas por el mundo.
Y fue en la boutique Omega de Madrid donde pude probarme el ejemplar que tienen disponible al momento de escribir esto. No sólo este: también vi la edición de 2016 y una versión en oro que no conocía. Una de las mejores sensaciones que puedes tener al comprar un reloj de lujo es el trato personalizado que pueda dispensarte alguien que conozca el producto, que sepa de qué habla y que de alguna forma –necesariamente- establezca un vínculo más allá del comercial. Pude comprobarlo con Juan, director de la Boutique Omega, que no sólo conocía todos los modelos CK 2998 sino que estaba al tanto de las evoluciones tanto del calibre original 321 como del 861 y posteriormente 1861. Y esto, reconozcámoslo, para un aficionado es un punto a favor.
Vi también el último pack Omega Trilogy que queda sin vender, aunque por poco tiempo porque ya estaba comprometido a un cliente fiel. O uno de los únicos 100 conjuntos olímpicos de Seamaster Olympic Games que se han producido, acompañados de una campana a escala fabricada donde las originales. Piezas todas ellas difíciles si no imposibles de ver fuera de las boutiques de la marca. Boutiques que, además del trato profesional que dispensan, ponen a disposición del aficionado detalles igualmente difíciles de encontrar en otro lado.
