En el taller de Omega

Desmontando (un calibre) Omega

El desmontaje –y posterior montaje, si se puede- de un calibre es una experiencia por la que cualquier aficionado debería pasar. Hoy desmontamos el calibre Omega para saber qué late en su interior. Entrar en las tripas de una máquina es fundamental para conocerla pero, sobre todo, para aprender a apreciar de forma racional (y no sólo emocional) la belleza de la relojería y la micromecánica.

Recientemente fui invitado por Omega a uno de sus talleres para tal práctica. La clase magistral previa nos la iban a dar los relojeros del servicio técnico de su boutique de Madrid sobre un calibre Omega 2201, una evolución de los clásicos Unitas que se suelen usar para estos menesteres gracias a su generoso tamaño –los calibres Unitas se desarrollaron originalmente para equipar relojes de bolsillo- y a lo esencial de su construcción: contienen los elementos básicos de horas minutos y segundos.

 

Calibre 2201 de Omega

Hay diferencias notables en este calibre Omega: desde la modificación del puente del tren de rodaje (esa pieza que lleva grabado el nombre de la manufactura y el resto de inscripciones) hasta el ajuste en cinco posiciones que reza ese mismo puente. Esas posiciones son: esfera mirando abajo, esfera mirando arriba, corona abajo, corona arriba y el reloj “de pie”. Y por ajustado entendemos que no debe adelantar o atrasar más de cuatro segundos por día.

La parte teórica nos fue explicada por Jesús con la ayuda de un video muy didáctico, que si no está debería estar en la web de Omega porque resulta verdaderamente ilustrativo. Pero como lo que queríamos era pasar a la acción, pronto nos encontramos en las mesas de relojero provistos de un arsenal de herramientas con el que pondríamos en práctica lo que acabábamos de aprender. Y es que queríamos hacerlo lo antes posible para que no se nos olvidase nada…

Bromas aparte, fuimos guiados con gran paciencia por Jesús y Paco en el proceso de desmontaje, donde dejamos al descubierto otra sorpresa: Omega decora sus calibres (eso es un perlado) incluso en las zonas que el propietario del reloj no va a ver nunca a menos que lo desmonte. Y eso, admitámoslo, es una posibilidad remota. Bien por Omega. Barrilete, puente de ruedas, el tren de rodaje, el puente del volante, el del áncora… las piezas eran cada vez más pequeñas y había que poner mucha atención para no perderse.

No era esta la primera vez que abría un calibre, pero cada vez me ocurre lo mismo: me maravillo con estas pequeñas máquinas que no por cotidianas dejan de ser fascinantes. ¿Sabías que un reloj “ha andado” miles kilómetros al cabo de su vida útil? Adjudicando un par de milímetros a cada una de las 28.800 alternancias por hora durante 24 horas los 365 días del año durante ¿30 años? nos salen casi 19.000 Km… y muchos de ellos sin prácticamente mantenimiento. De todas formas, hay muchos, muchísimos relojes con más de treinta años, de ahí mi fascinación.

Componentes de un calibre Omega 2201 El re-montaje del calibre Omega no fue tarea sencilla (en el supuesto que el desmontaje lo hubiera sido): el áncora, minúscula pero vital pieza del órgano regulador no quería entrar en su posición, por no hablar del conjunto volante-espiral, que a su condición de imprescindible unía la de delicado por aquello de la fragilidad de las espiras. Lo admito: al final tuve que aceptar la ayuda de Jesús, que con una facilidad insultante colocó semejante acordeón casi sin mirar. Lo que hace la experiencia. Mi agradecimiento a él y a Paco por sus explicaciones y por su paciencia.

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