Calendario Perpetuo Manufactura de Frederique Constant

La pasada feria de Baselworld fue distinta de las anteriores. Al estilo de las modas, donde nadie parece haber hablado con el vecino pero aparecen tendencias similares, la prensa y aficionados nos encontramos con la sorpresa (¿realmente era una sorpresa?) de que algunos fabricantes eran capaces de sacar al mercado complicaciones a precios mucho más bajos de lo que estábamos acostumbrados. Y no hablo de “complicaciones sencillas”; me refiero a tourbillones y calendarios perpetuos. Por un lado vimos como uno de los jugadores de primera división presentaba un tourbillon por debajo de los 14.000 euros, mientras que –y esto es lo que importa aquí- se desvelaba el Calendario Perpetuo Manufactura de Frederique Constant con un precio de 8.350 euros.

Una esfera limpia

El calendario perpetuo está considerado como el rey de las complicaciones: no sólo “sabe” qué meses tienen 30 o 31 días sino que está programado para distinguir los febreros de 29 ó 28 días según sean años bisiestos o no. Esto es así porque el año solar tiene 365 días, 5 horas, 48 minutos y 45 segundos… suena complicado ¿verdad? Pues la cosa no termina aquí, porque ese lapso de 24 horas produce una sobrecompensación y se hace necesario omitir el día 29 de los años múltiplos de 100.

Cómo se hace un Calendario Perpetuo

Con su nuevo Calendario Perpetuo Manufactura Frederique Constant hace valer una vez más el slogan que ha hecho famoso a la marca ginebrina: “affordable luxury”. Porque un calendario perpetuo es un lujo (y un placer) relojero, pero que además tenga un precio por debajo de 9.000 euros lo pone mucho más cerca de una legión de aficionados que jamás habrían pensado en poseer semejante complicación debido a sus altos precios. Todavía recuerdo los comentarios de admiración de los periodistas en Baselworld 2015 hablando del “estupendo precio” de un perpetuo en acero que saldría por… 28.000 euros.

Calibre manufactura FC-775

Diseñado según los cánones de la relojería clásica, el calibre FC-775 automático ha sido concebido y desarrollado durante dos años por Manuel da Silva Matos, director de I+D, y Pim Koeslag, director técnico de Frederique Constant. Un total de 191 piezas que en conjunto late a una frecuencia de 28.800 a/h (4 Hz) y dispone de 36 horas de reserva de marcha. Monta 26 rubíes, sus puentes están decorados con côtes de Genève y la pletina perlada mientras que la masa oscilante está chapada en oro. Todo esto en un grosor de 6,7mm. Los ajustes de las diferentes indicaciones distintas de la hora (día de la semana, día del mes, mes, fase lunar y año bisiesto) se ajustan mediante pulsadores situados en la carrura y junto a las asas, mientras que el ajuste de la hora se sigue haciendo a través de la tradicional corona.

Pulsadores discretos

Pues bien, este es el reloj que he tenido ocasión de probar gracias a Ibelujo, su distribuidor en España. Y no es poca cosa, porque hasta ahora sólo se habían visto “dummies”, esto es, relojes con la apariencia definitiva, pero vacíos, sin el calibre. Como curiosidad, decir que venía con una correa provisional porque la suya, de cocodrilo, necesitaba un permiso CITES que no estaba disponible en el momento de enviar el reloj desde Suiza.

En una muñeca de 18cm

Estéticamente se trata de un componente de la familia Slimline que tantas satisfacciones ha dado a la marca. Con una ingeniosa configuración tronco-cónica que “fuga” la carrura hacia su propio centro consigue aparentar un grosor inferior al real, más delgado, más “slim”. La corona, del tipo bulbo o “cebolla” refuerza ese aspecto clásico del que Frederique Constant ha hecho bandera. Caja de acero de 42mm que –opinión subjetiva- queda bien en una muñeca de 18cm de circunferencia, sin sobrar ni faltar milímetros incluso para ser un reloj de vestir, como es el caso. Los pulsadores de ajuste son discretos y prácticamente no se ven con el reloj puesto. Cristal de zafiro abombado con un buen tratamiento anti-reflejos, a las fotografías me remito.

Detalle de la esfera

La esfera, plateada en este caso, presenta cuatro subesferas para las distintas indicaciones dispuestas cardinalmente (norte, sur, etc). La del “sur”, con las fases lunares rompe un tanto la simetría al ser sólo media, y se ha aprovechado para poner el nombre de la Maison. Desde mi punto de vista deberían haberlas separado más, yéndose hacia el borde de la esfera, llenándola. Creo que el hecho de concentrar las subesferas en el centro quita categoría al conjunto. Y es curioso, porque viendo la trasera –ahora hablaremos de ella- queda claro que el calibre sí llena toda la caja. ¿Imposiciones técnicas? Siendo como es un calibre creado desde cero se podría haber tenido en cuenta. En cualquier caso, una esfera clásica para un reloj clásico.

Fondo con fundamento...

El fondo, con un cristal de zafiro plano, permite ver el mecanismo ya descrito antes, con sus côtes de Geneve y el perlage además de la masa oscilante chapada en oro y con un esqueleteado que permite ver el volante incluso cuando dicha masa está justo encima del mismo. Aquí parecería que hay una especie de guiño a los orígenes, cuando la marca dio su primer aldabonazo mostrando precisamente el volante desde la parte de la esfera, cuánto ha llovido ya. El anillo que contiene el cristal está grabado con las referencias numéricas de modelo y calibre así como con el nombre de la marca y otra vez el modelo. Con muy buen sentido, no se ha hecho una serie limitada de un modelo llamado a “democratizar” las altas complicaciones.

¡Volante a la vista!

Se me ocurre que el Calendario Perpetuo Manufactura de Frederique Constant podría inaugurar una nueva categoría de “reloj de pedida”: al fin y al cabo, una cantidad como esta (8.350 euros en acero, 8.650 euros en la versión chapada en oro) está en el entorno de los Rolex, IWC o Audemars Piguet tan habituales en estas ceremonias. Y un calendario perpetuo es como los diamantes: para siempre.