rafagil
De la casa
Sin verificar
¿Realmente fue Vicente Barceló el inventor, como él mismo aseguró, de las cortinas de sarmientos de vid, o ya se habían confeccionado con anterioridad en cualquier otro lugar del mundo?
Lo cierto es que Vicente Barceló Santonja era un alicantino emprendedor, valiente y ambicioso, que patentó las cortinas de sarmientos y su modo de elaboración y de pintado, y que en 1916 abrió junto con sus hermanos en Sax, Alicante, una empresa que llegó a alcanzar los 100 empleados, dedicada en exclusiva a la fabricación de cortinas elaboradas con finos sarmientos de vid, pintadas a mano, y llamadas con el nombre de orientales. Más tarde serían conocidas como alicantinas.
En la foto, plantilla de Hnos Barceló, rodeados de sarmientos.
Dichas cortinas tenían la función de decorar con alegres formas y colores, pero también la de mitigar en casas y locales los efectos del sol asfixiante del verano y la presencia de sus inseparables compañeras las moscas.
En algún momento entre 1924 y 1926 Vicente dejó el negocio familiar bajo la dirección de sus hermanos y se trasladó a Madrid, donde abrió nuevo negocio, la Joyería Barceló, y en sus horas libres seguiría tratando de aportar nuevos inventos a la humanidad, como los que extraigo de la página web Sax Digital: Las patentes de su etapa madrileña, de 1924 a 1940, tienen un componente mucho más técnico. De ese año es una lámpara eléctrica de incandescencia. Al año siguiente patentó un aparato salvavidas para automóviles, tranvías y demás vehículos de tracción mecánica. En 1935 registró un procedimiento para asegurar la estabilidad de toda clase de aparatos voladores, y su última patente, de 1940, consistía en una mejora para los motores de combustión.
Parece ser que en un principio instaló el negocio en la agradable, pero modesta, plaza del Ángel. Posteriormente lo trasladó a un lugar mucho más acorde a su espíritu: la glamurosa, espaciosa y moderna avenida Pi y Margall, que es el nombre que recibió el segundo tramo de la Gran Vía madrileña desde su apertura, entre mediados y finales de los años 20, hasta la Guerra Civil.
Hasta la Guerra Civil la Gran Vía era considerada como tres avenidas sucesivas, constando de tres tramos independientes. Por lo tanto, el recién construido rascacielos de la Telefónica (el primer rascacielos de Europa), tenía el Número 2 de la Avenida de Pi y Maragall, pese a estar en pleno centro de la Gran Vía.
Barceló tuvo al menos dos marcas de relojes, Segisa, patentada, y Batay, que no me consta que haya sido patentada.
A continuación, gráfico actual de la Gran Vía.
Y documento de la época, con los números de las fincas de entonces.
No os imagináis lo que me ha costado encontrarlo!
Foto del local de Joyería Barceló. El número 18 es en la acera derecha, exactamente donde sobresale un reloj de fachada bajo un toldo. Al fondo, edificio Capitol.
Lo mismo, pero en el otro sentido. En la misma acera del 18, la izquierda, rascacielos de la Telefónica.
Vicente Barceló Santonja murió en Madrid en 1954, y por las características de los relojes Batay que he visto, se puede deducir que se dedicó al ramo de la relojería y joyería hasta el final de sus días.
Y para que no sea ésto puro off-topic, mi Batay.
Espero que os haya resultado por lo menos curioso.
Hilo dedicado a Vicente Ramírez.
Sin él no habría sacado estos ratillos de placer.
Lo cierto es que Vicente Barceló Santonja era un alicantino emprendedor, valiente y ambicioso, que patentó las cortinas de sarmientos y su modo de elaboración y de pintado, y que en 1916 abrió junto con sus hermanos en Sax, Alicante, una empresa que llegó a alcanzar los 100 empleados, dedicada en exclusiva a la fabricación de cortinas elaboradas con finos sarmientos de vid, pintadas a mano, y llamadas con el nombre de orientales. Más tarde serían conocidas como alicantinas.
En la foto, plantilla de Hnos Barceló, rodeados de sarmientos.
Dichas cortinas tenían la función de decorar con alegres formas y colores, pero también la de mitigar en casas y locales los efectos del sol asfixiante del verano y la presencia de sus inseparables compañeras las moscas.
En algún momento entre 1924 y 1926 Vicente dejó el negocio familiar bajo la dirección de sus hermanos y se trasladó a Madrid, donde abrió nuevo negocio, la Joyería Barceló, y en sus horas libres seguiría tratando de aportar nuevos inventos a la humanidad, como los que extraigo de la página web Sax Digital: Las patentes de su etapa madrileña, de 1924 a 1940, tienen un componente mucho más técnico. De ese año es una lámpara eléctrica de incandescencia. Al año siguiente patentó un aparato salvavidas para automóviles, tranvías y demás vehículos de tracción mecánica. En 1935 registró un procedimiento para asegurar la estabilidad de toda clase de aparatos voladores, y su última patente, de 1940, consistía en una mejora para los motores de combustión.
Parece ser que en un principio instaló el negocio en la agradable, pero modesta, plaza del Ángel. Posteriormente lo trasladó a un lugar mucho más acorde a su espíritu: la glamurosa, espaciosa y moderna avenida Pi y Margall, que es el nombre que recibió el segundo tramo de la Gran Vía madrileña desde su apertura, entre mediados y finales de los años 20, hasta la Guerra Civil.
Hasta la Guerra Civil la Gran Vía era considerada como tres avenidas sucesivas, constando de tres tramos independientes. Por lo tanto, el recién construido rascacielos de la Telefónica (el primer rascacielos de Europa), tenía el Número 2 de la Avenida de Pi y Maragall, pese a estar en pleno centro de la Gran Vía.
Barceló tuvo al menos dos marcas de relojes, Segisa, patentada, y Batay, que no me consta que haya sido patentada.
A continuación, gráfico actual de la Gran Vía.
Y documento de la época, con los números de las fincas de entonces.
No os imagináis lo que me ha costado encontrarlo!
Foto del local de Joyería Barceló. El número 18 es en la acera derecha, exactamente donde sobresale un reloj de fachada bajo un toldo. Al fondo, edificio Capitol.
Lo mismo, pero en el otro sentido. En la misma acera del 18, la izquierda, rascacielos de la Telefónica.
Vicente Barceló Santonja murió en Madrid en 1954, y por las características de los relojes Batay que he visto, se puede deducir que se dedicó al ramo de la relojería y joyería hasta el final de sus días.
Y para que no sea ésto puro off-topic, mi Batay.
Espero que os haya resultado por lo menos curioso.
Hilo dedicado a Vicente Ramírez.
Sin él no habría sacado estos ratillos de placer.
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