Como dijimos la materia prima del papel es la pasta de celulosa. La celulosa tiene una estructura lineal o fibrosa, en la que se establecen múltiples puentes de hidrógeno entre los grupos hidroxilo de distintas cadenas yuxtapuestas de glucosa, lo que hace que sea insoluble en agua, y origina fibras compactas que constituyen la pared celular de las células vegetales. Aunque los enlaces químicos de “puente de hidrógeno” forman un enlace de tipo débil, su configuración espacial y otras sustancias ramificadas como la hemicelulosa le darán una resistencia considerable. También ocurre en el papel, donde las largas fibras de celulosa se entremezclan formando una especie de fieltro armado.
Sin embargo, otros componentes de los vegetales leñosos como la lignina, los taninos, las resinas, etc. son muy perjudiciales para el papel. Estas substancias endurecen la pared celular y la consolidan volviendo la madera más resistente, rígida y consolidada. Lo cual, la hace más duradera porque aumenta su estabilidad y disminuye el riesgo de ataque orgánico (hongos, insectos, etc.) Este proceso, que se denomina duraminización, suele ir acompañado de un oscurecimiento y se va produciendo en el núcleo interior de los troncos a medida que van creciendo.
Este efecto, que es beneficioso para la madera (confiere a los vasos envejecidos una función sustentante después de haber tenido una función inicial conductora de nutrientes), es muy perjudicial para el papel, porque lo amarillea y lo vuelve débil y quebradizo. Alguna vez os habréis fijado como queda el papel de periódico después de unos días, sobre todo si le da el sol (la radiación UV acelera y agrava el proceso), o habréis tocado algún papel de finales del s. XIX o de la postguerra, moreno o amarronado, que se deshacía en vuestras manos al manipularlo. Por ello, es muy importante que el papel tenga cuanta más celulosa posible, y cuanta menos lignina u otras substancias vegetales.
Pues bien, hay varias materias primas utilizables y varias formas de obtener estas fibras. Las plantas ideales son las textiles como algodón, lino, etc. (el algodón tiene un 90% de celulosa), mientras que la madera es peor (40-50% de celulosa), porque además sus fibras son leñosas (del xilema, donde tienen los componentes perjudiciales) frente a las primeras, abundantes en fibras liberianas (del liber, la zona de crecimiento con fibras más jóvenes y “limpias”).
Por eso, los papeles más antiguos suelen ser muy buenos, porque estaban fabricados con fibras textiles (papel de trapos), frente a los papeles de la segunda mitad del s. XIX donde empieza a usarse la madera. Además en un primer momento se fabrica la pasta de madera mediante triturado directo, lo que hace que contenga todas las substancias perjudiciales. Posteriormente se irán incorporando procesos químicos para eliminar de la pasta gran parte de la lignina u otras substancias. Huelga decir que el papel reciclado, desde el punto de vista de la durabilidad, es de lo peorcito que hay. Piénsese que en los contenedores se mezcla todo tipo de papeles, y aunque se le someta a una depuración nunca alcanza la calidad del papel de fibras liberianas. De ahí que sea recomendable para usos efímeros, pero para documentos se debe usar papel de cierta calidad.
Otro problema son algunos tratamientos como el blanqueado de la pasta. Como la madera tiene un color marrón o amarillento, hay que blanquear la pulpa. Esto se empezó haciendo mediante lejías u otros productos clorados, lo que (además de ser culpable de la gran contaminación que producían las industrias papeleras) deja residuos ácidos en el papel que, con el tiempo van rompiendo las cadenas moleculares de las fibras de celulosa y volviéndolo frágil y amarillento. Además este efecto, conocido como acidificación del papel, es contagioso y se va trasfiriendo de una hoja a otra por contacto (imaginaos el resultado entre las hojas de un libro o entre los documentos de una carpeta, donde uno puede contaminar a todos los demás). Por eso el tratamiento inicial más habitual de restauración de libros y documentos es, la llamada desacidificación (ej. sumergiendo el papel en un baño de hidróxido cálcico). Hoy en día el blanqueado se hace, cada vez más, mediante oxigenación, lo que es menos perjudicial, tanto para el papel como para el medio ambiente.
Para los documentos que queremos que duren siglos, se fabrica actualmente el llamado papel permanente (se designa mediante el símbolo de “infinito” encerrado en un círculo) que está fabricado con materias primas libres de ácidos y de lignina (fundamentalmente algodón), y se le dota de una “reserva alcalina” para evitar la tendencia natural a la acidificación.
Bueno esta parte se presta a pocas ilustraciones, pero os prometo que la próxima será casi todo gráfico.
Un saludo
Sin embargo, otros componentes de los vegetales leñosos como la lignina, los taninos, las resinas, etc. son muy perjudiciales para el papel. Estas substancias endurecen la pared celular y la consolidan volviendo la madera más resistente, rígida y consolidada. Lo cual, la hace más duradera porque aumenta su estabilidad y disminuye el riesgo de ataque orgánico (hongos, insectos, etc.) Este proceso, que se denomina duraminización, suele ir acompañado de un oscurecimiento y se va produciendo en el núcleo interior de los troncos a medida que van creciendo.
Este efecto, que es beneficioso para la madera (confiere a los vasos envejecidos una función sustentante después de haber tenido una función inicial conductora de nutrientes), es muy perjudicial para el papel, porque lo amarillea y lo vuelve débil y quebradizo. Alguna vez os habréis fijado como queda el papel de periódico después de unos días, sobre todo si le da el sol (la radiación UV acelera y agrava el proceso), o habréis tocado algún papel de finales del s. XIX o de la postguerra, moreno o amarronado, que se deshacía en vuestras manos al manipularlo. Por ello, es muy importante que el papel tenga cuanta más celulosa posible, y cuanta menos lignina u otras substancias vegetales.
Pues bien, hay varias materias primas utilizables y varias formas de obtener estas fibras. Las plantas ideales son las textiles como algodón, lino, etc. (el algodón tiene un 90% de celulosa), mientras que la madera es peor (40-50% de celulosa), porque además sus fibras son leñosas (del xilema, donde tienen los componentes perjudiciales) frente a las primeras, abundantes en fibras liberianas (del liber, la zona de crecimiento con fibras más jóvenes y “limpias”).
Por eso, los papeles más antiguos suelen ser muy buenos, porque estaban fabricados con fibras textiles (papel de trapos), frente a los papeles de la segunda mitad del s. XIX donde empieza a usarse la madera. Además en un primer momento se fabrica la pasta de madera mediante triturado directo, lo que hace que contenga todas las substancias perjudiciales. Posteriormente se irán incorporando procesos químicos para eliminar de la pasta gran parte de la lignina u otras substancias. Huelga decir que el papel reciclado, desde el punto de vista de la durabilidad, es de lo peorcito que hay. Piénsese que en los contenedores se mezcla todo tipo de papeles, y aunque se le someta a una depuración nunca alcanza la calidad del papel de fibras liberianas. De ahí que sea recomendable para usos efímeros, pero para documentos se debe usar papel de cierta calidad.
Otro problema son algunos tratamientos como el blanqueado de la pasta. Como la madera tiene un color marrón o amarillento, hay que blanquear la pulpa. Esto se empezó haciendo mediante lejías u otros productos clorados, lo que (además de ser culpable de la gran contaminación que producían las industrias papeleras) deja residuos ácidos en el papel que, con el tiempo van rompiendo las cadenas moleculares de las fibras de celulosa y volviéndolo frágil y amarillento. Además este efecto, conocido como acidificación del papel, es contagioso y se va trasfiriendo de una hoja a otra por contacto (imaginaos el resultado entre las hojas de un libro o entre los documentos de una carpeta, donde uno puede contaminar a todos los demás). Por eso el tratamiento inicial más habitual de restauración de libros y documentos es, la llamada desacidificación (ej. sumergiendo el papel en un baño de hidróxido cálcico). Hoy en día el blanqueado se hace, cada vez más, mediante oxigenación, lo que es menos perjudicial, tanto para el papel como para el medio ambiente.
Para los documentos que queremos que duren siglos, se fabrica actualmente el llamado papel permanente (se designa mediante el símbolo de “infinito” encerrado en un círculo) que está fabricado con materias primas libres de ácidos y de lignina (fundamentalmente algodón), y se le dota de una “reserva alcalina” para evitar la tendencia natural a la acidificación.
Bueno esta parte se presta a pocas ilustraciones, pero os prometo que la próxima será casi todo gráfico.
Un saludo
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