Tenemos visiones del asunto bastante contrapuestas. No está nada claro en qué consiste en lo concreto esa labor de la RAE en favor del idioma, ni se entiende muy bien qué aporta a lo que ya hacen cantidad de facultades de filología de otras tantas universidades. La labor lexicográfica de la academia ha sido tradicionalmente de calidad regular; exceptuando quizá trabajos como el Tesoro y algún otro, que considero más logrados (aunque no exentos de problemas), el sempiterno Diccionario de la Real Academia de la Lengua siempre ha sido bastante malo, inferior con mucho al diccionario de Manuel Seco o al de María Moliner, que sigue siendo excelente a pesar de los años que tiene e incluye un caudal de información de uso de la lengua al que ni se acerca el DRAE. Donde sí destacó el DRAE es en la millonada que le aportó a la academia todos los años en que instituciones públicas sin número lo compraban de oficio edición tras edición, que esa era al parecer la función principal del diccionario, hasta que la era digital puso fin al maná caído del cielo.
Mucho podríamos hablar del pesebre que es la RAE desde sus inicios, de sus tejemanejes para colocar en sus sillones a amigotes al tiempo que se dejaba fuera a lingüistas ilustres, o de los negocios editoriales rentabilísimos abusando de la posición ventajosa de la RAE (Lázaro Carreter como ejemplo paradigmático). No vale la pena. Sencillamente diré que soy muy escéptico respecto de la supuesta "preocupación" por el idioma de la RAE, que atiende más a otras cosas.
El reconocimiento de todas las variedades del español en pie de igualdad no ha sido precisamente el punto fuerte de la docta casa, aunque de un tiempo a esta parte hayan tenido que adaptarse algo a los tiempos porque no quedaba otra. Pero a remolque, como es su uso y costumbre. Ya no entro siquiera en trayectorias erráticas, como el reconocimiento de aberraciones gramaticales como el leísmo, que a hablantes de variedades no castellanas (la mayoría aplastante) nos horripila, o la aceptación del verbo deber con sentido de suposición (en detrimento de la forma correcta deber de), o el reciente sainete de la acentuación del adverbio sólo.
Vaya, que si la RAE entregara las armas y se disolviera ni lo notaríamos ni se perdería gran cosa. Encima ahorraríamos. Pero entiendo que podamos no estar de acuerdo.
Saludos
Muchas gracias por la respuesta, leo ahora argumentos en lugar de ironías o descalificaciones de la RAE, lisa y llanamente. Mejor así, en mi opinión.
También a mi modo de ver, la botella puede verse medio llena o medio vacía. En mi caso soy optimista y, desde luego, nada partidario de descalificar instituciones que tienen más de trescientos años de existencia. Seguramente haya cosas mal hechas en el pasado, y muchas otras que mejorar en el presente, pero insisto en que la labor que realiza es impagable. No creo que ningún gobierno se preocupe por el español (la prueba está en la tardía creación del Instituto Cervantes, y la falta de medios que sufre desde su puesta en marcha, a pesar de la demanda de la enseñanza de nuestro idioma en muchas partes del mundo) como lo hace la RAE, y la lengua común me parece un patrimonio que hay que cuidar.
Aunque solo fuera por eso, cualquier institución que se ocupe de y preocupe por el español es para mí bienvenida, y la RAE lo viene haciendo desde hace más de tres siglos, como dije. El Diccionario de Autoridades del siglo XVIII, las sucesivas ediciones que se han producido del diccionario, la edición electrónica que permite la consulta rápida y gratuita de las palabras, todo ello no se debería de echar en saco roto. Uno podrá preferir el María Moliner o el Diccionario del Español Actual de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, pero eso no desmerece en absoluto la autoridad del DLE, que se elabora hoy en colaboración con todas las Academias de la Lengua Española. Y podríamos referirnos a otros diccionarios como el del español jurídico o el panhispánico del español jurídico, cuya génesis he tenido la suerte de conocer relativamente de cerca.
En cuanto al reconocimiento de aberraciones gramaticales, para algunos la RAE tiende a normar con exceso, y para otros tiende a lo contrario, esto es, a aceptar en seguida cualquier novedad asentada en el idioma por el uso. El leísmo sigue siendo incorrecto y a mí, aunque madrileño, tampoco me gusta -por cierto, tampoco al resto de castellanos, sobre todo de Castilla la Vieja. Como también me horripilan aberraciones que cometen los hablantes de variedades no castellanas del español, como el «han habido» en lugar de «ha habido», el «es por esto que» (en lugar del «es por esto por lo que» o, más sencillamente, «por esto»), el «fue entonces que» en lugar del «fue entonces cuando» o el «fue allí que» por «fue allí donde», y tantas otras…
Podría citar muchísimas iniciativas excelentes de la RAE, como el Máster de Lexicografía Hispánica (el hijo de un amigo de un país centroamericano se encuentra becado en España, cursándolo junto con colegas de países hispanoamericanos y españoles, y habla maravillas de la experiencia que está viviendo, de la convivencia con sus compañeros y de la magnífica enseñanza que imparten los académicos). O Fundéu, una fundación en defensa del español, creado desde la Agencia EFE con el asesoramiento de la RAE, que nos ilustra diariamente sobre el buen uso del español, a través de ejemplos de mal uso encontrados en los medios de comunicación. O los congresos internacionales de la lengua española (CILE), que organizan el Instituto Cervantes, la RAE y la ASALE.
En fin, para concluir este «ladrillo», instituciones con tanta historia e importancia merecen respeto. Ciertamente, es legítimo, posible y necesario criticarlas, pero tengamos cuidado en no tirar con el agua sucia también la palangana.
Prometo no intervenir más sobre el asunto; al fin y al cabo, estamos en un foro de relojes. Muchas gracias de nuevo por su interesante comentario, aunque esté claro que no lo comparta, o que no lo comparta del todo.
Un saludo cordial.