Por curiosidad, y a la espera del pleno de mañana, me meto a ver si había hilo sobre el solo/sólo y me llevo la alegría del día (hay días aburridos, sí). En fin, va la opinión de alguien que desde la polémica de hace doce años dejó de utilizar el "solo" adverbial a la espera de una norma clara porque ese es justamente el problema, que no la hay.
Los lexicógrafos aducen, con razón, que la tilde en "solo" y en los demostrativos no tiene justificación técnica, porque son siempre tónicos. De hecho, llevo toda la tarde revisando una obra del XIX donde los "aquél" y "aquéllos" campan a sus anchas: ¿qué diferencia hay con este/éste o ese/ésa? Ninguna, pero en el primer caso la tilde cayó sin mayor escándalo y en los otros dos ha perdurado vaya usted a saber por qué.
En cualquier caso, la tilde es un signo de acentuación. Esas tildes diacríticas que estudiábamos de pequeños distinguen pares mínimos de palabras tónicas y átonas: un té / tequiéro, para mí / micása, etc. Ahora bien, en ninguno de esos casos existe, que se me ocurra, riesgo de anfibología... en cristiano, de ambigüedad.
Con "solo" sucede que es siempre tónico, ya sea adjetivo o adverbio, . Sin embargo, sí hay casos de anfibología: "yo tengo sexo solo los viernes"... de que sea adjetivo o adverbio depende que me esté refiriendo a la frecuencia o al onanismo. ¿Hay fundamento fonético para esta tilde? No ¿Tiene utilidad distintiva? Sí. Lo que la Academia viene diciendo desde hace más de cincuenta años es que se utilice la tilde únicamente (sigo evitando el "solo" de marras) en caso de anfibología, pero no deja de ser criterio un tanto arbitrario.
Así las cosas, lo suyo sería dictar una norma clara: o se acentúa siempre o no se acentúa nunca. Personalmente soy partidario de esto último, y la Academia tiene potestad para decretarlo, porque la gramática es descriptiva pero la ortografía sí se prescribe. Sin embargo, me da la impresión de que hay una mayoría partidaria de la tilde, no tanto por su utilidad como porque fuimos educados en una costumbre que se nos enseñó como norma. Por tanto, aunque soy anti-tildista, creo que lo más prudente sería decretar su obligatoriedad para satisfacción de los hablantes. A fin de cuentas, la escritura es un artificio ajeno a la entraña de la lengua y la ortografía no deja de ser una convención.