Mi predilección, digamos que “funcional” más que estética, en términos generales, por el uso de armis o brazalete metálico en mis relojes.
Desde hace unos 35 años vengo, no ya comparándolos, sino usándolos y, desde esa perspectiva temporal, puedo presumir de haberme “calzado” una gran parte de los armis que han corrido por el mercado. Desde marcas absolutamente intrascendentes y ocasionales, hasta marcas como Orient, Seiko, Casio, Hamilton, Edox, Bulova, Festina, Sinn (en distintas versiones), SAWC, Omega (en distintas versiones), Bulgary, Breitling (en distintas versiones), IWC (en distintas versiones), AP, V&C, PP, Zenith (en distintas versiones), Tudor y Rolex (en distintas versiones). Casi seguro que me dejo marcas…
Durante determinadas etapas, el reloj provisto de armis ha sido para mí un auténtico imperativo, sin cuyo accesorio el reloj dejaba de despertar mi interés, pero eso no quiere decir que no haya sido intransigente con un par de parámetros perennemente irrenunciables para mí: comodidad y fiabilidad en su uso. La estética tan sólo era valorada por mí, después de que esos dos parámetros me satisficieran suficientemente.
COMODIDAD
Pues bien, en lo que a la comodidad se refiere, existe un factor para mi muy determinante de ella, y que no es otro que la
capacidad de ajustarse con facilidad y de forma precisa, al tamaño que yo deseo para mi muñeca o para la de cualquier otro usuario. En esto, salvo que casualmente ocurra quitando eslabones o medios eslabones, sólo puede garantizarse con cierto éxito cuando los cierres de los armis permiten esos microajustes.
Conste que he rechazado relojes, o mejor, armis de relojes como Zenith o Sinn, sencillamente porque no he conseguido el exacto ajuste que yo quería para mi muñeca por lo que, a partir de ahí, resultaría ocioso entrar a valorar el resto de sus bondades.
Otro parámetro para valorar la comodidad de un armis sería su
peso. Últimamente observo que se vincula lo “macizo” (y en consecuencia pesado) con un determinado parámetro de “calidad”. Opino que esto, ni siempre ha sido así, ni lo es tampoco necesariamente hoy en día.
La caja del reloj y su brazalete deben compenetrarse en diseño y en peso, dejando siempre un protagonismo al peso específico de la caja, sin que tampoco ésta llegue a “cabezonear”. Se trata de conseguir un determinado equilibrio, con cierta supremacía de peso de la caja. Así se nota el reloj, que es lo que interesa, sin que tengamos que recaer en una especie de pesada argolla, más propia de un esclavo o de un gladiador romano, a salvo, claro está, de que nos sintamos cómodos con un peso masivo y sin matices rodeando a nuestra muñeca.
En términos de acero, hoy en día, no es mejor ni más fiable un armis macizo, ni los medios de fabricación imponen un coste sensiblemente superior, como podemos observar en relojes “anónimos” o de marca, de muy bajo coste que presumen de sus brazaletes macizos para hacer creer a algunos incautos y profanos que esto, en sí, es ya una calidad incontestable.
En oro, por ejemplo, los desgastes impuestos por el uso diario, si que exigen con mayor argumento el empleo de piezas más robustas y, por tanto, macizas.
Otro parámetro importante para la consecución de la tan deseada comodidad es el
juego justo de los eslabones que configuran el armis de tal modo que, ni sea excesivamente rígido, ni excesivamente suelto.
Así, mientras el armis de los IWC pilot me resulta especialmente “blandengue” (además de poco ajustable), el de los Aquatimer, por ejemplo, me resulta especialmente rígido y, por tanto incómodo, aunque reconozco que ambos son de un ingenio en diseño y de unos acabados absolutamente encomiables. Su mecanización fabulosa, aunque nunca me ha acabado de convencer, a parte de su practicidad, el hecho de estar plagados de muellecitos en todos sus eslabones e incluso en el sistema de cierre pues pienso que, a la larga, pueden deteriorarse (información, quizás malintencionada, recibida de un relojero).
Otro tema que también contribuye, en mi caso, para evaluar el parámetro de comodidad, y estrictamente vinculado con lo anterior, es su
diseño anatómico, esto es, tanto en lo que hace referencia a su capacidad para adaptarse al entorno curvado de la muñeca, como en el conveniente estrechamiento hacia la parte anterior de la misma, para favorecer así en cualquier circunstancia el libre juego o articulación de la misma. Curiosamente, hoy en día pocas marcas tienen en cuenta tal detalle (como Rolex o Bulgary, por ejemplo) y otras (como Omega) lo han deshechado en muchos de sus modelos actuales. ¿Moda?
FIABILIDAD
En el apartado de calidades/fiabilidad que, en definitiva se entremezcla con el anterior, y para no repetirme, habría que hacer referencia (dejando a parte a IWC y su sistema patentado) al
sistema de unión de los eslabones. No cabe duda de que los pasadores a presión son los más utilizados, algunos como Omega con relativamente buena operabilidad por parte de un profesional, y otros absolutamente nefastos como los usados por determinados relojes orientales, por ejemplo.
Se dice, en favor de los pasadores, que no se sueltan tan fácilmente como un tornillo, Yo he tenido experiencias contrarias a tal aseveración. Ahora bien, ni en un Rolex se me ha aflojado un tornillo, ni en un Omega se me ha salido un pasador. Las cosas bien hechas suelen ser así. De cualquier modo, percibo en mí un superior gusto y valoración en el empleo de tornillos como medio para la unión de los eslabones, quizás porque puedo controlar el tema con más facilidad y profilaxis que con el más rudimentario y primitivo sistema de los pasadores a presión (que también se me antojan como más económicos por inferiores exigencias en su mecanización).
Respecto del tema de los
cierres, observo en el mercado una carrera desenfrenada (incluyendo a Rolex) por “vender” lo macizo, abultado y pesado, con ingeniosas y sobresalientes palanquitas o muellecitos de los que ha de depender el buen o mal funcionamiento del cierre a lo largo de los años, relegando al olvido esos simples, ligeros e incombustibles mecanizados que consistían en un cajetín de cierre en el que se replegaban unas planchitas de acero, de genial diseño en su simpleza e incombustible uso bajo cualquier circunstancia, de facilísimo ajuste y con un mecanizado, no obstante ello, tan exigente, que ponía en evidencia al fabricante marrullero.
Hace treinta años muchos, la mayoría de los cierres de acero, incluso de las más prestigiosas marcas se construían así, y su simple tacto y accionamiento denotaba al fabricante de calidad del que no lo era. Ningún muelle se podía romper o desgastar y, un simple ajuste casero le tornaba toda su presión inicial. Además, una vez cerrado, no había ningún abultamiento interno y anatómicamente incómodo, derivado del empleo de planchas metálicas macizas y gruesas.
Pero eso parece que hoy en día no vende, y así, es frecuente que el profano se deslice hacia las citadas palanquitas sobresalientes y muelles encerrados en gordos y pesados cajetines de acero que deslumbran con su peso, sin posibilidad siquiera de microajustes en muchos casos, hasta hacerles creer que eso es en sí una calidad incontestable (cuando para mí tan solo es una cualidad), y si el cierre es así ¡cómo será el brazalete y el reloj al que pertenecen!
EL CASO DE ROLEX
Pues bien, después de este recorrido, me ceñiré, a modo de conclusión, a mi experiencia de más de unos veinticinco años con Rolex y Tudor.
Es cierto que los primeros brazaletes de Rolex eran huecos y unidos por una especie de remaches. Todo un alarde de ingenio y calidad para la época, y con los que la caja del reloj tenía un protagonismo quizás excesivo, aunque agradable, en el peso del conjunto. Estos brazaletes fueron compartidos con Tudor.
Posteriormente se usaron planchitas de acero prensadas, manteniéndose huecos los eslabones centrales, y se introdujeron los tornillos como forma de unir y articular los eslabones entre sí. Aquí la relación de peso caja/armis empezó a equilibrarse un poco más, consiguiendo así un punto ideal.
Esto último, pero utilizando pasadores, ha sido uno de los sistemas más copiados/extendidos en la historia de la relojería mundial, sin distinción de marcas, nacionalidades o continentes.
El siguiente paso vino dado por el empleo de los eslabones finales y periféricos macizos y, estos últimos, pulidos o cepillados en sus laterales, manteniéndose huecos los centrales. En el caso de ser de oro, estos últimos poseían unas “fundas” internas donde se alojaban los ejes o pasadores fijos, a fin de atenuar su desgaste, propiciado por el juego propio del brazalete.
Aquí el equilibrio de pesos venía manteniéndose inalterado.
El último paso viene dado por el empleo masivo de eslabones macizos, tanto periféricos como centrales y por cierres más gruesos y de factura más elaborada, dotando al conjunto de un peso excesivo e innecesario pero que, indudablemente vende más, eso sí, sin un solo pulsador o muellecito en los cierres ya que, en su mecánica de precisión, no se hace necesario recurrir a tales soluciones donde la precisión mecánica se solventa con la tracción propia de los muelles.
Pues bien, Rolex, partiendo de un “invento” de, pongamos cuarenta años de antigüedad (ignoro en este momento la fecha en que salió al mercado), con su brazalete Oyster, lo ha ido manteniendo en el tiempo, trabajándolo y mejorándolo, hasta convertirlo en un auténtico icono, por lo que ha sido imitado hasta la saciedad y, en ocasiones, hasta por marcas de cierto caché.
No conozco mejor forma de hacer las cosas que centrarse en un diseño acertado y mejorarlo en todo aquello que es posible hacerlo, a lo largo de décadas y, lo que es más, no conozco a ninguna otra marca que lo haya hecho así…
Y, aún más, después de 35 años usando brazaletes metálicos, no he encontrado otro que cumpla mejor todo lo que le exijo a este complemento del reloj, y que, cómo veis, no es poco, ni que me resulte más cómodo en su conjunto.
CONCLUSIONES VARIAS
No es que Rolex use chapitas dobladas como Seiko, es que Seiko usa chapitas dobladas como antaño lo hiciera Rolex.
Se me antoja que afirmar que hoy en día un Submariner es un reloj desfasado, es tanto como ignorar la relatividad del paso del tiempo y de las modas (seguramente por estar incurso de pleno en ellas), es ignorar que es uno de los relojes más demandados en el mercado, es ignorar que se sigue produciendo y mejorando hoy en día, es ignorar que es uno de los diseños más atemporales que existen , es ignorar que es uno de los más imitados y de los que más inspiración ha generado a marcas de toda índole e incluso a falsificadores, es ignorar que es uno de los relojes mecánicos más precisos que corren.
Se me antoja también que, afirmar que por 4000 € un Submariner es caro y que los acabados de su brazalete no están a la altura de ese precio, es ignorar las bondades que posee, es ignorar la historia de su evolución, es ignorar que no existe otro de su nivel y entorno europeo que, siendo sumergible a nivel profesional, con calibre propio y reconocido, fabricado todo él por la propia marca, robusto, cómodo, legible y elegante, que se acerque a esa cifra…
Se me antoja, por último, que decir que el reloj o su armis es una cutrez es, seguramente, revelador de no haber tenido y disfrutado jamás uno y quizás, tal vez, de tratar de auto convencerse de que tampoco vale la pena tenerlo. No sé, el subconsciente es, en ocasiones, inescrutable.
¿Qué hay brazaletes más bonitos para algunos, con puliditos, pulsadorcitos y muellecitos?, ¡claro que sí!, pero no por ello mejores, ni más cómodos, ni mejor ajustables. Y si nos gusta que brillen pues se pulen o se les incrustan diamantes si se quiere, pero vamos que no es eso…
Hablar de las calidades de los aceros empleados hoy en día, teniendo en cuenta su coste/unidad me parece absolutamente intrascendente y, en todo caso una simple cualidad, que no calidad en sentido estricto.
Pues sí amigos, Rolex sólo tiene eso, las cinco letras, pero a mí me ha costado muchos años y muchos relojes saber a ciencia cierta y en carnes propias lo que hay detrás de ellas. Otros opinarán lo contrario pero, por favor, que tengan la bondad de revelarnos sus experiencias y argumentos.
Y por una vez, no voy a pedir disculpas por el tochazo infumable, pues la ocasión creo que lo merecía.
¡Saludos!